Toda isla, se sabe, es
la cumbre de una montaña. Fue en Jamaica, proscrito, y así vigilado por el amor
y la muerte, donde Bolívar tuvo por fin la gran visión del continente como un
todo y de la lucha que debía librar para obtener su libertad.
William Ospina.
El 6 de septiembre de
1815, Simón Bolívar escribió desde la isla de Jamaica uno de los documentos más
relevantes en el escenario de la confrontación por la independencia de nuestros
países suramericanos de la corona española. Subtitulada “Contestación de un Americano
Meridional, a un caballero de esta Isla [Henry Cullen]”, la Carta de Jamaica corresponde al segundo
de los textos relevantes escritos por el libertador, lo que llama Ramón de
Subiría “el eslabón que enlaza el Manifiesto de Cartagena con el Mensaje de
Angostura”.
En la biografía escrita
por Indalecio Liévano Aguirre, cuyo capitulo dedicado a la carta titula Estrategia
Política de la Revolución, el autor nos presenta a un Bolívar arruinado, derrotado,
y arribando a la isla caribeña con el objetivo de fundamentar una nueva base
política para la revolución; hospedándose en una habitación sencilla con el ojo
vigilante de una “mujer de edad indefinible pero de aspecto desagradable”,
espacio sencillo que era necesario acorde a las penurias y realidades del
personaje. Allí, en territorio “amigo”, el Libertador buscó relaciones directas
con el gobierno británico a través de sus emisarios en Jamaica por medio de
misivas, las cuales quedaron sin
contestación por la experiencia ya tenida con Francisco Miranda, y las dudas “a
comprometerse o a comprometer sus
recursos en aventuras poco seguras como parecían entonces las encaminadas a
derrocar el poder de España en América”.
En su estancia, busca
apoyo moral y económico sin contraprestación al señor Maxwel Hyslop, pero la
fortuna lo llevará nuevamente a un capitulo más de su vida amorosa al lado de
la criolla dominicana Julia Cobier, quien lo recibe, conoce sus penurias, y
acoge para acompañarlo en su sueño libertario: “Desde entonces se les vio
juntos frecuentemente, y por el camino de su mutua tristeza fueron llegando a
una intimidad inevitable para esas dos naturalezas sanas, que en la proximidad
de sus cuerpos sentían temblar inesperadas ilusiones del alma”. En conclusión, Liévano
Aguirre afirma que “el amante feliz salvó al jefe revolucionario vencido”, viabilizando
que ese ser humano retomara el optimismo y las energías para escribir un texto
tan relevante en “momentos tan poco propicios para que Bolívar mirara con
confianza el porvenir”.
Así, antes de resumir la
carta en sus partes más relevantes, detengámonos en la cita del biógrafo para
entender la relevancia de un documento básico en el proceso de independencia latinoamericano
a la luz del presente:
[…]
Historiadores, sociólogos, hombres de Estado y poetas se han detenido con
asombro ante este formidable documento político que, escrito por un pobre
desterrado, sin medios ningunos para obrar ni casi para subsistir, describe con
sin igual profundidad lo problemas políticos del Nuevo Mundo, analiza con
intuición profética las características presentes y futuras de las distintas
nacionalidades americanas –de México, el Perú, Centroamérica, Argentina,
Venezuela y la Nueva Granada-, y formula soluciones cuya magnitud y acierto
apenas ahora comienzan a comprenderse.
Su visión de una América unida en una gran confederación de naciones
libres y guiadas por aspiraciones internacionales comunes, apunta en esta Carta
de Bolívar por primera vez, y ante ella el lector no sabe qué admirar más: si
la grandeza del propósito o el contraste entre la magnitud del ideal soñado y
las modestas y adversas condiciones en que se debatía quien tuvo el valor
intelectual y moral de concebirlo.
Podemos identificar
cinco puntos de contestación de Bolívar a Cullen en la Carta, siempre con la aclaración de ser un conocedor a medias de
otras regiones del Nuevo Mundo por fuera de Venezuela y la Nueva Granada, con
referencias –entre otros- directas a Humboldt, Montesquieu y Las Casas. Siendo
un documento del género epistolar, marca una pauta interesante en aspectos
políticos y sociales que él ha vivido y combatido en un primer paso
independentista; el cual, en ese momento, marcha hacía otro escenario de
disputas y posibilidades.
1-Inicialmente la referencia
al pasado español en sus colonias desde el momento de la llamada Empresa de Conquista, y los oprobios
adyacentes enmarcados en masacres, esclavitud, y explotación, a lo que Bolívar
responde: “Barbaridades que la presente edad ha rechazado como fabulosas,
porque parecen superiores a la perversidad humana; y jamás serían creídas por
los críticos modernos, si, constantes y repetidos documentos, no testificasen
estas infaustas verdades”.
2-Sobre el contexto de
“los muy oprimidos americanos meridionales”, responde haciendo un balance y
aclarando que “el lazo que la unía a la España está cortado”, agregando:
[…] El
habito a la obediencia; un comercio de intereses, de luces, de religión; una
recíproca benevolencia; una tierna
solicitud por la cuna y la gloria de nuestros padres; en fin, todo lo que
formaba nuestra esperanza, nos venía de España. De aquí nacía un principio de
adhesión que parecía eterno, no obstante que la conducta de nuestros
dominadores relajaba está simpatía, o, por mejor decir, este apego forzado por el imperio de la dominación. Al presente sucede lo
contrario: la muerte, el deshonor, cuanto es nocivo, nos amenaza y tememos;
todo lo sufrimos de esa desnaturalizada madrastra. El velo se ha rasgado, ya
hemos visto la luz, y se nos quiere volver a las tinieblas; se han roto las
cadenas, ya hemos sido libres, y nuestros enemigos pretenden de nuevo
esclavizarnos. Por lo tanto, la América combate con despecho; y rara vez la
desesperación no ha arrastrado tras sí la victoria.
Ante este desahogo de un
criollo ilustrado, exiliado, y combatiente, prosigue un balance que abarca Río
de la Plata, Chile, el Virreinato del Perú, la Nueva Granada, Venezuela, Nueva
España, y las islas de Puerto Rico y Cuba; entregando algunas cifras,
resultados, y sucesos de una primera instancia independentista que reflejan en
el autor cierta incertidumbre y drama ante sus resultados fatídicos. Concluyendo
esta parte con preguntas directas al continente europeo y su falta de visión
ante esa “vieja serpiente” que desea reconquistar América: “¡Qué! ¿Está la
Europa sorda al clamor de su propio interés? ¿No tiene ya ojos para ver la
justicia? ¿Tanto se ha endurecido, para ser de este modo insensible?”. Recriminación
que desemboca igualmente en Norteamérica por la falta de colaboración, y la soledad
con la que sus hermanos del sur han quedado frente al enemigo trasatlántico
colonialista.
3-Mencionando a Napoleón
Bonaparte, y su alevosía contra Carlos IV en España, y comparando con el caso
de “los monarcas de la América Meridional”, responde Simón Bolívar a Henry
Cullen con tal autoridad para dejar claro que “no admite comparación”, ya que
Moctezuma en México, y Atahualpa Inca del Perú, “sufren tormentos inauditos y
los vilipendios más vergonzosos”, mientras que los europeos “son tratados con
dignidad, conservados, y al fin recobran su libertad y trono”.
4-El futuro, el estado
actual del continente, y la política de cada provincia, son temas que le
interesan al ciudadano británico con una pregunta por demás complicada para el
devenir de lo tiempos que se avizoran en la tensión con España: “¿si desean
repúblicas o monarquías, si formarán una gran república, o una gran
monarquía?”. Ante la consulta, el venezolano se explaya en su repuesta teniendo
en cuenta lo complicado que es el tema de la “futurología”, y las pocas cifras
que se tienen del grupo poblacional, estando disperso y en las mayores
dificultades ante la inestabilidad que conlleva la situación de emancipación,
las pugnas internas, la reconquista, y la nueva intervención patriótica.
Bolívar afirma que “la
posición de los moradores del hemisferio americano ha sido, por siglos
puramente pasiva: su existencia política era nula”. Más adelante encontramos
unos párrafos dedicados a lo ocurrido en 1810, poniendo en contexto nuestros
países e iniciando con la situación europea “cuando las águilas francesas sólo
respetaron los muros de la ciudad de Cádiz, y con su vuelo arrollaron los
frágiles gobiernos de la Península”. La disertación prosigue afirmando que las
juntas populares, el sistema federal, las instituciones perfectamente representativas, y la falta de
centralización gubernamental, son los caminos que marcaron los primeros pasos
de los nuevos gobiernos establecidos después de 1810, concluyendo:
[…] En
tanto que nuestros compatriotas no adquieran los talentos y las virtudes
políticas que distinguen a nuestros hermanos del Norte, los sistemas
enteramente populares, lejos de sernos favorables, temo mucho que vengan a ser
nuestra ruina. Desgraciadamente estas cualidades parecen estar muy distantes de
nosotros en el grado que se requiere; y por el contrario, estamos dominados de
los vicios que se contraen bajo la dirección de una nación como la española,
que sólo ha sobresalido en fiereza, ambición, venganza y codicia.
Esta aclaración
relevante, en el acto de afirmar “lo que somos” debido a una tradición
colonial, parece el corolario inevitable que resultará de nuestra independencia
y su posterior proceso de fortalecimiento de las naciones durante el Siglo XIX,
con muchos caudillos, guerras civiles, y decisiones a propósito de que sistema
de gobierno implementar, y una constante nostalgia por el alejamiento de “la
madre patria”.
Ante el escrutinio que
hace el expatriado por los espacios de nuestra América, llega al escenario de
la geografía que conoce y anhela libertar:
[…] La
Nueva Granada se unirá a Venezuela, si llegan a convenirse en formar una república central, cuya capital
Maracaibo, o una nueva ciudad que, con el nombre de Las Casas, en honor de este
héroe de la filantropía, se funde entre los confines de ambos países, en el
soberbio puerto de Bahía-Honda. Esta posición, aunque desconocida, en más
ventajosa por todos respectos. Su acceso es fácil y su situación tan fuerte,
que puede hacerse inexpugnable. Posee un clima puro y saludable, un territorio
tan propio para la agricultura como para la cría de ganado, y una grande
abundancia de maderas de construcción. Los salvajes que habitan serán
civilizados y nuestras posesiones se aumentarían con la adquisición de la
Goajira. Esta nación se llamaría Colombia como un tributo de justicia y
gratitud al creador de nuestro hemisferio. Su gobierno podrá imitar al inglés;
con la diferencia de que en lugar de un rey, habrá un poder ejecutivo electivo,
cuando más vitalicio y jamás hereditario, si se quiere república; una cámara o
senado legislativo hereditario, que en las tempestades políticas se interponga
entre las olas populares y los rayos del gobierno, y un cuerpo legislativo, de
libre elección, sin otras restricciones que las de la cámara baja de
Inglaterra. Esta constitución
participaría de todas las formas, y yo deseo que no participe de todos los
vicios. Como ésta es mi patria tengo un derecho incontestable para desearle lo
que en mi opinión es mejor. Es muy posible que la Nueva Granada no convenga en
el reconocimiento de un gobierno central, porque es en extremo adicta a la
federación; y entonces formará, por sí sola un estado que, si subsiste, podrá
ser muy dichoso por sus grandes recursos de todo género.
En este párrafo de la
carta notamos la posición de estadista de Simón Bolívar como hombre público,
político, y militar. Propone un espacio intermedio para fundar una nueva
capital, entra en esa instancia clásica decimonónica entre “civilización y
barbarie”; propone nuevos territorios y un nombre a ese nuevo Estado; además de
poner como ejemplo a Inglaterra y sus instituciones constitucionales, claro
sesgo europeizante que el libertador utiliza como signo de buen gobierno ante
los posibles vicios que se pueden suscitar. Su panorama es interesante, y con
el tiempo se vera ejemplificado en las realidades resultantes del triunfo en la
guerra, y la disputa en el terreno gubernamental.
5-El último análisis en
respuesta a su remitente, está referido a las alteraciones importantes y
felices originadas “por efectos individuales”. Para responder, Bolívar toma un
ejemplo de la tradición indígena mexicana: Quetzalcóatl, dios de la cultura
mesoamericana, y enfatiza sobre los misterios de la cosmogonía, y los
sincretismos ocurridos en algunas referencias del orden social y religioso; lo
anterior, para concluir que “felizmente los directores de la independencia de Méjico
se han aprovechado del fanatismo con el mejor acierto, proclamando a la famosa
virgen de Guadalupe por reina de los patriotas; invocándola en todos los casos
arduos y llevándola en sus banderas”.
La unión como esfuerzo dirigido
en los designios de la revolución; la división y la guerra civil entre
conservadores y reformadores; el aislamiento y abandono de otras naciones hacía
el proyecto independentista; y la debilidad del estado; son temas que concluyen
el ejercicio escrito de posicionar unas ideas que se van cohesionando en
respuesta a comentarios y dudas de los objetivos que se plantea Simón para el
futuro suramericano, y en él, su personalidad como hombre que ha fracasado y
desea renovar vínculos y energías con un sueño a medio construir, y truncado
por los aires imperialistas de España en las colonias del Nuevo Mundo que aprovecharon
un momento de debilidad para alterar el orden de su destino.
Finalmente, nos
encontramos doscientos años después leyendo una carta que marca cierto camino -y predice en parte- de lo que sucedería después de 1819 en el proceso de
afianzamiento de nuestras repúblicas latinoamericanas. Documento histórico que
tomamos desde el presente, donde la figura de quien la escribió, ha sido movida
desde la derecha a la izquierda, y viceversa en parámetros políticos para
posicionar ideas y motivos de sublevación, incluyendo los actos venidos de la
historiografía con sus usos y abusos. Igualmente como elemento de cultura
epistolar que sirve para leer en la actualidad con los ojos del escrutinio,
valor agregado que aprovechamos para invitar al lector para que la busque en su
biblioteca bolivariana, o la baje de la internet; y así tomar su tiempo en
dedicarle unos minutos a un documento políticamente revelador.
Bibliografía
-Indalecio
Liévano Aguirre, Bolívar, Editorial Oveja
Negra, Bogotá, 1983.
-Ramón
de Zubiría, Breviario del Libertador,
Editorial Bedout S. A., Medellín, 1983.
-Simón
Bolívar, Carta de Jamaica, Kingston,
6 de septiembre de 1815. (Revisada y leída del texto de Ramón de Zubiría)
-William
Ospina, En busca de Bolívar, Editorial
Norma, Colombia, 2010.
Anexo
fílmico
El gobierno de Venezuela, con su política
cultural enfocada a la Villa del Cine, ha realizado en los últimos años una
serie de películas dedicadas a la figura de Simón Bolívar, entre ellas una obra
que presenta los momentos del Libertador en Jamaica y los hechos y vicisitudes
que lo llevaron a esta instancia. La imagen que complementa este texto dedicado
a los 200 años de la Carta de Jamaica, corresponde
a la cinta que a continuación presentamos en su sinopsis, y que ya habíamos exhibido
en el programa de las Segundas Jornadas de Cine e Historia realizadas en la Casa
Quinta de Bolívar en agosto del año 2014.
Bolívar,
el hombre de las dificultades
Director: Luis Alberto Lamata. Año: 2013. Venezuela.
Sinopsis: Venezuela está en
guerra. El país se encuentra dividido en dos mitades. Hay familias enteras
desgajadas en bandos opuestos. Corre el año de 1815 y la Segunda República cae
estrepitosamente. El gran derrotado es Simón Bolívar, recién nombrado
Libertador, quien sale fugitivo desde Cartagena, con la muerte pisándole los
talones. Bolívar llega a Jamaica en medio de las peores dificultades, sin
dinero ni amigos. Busca ayuda de otras naciones para liberar a América. Europa
le cierra las puertas. El presidente de la rebelde Haití acepta recibirlo y
escuchar sus propuestas. Esta noticia le devuelve el ánimo. Lo que ignora es
que ya en la isla está listo un complot para asesinarlo. La conjura falla, pero
Bolívar se va hacia Haití muy abatido. En Haití los problemas no cesan. Allá
llegan los patriotas venezolanos que huyen de la caída Cartagena, dispuestos a
bajar del pedestal de jefe al Libertador. En medio de una acalorada asamblea,
Bolívar propone liberar a los esclavos para escándalo de muchos, pero será esta
propuesta la que cambie los vientos de victoria a su favor. Bolívar zarpa de
Haití como comandante de una pequeña pero valiente flota, dispuesta a dar la
vida por sus ideales. Se inicia una nueva batalla de las muchas que librará el
Hombre de las Dificultades por llevar la libertad a la América hispana. (Tomado
de: http://www.bolivarlapelicula.com/)