Esos viejos edificios abandonados sólo sirven
para la nostalgia de veinticuatro cuadros por segundo en panorámico o
cinemascope. Sobreviven ante la apatía de las jurisdicciones políticas con más
pena que gloria, y por obra de magia en algún momento, se convierten en patrimonio arquitectónico
sobreviviendo en su restauración y uso, los nuevos usos del siglo XXI. Tan
popular fue ese espacio de divertimento público, que los cines de barrio
marcaron a muchas generaciones ante el programa fílmico que observaron; por ser
cita obligada de fin de semana, o la forma más eficaz de escapar a otros
compromisos entre lunes y viernes, pura escuela cinéfila sin llamado a lista,
recreo, y nota numérica.
Relevantes, y siempre traídas al presente, las
memorias cinematográficas de la vida hecha cine en los teatros de barrio,
tienen una mención especial en las acciones de una narración histórica de
sociabilidades, encuentros culturales, y esa intensa relación entre espectador,
exhibición, y producción. Las historias
pueden coincidir porque nos encontramos ante el establecimiento de un mismo
circuito de cintas, pero la marca distintiva será la edad, la generacional,
aquella que puede ser ventajosa y atractiva ante las incertidumbres del
presente con muchas escuelas de cine, festivales por doquier, y estudiantes
entusiastas en ser cineastas con pocos resultados, guardando las proporciones
de nuestro mercado fílmico.
Amplias cicatrices
marcaron los años
Sobre tus paredes
pintadas de azul,
Lugarcito humilde, cine
de mi barrio
Rincón de los sueños de
mi juventud.
Te conozco de antes,
salón de recuerdos
En tu viejo palco mil
sueños forjé,
Junto a aquella novia,
de mi humilde barrio
Y aquellos amigos que
nunca olvidé.
Cine de mi barrio,
rinconcito humilde
Cofre de las series
llenas de ilusión.
Cine de mi barrio,
Chaplin y Buck Jones
Eran la alegría de mi
corazón.
Dónde está la barra
querida de antaño
El turquito Amado y el
tano José,
La ñata Rosita, mi novia
primera
Y aquellos domingos de
la matiné.
La adolescencia fue la edad propicia para
vivenciar esta experiencia con el cine, y con ella el noviazgo, los amigos, las
obras, las actrices, los actores, y las funciones en ese espacio arquitectónico
que tiene su encanto único expresado en la fachada, su hall, el color de las
cortinas, la pintura de sus paredes, las sillas, la pantalla, la cabina de
proyección, los baños, etc. Si la canción tiene cierta pauta sobre algo que se
añora, el cine también lo ha hecho con obras que marcan nostalgia u homenajean
el oficio implícito de la sala de exhibición, desde Buster Keaton en 1924 con Sherlock Holmes Jr., pasando por La Rosa Púrpura del Cairo -1985- de
Woody Allen, hasta el homenaje del Festival de Cannes en el año 2007 con
ocasión de sus 60 años invitando a 33 cineastas de 25 países a realizar cada
uno un cortometraje de 3 minutos alrededor del tema de la sala de cine; ideas y
formas de narración dispares que nos muestran a través de un solo objetivo, el
encuentro en la sala oscura con la cotidianidad de un día cualquiera.
En Cada
quien su Cine encontramos ideas que homenajean obras de nuestra historia
del cine, y en ellas sus estrellas; fallas generales ocurridas en las salas;
dudas ante la escogencia de una película, y la normal solicitud de un
comentario sobre está; salas abandonadas; cine al aíre libre; relaciones intimas
dentro y fuera de la pantalla; la exhibición de formatos -8, 16, 35, mm.- fílmicos;
la in-soportable soledad de los cines; los cineplex; las filas; la ceguera; la
familia; los oficios en un teatro; entre otros. Directores como Theo
Angelopoulos, Jane Campion, Manoel de Oliveira, Atom Egoyan, Alejandro González
Iñárritu, Abbas Kiarostami, Takeshi Kitano, Claude Lelouch, David Lynch, Roman Polanski,
y Kar-Wai Wong; entran en sintonía con un tema en común, pero con criterios
independientes para entregarnos en sus cortometrajes acciones interesantes, regulares,
y las posibilidades del entorno cinematográfico con sus “ingredientes” más “sustanciosos”
expresados en el público, la sala, la exhibición, y la taquilla, algunos idos a
lo básico de la experiencia de ver cine, y otros entroncados en los vericuetos
de la modernidad fílmica y sus alcances oníricos y desastrosos.
Y usted lector, ¿cuál fue su teatro de barrio? ¿Qué
recuerda de ese sitio que lo llenó de imágenes fantásticas venidas de la
imaginación de un director y su grupo de trabajo? ¿Qué películas vio? ¿Qué
actriz o actor adoró? ¿Qué género disfrutó? ¿Existe todavía su cine de niñez e infancia?
Con estas preguntas podemos descubrir un poco de nuestro pasado con el cinematógrafo,
y allí, directamente, nuestros encuentros con la familia, los amigos y el amor.
Cuando el carrete del proyector suene, la luz ponga
foco en la sala oscura, y el olor particular de la sala inunde su olfato, se
encontrará ante uno de las experiencias más fantásticas del disfrute humano
representado en el cine. En escena los teatros idos, restaurados, o
transformados en otros menesteres, y con ellos, la memoria de ciudad, del espacio
urbano, y los encuentros fortuitos o concertados.
¡Que empiece, siga, o muera la función!
Fuente tanguera
-Mi Cine de Barrio
Letra
y música: Pablo A. Hechim
Grabado
por Alberto Castillo con el acompañamiento de la orquesta de Eduardo Rovira
(1949).
Fuente fílmica
-Cada Quien su Cine –Una declaración
de amor a la gran pantalla-
Varios
directores
Francia,
2007
Duración,
120 minutos.
Imágenes de la película Cada Quien su Cine
1-Artaud, programa doble.
De:
Atom Egoyan.
2-La Fundidora.
De:
Aki Kaurismäki.
3-Épilogue.
Sin
autor.
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