17.4.15

Revista Kinetoscopio: Gabo y el Cine

[…]  Se indignaron con las imágenes que el prospero comerciante Don Bruno Crespi proyectaba en el teatro con taquillas de boca de león, porque un personaje muerto y sepultado en una película, reapareció vivo y convertido en árabe en la película siguiente. El público que pagaba dos centavos para compartir las vicisitudes de los personajes, no pudo soportar aquella burla inaudita y rompió la silletería. El alcalde a instancias de don Bruno Crespi, explicó mediante un bando, que el cine era una maquina de ilusión que no merecía los desbordamientos pasionales del público. Ante la desalentadora explicación, muchos se tomaron que habían sido víctimas de un nuevo y aparatoso asunto de gitanos, de modo que optaron por no volver al cine, considerando que ya tenían bastante con sus propias penas para llorar por fingidas desventuras de seres imaginarios”
Gabriel García Márquez, Cien Años de Soledad.  

En su edición de julio-septiembre de 2014, Kinetoscopio, la revista de cine publicada por el Centro Colombo Americano de Medellín, homenajeó al literato colombiano Gabriel García Márquez, quien cumple su primer año de deceso. El especial compila dos partes con sendos artículos, inicialmente un Dossier Gabo: de las letras a la pantalla; luego El rastro de Gabo en diez películas. Podemos considerar este número como un balance para acercarnos de forma sencilla y práctica al cine, la literatura, y sus adaptaciones desde el mundo narrado por el escritor en Latinoamérica y el mundo.  

El artículo de César Alzate Vargas, Gabriel García Márquez y el Cine, pone  acento al recorrido del escritor por las fronteras se su oficio como literato y hombre de cine en sus diversos guiones adaptados, o en colaboraciones directas en cinematografías relevantes como la mexicana y la cubana. Mencionado la tan problemática adaptación de su mundo escrito al movimiento de la imagen fílmica, líneas que dan pistas para identificar títulos, y ubicar cintas como referentes de revisión directa para entender el mundo del escritor colombiano a través de “la pluma y la pantalla” (págs. 13-18).


La breve entrevista a Joel del Río, a propósito del libro El Cine según García Márquez -2013- realizada por Diego Agudelo, se desarrolla en  seis preguntas que directamente podemos vincular con el primer documento al descubrir en las reflexiones del crítico cubano sus intenciones de descifrar y retomar con los ojos del presente, ese pasado no bien llevado del cine “macondiano” en el análisis de 25 cintas; lo que incita la búsqueda necesaria del libro para entrar en ese mundo propuesto desde la reflexión juiciosa y metódica de las películas, sus influjos, y alejamientos de los textos iniciales representados en cuentos y novelas (págs. 19-21).

Luciano Castillo nos resume en tres páginas lo que significó para el Cine Latinoamericano el origen y desarrollo de la Escuela Internacional de Cine y televisión de San Antonio de los Baños en Cuba, anecdotario interesante que sirve para ubicarnos en contexto con otra habilidad y entusiasmo del escritor, encontrándonos con nombres y referencias directas que no son ajenas a una interpretación de la historia del cine mundial (págs., 22-26).

Gabriel García Márquez, Un pionero en la crítica de cine colombiana, es el título con el que Iván Gallo entra a presentarnos al escritor en medio de los círculos periodísticos como columnista de periódicos nacionales como El Universal de Cartagena, y El Espectador en Bogotá. Recorrido que nos deja esbozos de los acercamientos directos a un cine poco exhibido en el país durante periodos agitados en la vida política nacional, presentados desde el 9 de abril de 1948 hasta la dictadura de Rojas Pinilla en los años cincuenta (págs. 27-29).   

Finalmente, la primera parte de este especial termina con un reportaje publicado en 1982 en la revista Comunicarte, entrevista realizada por Gabriel Octavio Rodríguez a García Márquez en momentos de su participación como jurado del Festival de Cine de Cannes, mostrándonos a un escritor ágil, certero, y hasta políticamente in-correcto en sus apreciaciones sobre las internas de un grupo de trabajo para deliberar sobre las obras que concursaban en el afamado festival, datos que sirven para sumar al conocimiento del tipo de cine que en ese momento se hacía en territorio europeo y latinoamericano (págs. 30-35).


La segunda parte de la revista nos lleva por el cine de Gabo en diez filmes, en su orden se analizan:

-Eréndira, de Ruy Guerra. Bajo el peso de Gabo, por Martha Ligia Parra.
-Tiempo de morir, de Jorge Alí Triana. El tiempo del buen cine, por Liliana Zapata B.
-Crónica de una muerte anunciada, de Francesco Rosi. El destino en suspenso de la adaptación, por Alessandro Rocco.
-Milagro en Roma, de Lisandro Duque. La niña santa y el verdadero santo, por Oswaldo Osorio.
-El verano de la Señora Forbes, de Jaime Humberto Hermosillo. Una deuda pendiente, por Andrés Rodelo.  
-Edipo Alcalde, de Jorge Alí Triana. Sófocles a la colombiana, por Yasmín López.    
-El coronel no tiene quien le escriba, de Arturo Ripstein. Batallas largamente perdidas, por Juan Carlos González A. 
-El amor en los tiempos del cólera, de Mike Newell. Como el río Magdalena, que se funde en la arena, por Diana María Agudelo.
-Del amor y otros demonios, de Hilda Hidalgo.  Los demonios silenciosos, por Diego Agudelo G. 
-Memorias de mis putas tristes, de Henning Carlsen, La memoria está en las palabras, por Julián Cajas.                    

La revista culmina presentándonos en viñetas, con la autoría de Iñigo Montoya y Álvaro Vélez –Truchafrita, la adaptación de uno de los párrafos del libro Cien Años de Soledad dedicado a la magia del cine en macondo, las cuales complementan la reseña.

Nota: El subrayado del título del texto que referencia el listado de películas, corresponden al autor de la reseña.
Fuente
Revista Kinetoscopio, Gabo y el Cine, Volumen 24. Nº 107 / Julio- Septiembre 2014., Colombo Americano, Medellín.        

4.4.15

Crónica roja: Homicidio por los Títulos de una Cinta

Algunas noticias del pasado que se descubren en la prensa, sirven para identificar situaciones del orden judicial que se vinculan con temas directamente relacionados al objeto de estudio que el  historiador tiene como especialidad, en este caso el cine, el público,  y el oficio de operador o proyeccionista.  Conocemos la famosa anécdota del Salón Olympia en Bogotá y sus letreros o títulos en la pantalla que eran posible leerse por los asistentes que pagaban un poco más por la entrada, y aquellos que detrás del telón, les tocaba esos mismos letreros pero al revés, con la posibilidad de tener lectores expertos que “cantaban” que decía allí con la habilidad necesaria para ganarse unos centavos.  
   
Sin embargo, cuando el escenario es diferente, la paciencia es nula, y los lectores  del  “lienzo al revés” no existen, los ánimos se calientan y la discusión por unos “títulos” pasa a otro estado, el del crimen por una situación algo absurda que en la cabeza del directo implicado, puede ser normal ante la sencillez de sacar un arma y simplemente solucionar su inconformismo con un tiro directo, en conclusión, una acción para que “no le ponga ojo al cine”.     

Presentamos a los lectores una breve reseña de crónica roja publicada en el periódico El Tiempo en enero de 1928, sin firma de redacción.    

Un Homicidio por los Títulos de una Cinta
-En Choconta-
José Arévalo Contestó  con una bofetada a un reclamo de Jerónimo
Fernández y éste le disparo un balazo en un ojo.

Choconta, enero 30.
TIEMPO-Bogotá.

Anoche a las once y media, cuando todavía no había acabado de salir todo el público de la función cinematográfica, el señor Jerónimo Fernández, carpintero, dio muerte de un tiro de revólver al señor José Arévalo, albañil  y maquinista del aparato cinematográfico.
 En el curso de la función había aparecido la cinta con los letreros al revés. El señor Fernández, que era espectador cerca del aparato, protestó ante Arévalo por haber presentado así la cinta; Arévalo le manifestó que no era culpa de él, pues así había venido de Bogotá. Al terminarse la función, y cuando el agente de servicio se había ausentado, los antedichos tuvieron nuevas voces; parece que Arévalo abofeteó a Fernández, quien descargo su revólver en el ojo derecho de su contendor, dejándolo instantáneamente muerto. Poco después llegó al lugar del acontecimiento que lo fue la puerta del salón de la escuela de varones, el policial de Cundinamarca señor Anatolio Castillo quien recogió el revólver y custodió el cadáver mientras llegaba la autoridad que había de levantarlo. En vista que ni el alcalde, ni el inspector de policía ocurrían al levantamiento, se llamó al señor prefecto, quien acudió un momento después e inicio la investigación.  
Este lamentable suceso tiene alarmada a la sociedad. La falta de policía municipal se hace sensible cada día; y si no fuera porque la de Cundinamarca sabe cumplir con su deber, habría muchos más crímenes que lamentar. Algunas familias me han manifestado que no concurrirán más a estos espectáculos púbicos mientras la policía no ofrezca garantías de seguridad. Debo informar que el alcalde y el inspector siempre ocurrieron al lugar del crimen, una hora después.


Nota: Agradezco a Arnold López su versión de los hechos en la imágenes que acompañan el texto