I
Debió ser mágico, la imagen hecha movimiento con
representaciones de la vida misma en sus momentos más ordinarios, estaba ante
los ojos de algunos espectadores incrédulos, asustadizos, y emocionados ante el
espectáculo. Finalizaba el siglo XIX, y un nuevo dispositivo venido del arte
aparecía como influjo cultural que poco a poco iría insistiendo sobre su
primitivo orden básico de manifestarse a través de una pantalla.
Después de tanto ensayo,
error, creación, y acción, desde Beccari, Niepce, Daguerre, pasando por
Plateau, Marey, Demeny, Reynaud, y Edison; la gloria fue para Louis Lumière:
[…] Quien
un 13 de febrero de 1895, patentó un aparato que servía para obtener y
proyectar imágenes cronofotográficas. La primera función cinematográfica se
realizó el 22 de marzo de 1895 en la calle Rennes nº 44, sede de la Sociedad de
Apoyo a la Industria Nacional, donde se proyectó Salida de los obreros de la fábrica Lumiére. El 1º de junio de
1895, Louis Lumière exhibió en Lyon (además de la citada): Plaza de la Bolsa de Lyon, Sesión
de acrobacia, Los herreros, Bebé pescando, El incendio de una casa, El
regador regado, La merienda del bebé.
El 16 de
noviembre estas proyecciones se repitieron en la Sorbona. El 28 de diciembre de
1895, en el Salón Indien del subsuelo del Grand Café, ubicado en el Boulevard
des Capucines nº 14, el cinematógrafo tuvo su primer encuentro con el verdadero
público: el público curiosos y dispuesto a pagar. Así comenzó el cine (Duca,
1975, págs. 13-15).
Los temas exhibidos dan
fe de unos primeros ensayos dedicados a situaciones normales, escogidas para
ser presentadas en escenarios privados donde la aceptación o unos primeros
comentarios, eran necesarios para dar ese segundo paso dirigido al público
“común y corriente”, en un espacio público, y cobrando. Pasos que debían quedar
atrás en el momento de buscar un ciclo diferente al de la experimentación.
La tridente
cinematográfico queda establecida entre los hermanos Auguste y Louis Lumière,
Georges Meliès, y la empresa Pathé: Técnica, espectáculo, y negocio; lo que
resultaría en producción, distribución y exhibición; en resumen, la actualidad
cinematográfica con ton y son. Así en algún momento el señor Meliès halla
recibido de los creadores una respuesta parca cuando quiso comprarles su
invento: “No se vende, joven, y denos las gracias. Aparte su interés
científico, no tiene ningún interés comercial” (García E., 1970, pág. 31).
II
Noël
Burch, en su importante referente sobre el cine primitivo, presenta un dato que
refleja las sensaciones que produce el cinematógrafo a escasos meses de su
aparición en Nijni Novgorod, ciudad rusa donde el escritor y político Máximo
Gorki daba sus impresiones sobre la ilusión óptica de ese nuevo invento:
[…] “La noche pasada estuve
en el reino de las Sombras. Si supiese lo extraño que es sentirse en él. Un
mundo sin sonido, sin color. Todas las cosas –la tierra, los árboles, la gente,
el agua y el aire- están imbuidas allí de un gris monótono. Rayos grises del
sol que atraviesan un cielo gris, grises
ojos en medios de rostros grises y, en los árboles, hojas de un gris ceniza. No
es la vida sino su sombra, no es el movimiento sino su espectro silenciosos (…)
Y en medio de todo, un silencio extraño, sin que se escuche el rumor de las
ruedas, el sonido de los pasos o de las voces. Nada. Ni una sola nota de esa
confusa sinfonía que acompaña siempre los movimientos de las personas[1].
Para el autor, el texto
de Gorki resulta fundamental por expresar las exigencias de la ideología
naturalista de la representación, dominante en ese momento en casi toda Europa.
Contraste inentendible que se aleja de sentido concreto de una obra, la cual debía
estar dotada “de color, sonido y palabras, de relieve, de la extensión en el
espacio (“Todo se mueve, rebosa de vitalidad y cuando se acerca al borde de la
pantalla se desvanece tras ella, no se sabe dónde) (Burch, 1987, pág. 42). Tal
vez esta impresión supuso un interesante debate de ideas sobre las
posibilidades que ese artefacto tenía sobre retratar la realidad, el efecto en
los sentidos, y su distorsión en el escenario de las representaciones
artísticas de ese momento; las cuales, impajaritablemente, fueron entrando en
el proceso de creación de los guionistas, las puestas en escena, y las
necesidades de adoptar de otras artes lo mejor de ellas, mezcla distintiva que
fue permeando decenio tras decenio el cine hasta lo que vivimos en el presente.
III
Desde nuestra tierra encontramos la referencia
de Clímaco Soto Borda, quien reseña el uso del cinematógrafo “sobre el lienzo
del Teatro Municipal de Bogotá”, traído a la capital por el señor Ernesto Vieco
con diversas imágenes que representaban por ejemplo el “mar con sus olas que se
precipitan en pos de otras”, o “el ruido atronador de la locomotora que parece
venírsenos encima con su enorme cadena de carros”; experiencia que parece no
fue de todo agradable por la algarabía excesiva, lo que llevaba a la conclusión
de no ser un espectáculo apropiado para un teatro, pero sin duda para un salón
(Soto, 1897).
Tulio Hermil -diecisiete
años después- escribe sobre las posibilidades civilizadoras que el cine ha
traído a la humanidad:
[…] la
misión del cinematógrafo, como la de la prensa, es esencialmente civilizadora.
Hacer obra de verdad, hacer obra de belleza hacer obra de progreso: he ahí su
fin. Despertar en el alma de las muchedumbres el sentimiento patrio, las nobles
empresas, los sublimes heroísmos; instruir la mente de los pueblos con los
ejemplos de abnegación, de altruismo y de justicia; ser, en una palabra, ¡faro
que ilumine el sendero y no tea que incendie y arrase! (Hermil, 1914).
Desde Medellín, Tomás
Carrasquilla asume el cine como una necesidad, acorde a la modernidad y las
costumbres de una sociedad conservadora e influyente, espectáculo fantástico,
imposible, instructivo, simbólico, educativo e inmoral:
[…]
Ciertamente: aquel encanto, aquella atracción que en todos ejercen esas visiones
instantáneas y mentirosas, es porque en ellas vemos, tal vez sin darnos cuenta
de su enseñanza, la imagen fidelísima de nuestras propias existencias: toda
vida, la vida toda, es un reflejo, una película” (Carrasquilla, 1914).
Las tres visiones del cine
tienen el atractivo de ser referencias publicadas en Colombia, cada autor desde
la experiencia como espectador en función de entregar un mensaje que posiciona
el cinematógrafo como vinculo directo entre la sociedad, las costumbres, y sus
representaciones ante el hecho fílmico de observar una cinta, y las sensaciones
resultantes de ese encuentro. Síntoma positivo de la llegada del cine a nuestro
territorio y sus efectos en la vida privada y pública.
IV
A propósito del concepto, se debe a
Léon-Guillaume Bouly la palabra cinematógrafo, quien la empleó en 1893 al
patentar un aparato con ese nombre. Desde la historia de las técnicas, sería el
nombre del maquina inventada por los hermanos Lumière. En el lado del la
conceptualización en su distinción del cine mismo, el cineasta Robert Bresson
lo define en su oposición al teatro:
[…] el cine, en su
definición comercial común, es un vehículo para actores profesionales que
representan la comedia según las normas teatrales en vigencia; por el
contrario, el cinematógrafo es el registro de un real no representado, sin
actores ni recursos con códigos (de dicción, del gesto) extraídos del teatro
(Aumont, Marie, 2006, págs., 43-44).
Con el pasar de los tiempos, cuando el cine es
distinguido como arte, y su exhibición
es explotada comercialmente, el concepto comienza a distinguirse como formula
publicitaria para atraer clientes de diversa índole. Sin embargo, sus pioneros
nunca pensaron en las imágenes en movimiento como fenómeno estético, “para
ellos, como para buena parte de la humanidad, el cine podía ser un registro de
la realidad superficial, o un ingenioso dispositivo para el espectáculo o el
entretenimiento. Pero creían firmemente que más allá de ese nivel no había
mayor futuro. El cine era, en el mejor de los casos, un hijo ilegitimo del
teatro y de la fotografía” (Romaguera, Alsina, 1989, pág. 13). Nacen entonces
los críticos y teóricos que empezaron a encontrar en el cine una forma de reflexionar
sobre las valoraciones del mundo que se adaptaban a la pantalla, posibilitando
que Ricciotto Canudo sentara su posición en un documento titulado Manifiesto de las Siete Artes -escrito
en 1911-, resultando el término Séptimo
Arte, “postulado suyo, porque creyó ver en el cine un epicentro y una
posible culminación de pintura, arquitectura, escultura, poesía, danza y
música” (Romaguera, Alsina, pág. 14).
V
Ciento veinte años no son nada. El cine sigue
tan campante entreteniendo, realizando,
y repitiendo historias que parecen no agotarse ante el asombro o
reproche de quienes las observamos en todos sus formatos, desde los clásicos,
hasta los que la industria nos pone en el juego constante del mercado. En el
cine, muchas edades caben, para todos hay, entran en el fin único de divertirse
por varios minutos ante la vida misma hecha relato por medio del movimiento
fotográfico. Las sensaciones son muchas, y sus discursos mediáticos trascienden
a escenarios inimaginables. Ante la oscuridad del teatro, y la des-concentración
de la sala casera, el espectador se sumerge en un extraño vinculo que lo lleva
apasionadamente ante el instante eterno de una narración que parece no
envejecer: Hoy la observa, y posiblemente diez años después la repita, intacta
y a la espera de otro reconocimiento, otras pausas, otra vida en medio de
tantas reproducciones.
Fin
Tres
definiciones:
1-
El
cine es un sueño –Dr. Serge Lebovici.
2-
El
cine es el arte del movimiento y los ritmos visuales de la vida y la
imaginación –Germaine Dulac.
3-
El
cine es un sistema de signos cuya semiología corresponde a una posible
semiología del sistema de signos de la realidad misma –Pier Paolo Pasolini.
Bibliografía
-Aumont,
J., Marie, M., (2006). Diccionario
teórico y crítico del cine. Buenos Aires: la marca editora.
-Burch,
N., (1987). El tragaluz del infinito.
Madrid: Catedra Signo e Imagen.
-Carrasquilla,
T. El buen cine. Revista Cinemes, Nº
1, Medellín 1914. Tomado de: Cobo, J., Arbeláez, R., (2011). La crítica de cine una historia en textos.
Colombia: Proimagenes, Universidad Nacional.
-Dmytryk,
E., (1995). El cine, concepto y práctica.
México: Limusa Noriega Editores.
-Duca,
L., (1975). Historia del cine. Argentina:
Editorial Universidad de Buenos Aires.
-García
E., J., (1970). Vamos a hablar de cine. España: Biblioteca Básica Salvat.
-Hermil, T. ¿Qué
es el cine? En De Cine Universal,
Cali, Revista El Kine, Bucaramanga,
1914. Tomado de: Cobo, J., Arbeláez, R.,
(2011). La crítica de cine una historia
en textos. Colombia: Proimagenes, Universidad Nacional.
-Romaguera, J., Alsina, H., (1989). Textos y manifiestos del cine. Madrid:
Catedra Signo e Imagen.
-Soto, C. Días de cine
– Cinematógrafo. En El Rayo X,
septiembre 4 de 1897. Tomado de: Cobo, J., Arbeláez, R., (2011). La crítica de cine una historia en textos.
Colombia: Proimagenes, Universidad Nacional.
Nota Fílmica
En 1995, para homenajear los 100 años del cine,
reunieron a 40 reconocidos directores para que realizaran un cortometraje de 52
segundos utilizando el cinematógrafo original que inventaron los Lumiére. Este
documental titulado Lumiére y Compañía,
es una buena razón para entender las posibilidades del Tragaluz del Infinito,
extraño objeto creador de estrellas, olimpos, triunfos, y fracasos.
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