El género del biopic o
película biográfica, siempre tendrá la dificultad de escoger los hechos más
relevantes del escogido, por lo tanto para algunos aficionados o conocedores de
la estrella filmada, quedará la insatisfacción de que algo quedó faltando en la
historia narrada; con la particularidad de ser obras que exponen los mejores
momentos del biografiado, obviando en la mayoría de los casos los
acontecimientos que dejan mal parado a ese ser humano relevante en un contexto
particular de la vida política, social, o artística. La película Cantinflas de Sebastián del Almo no es
la excepción a la regla, nos quedamos con una parte que identifica al cómico en
sus inicios, a Mario Fortino Alfonso Moreno Reyes, pobre económicamente, pero
con ganas de deslumbrar en sus actos de payaso de carpa hasta descubrir su don
básico y eterno: el enredo parlanchín, sin sentido, divertido, y asociado a su
vestimenta lastimera de vago.
La cinta recrea algunas relaciones
afectivas, los problemas familiares, las condiciones como actor-productor de
sus obras, los conflictos con el medio artístico del sindicato de actores
mexicanos, y su afición por la tauromaquia. Además la entrada a Hollywood con
la cinta de Michael Anderson La Vuelta al
Mudo en 80 Días, éxito taquillero
que logró el premio Oscar a mejor película en 1956, y a Cantinflas el Globo de Oro como mejor actor de comedia-musical, convertido
en hecho relevante que la película atraviesa paralelamente como recurso
narrativo mientras descubrimos al personaje en altos y bajos de su posición
como hombre público y privado. Las grandes ligas de la producción
norteamericana se muestran abiertamente con algunos iconos de la historia del
cine como Chaplin y su famosa frase resaltando el papel de su colega mexicano,
hecho particular que supuestamente desenreda las dudas e intenciones del actor para
acomodarse a la producción internacional que le valió mayor prestigio.
Un punto alto de la obra
es la actuación de Óscar Jaenada, quien logra cautivarnos con la interpretación
hasta el punto de sacarnos una sonrisa en su parodia del mexicano universal,
muy puesto en el trabajo de cómico, y demasiado serio en la representación de
Don Mario, dos papeles en uno que llevan al espectador a discernir las
dificultades del ser humano ante la fama, y su acomodamiento a otra escala
social de alcances impensados en el hombre que nos presentan al inicio, y que
paulatinamente se descubre hasta tener un disfraz, y transformar su rostro por
medio de un pequeño bigote alargado y partido, momento que suma a la anécdota
del porque su mote.
¿Cuál es el encanto del
film? ¿Por qué la sala repleta con público de todas las edades? Una de las
respuestas es la identificación de Cantinflas
como icono artístico latinoamericano, vinculado a la Edad de Oro del cine
mexicano, y por lo tanto referente de ciertos espectadores que crecieron y se
acomodaron a las exhibiciones de nuestros teatros. Por lo tanto, es generacional y hereditario, referente familiar que identificamos en cualquier espacio
cultural donde su imagen se explota; sumándole las posibilidades semanales de
ver alguna película en la parrilla televisiva, o por el contrario acceder
fácilmente a su cintas desde otros formatos y medios de visualización.
Para identificar a la
estrella, y darle mayor sentido a la obra desde las situaciones que no
percibimos, es relevante el aporte de Juan Diego Parra sobre Cantinflas,
análisis certero que posibilita entrar en la “opera cantinflesca” partiendo e
tres fases definidas en su obra:
…La
primera es representada por el personaje en cuanto tal, o sea el pelado
vagabundo, marginal y oportunista, que habita las calles del D.F. Mejicano sin
ningún norte definido capaz e trabajar sólo por pocas horas, suficientes para
sacar algún provecho económico inmediato que se derive en estados permanentes
de embriaguez, y que le permitan los favores de alguna dama bella. La segunda
fase enmarcada al Cantinflas abstracto que representa a caracteres conocidos o
bien de la literatura clásica o bien de la historia…; la tercera época se
refleja en la caracterización de personajes públicos con algún rol social, como
diputados, sacerdotes, maestros de escuela, empleados de ministerio, etc…, que
sostuvieron la carrera tardía de Mario Moreno, dándoles una directriz monótona,
conformista e inofensiva
(Revista Kinetoscopio, No. 65, 2003, pág. 102).
Cada etapa se define por
un cumulo de obras que arrancan en el año 1936 con No te engañes, corazón, culminando en 1981 con El barrendero; en total, más de cuarenta películas sumándole
algunos cortos realizados entre los años 1939-1940 donde Cantinflas interpreta
diversos personajes con el influjo de su figura de “fresco” vagabundo, y la entrada
al escenario de las adaptaciones literarias e históricas con el toque dramático
y burlesco que deja acercarnos un poco a su origen por medio de gestos y
enredos. Culminando con el actor “estirado” temeroso de envejecer, de habla
lenta, y queriendo ejemplarizar moralmente su entorno social y cultural, esquina opuesta de
sus inicios que en algunos casos choca con el espectador que no logra
acomodarse a esa versión final de su vida artística.
Parra igualmente analiza
a Cantinflas desde la distinción de
ciertas máscaras que definen su puesta en escena:
…La máscara lingüística:
El juego verbal de Cantinflas descubre la debilidad del interlocutor, lo
desnuda y lo hace vulnerable. Mientras más se desnuda al otro, más se encubre
Cantinflas, menos expuesto está.
La máscara de la
insensibilidad: la coraza de la insensibilidad es otra máscara empleada por
Cantinflas, definible desde la teoría bergsoniana de la risa, en donde ésta
para producirse debe despojarse de cualquier sentimiento, de cualquier
inclinación sensible hacía el otro. El otro debe ser objeto y objetivo de risa,
por tal no puede ser subjetivado por el afecto...: Cantinflas trivializa el
dolor ajeno y se sirve del suyo propio para conmover y obtener beneficios…; Cantinflas
trivializa toda clase de sentimientos dolorosos ajenos. El dolor de la muerte,
por ejemplo se hace irrelevante en su obra.
Máscara del melodrama o
manipulación del sentimiento ajeno: El otro siempre es victima de sus propios
sentimientos y eso lo sabe bien Cantinflas, por eso se escuda en la compasión
que pueda inspirar en momentos específicos para adquirir algún beneficio (2003,
70-74).
Las caretas expuestas identifican lo que el
personaje entrega y expone a su interlocutor, para hacerlo, es necesario un
adversario, desnudándolo en sus intenciones o enredándolo en sus propósitos con
tres elementos directos y básicos de su dirección escénica, eficacia que se
logra con la soltura en algunas de sus cintas, y que cae en la monotonía con la
repetición del esquema hasta el aburrimiento. Cantinflas entra en el escenario popular por los rasgos distintivos
que podemos identificar en sus fases y máscaras, podemos observar en sus
personajes centrales, y paralelos, una semejanza con la vida cotidiana que
nuestros pueblos latinoamericanos han vivido, sobretodo en aquellos filmes
donde su retrato es exacto o semejante al hombre o mujer común y corriente que
debe sobrevivir ante las circunstancias de sus necesidades básicas.
Identificado inicialmente en el espacio
colombiano como payaso torero que visitaba las plazas taurinas, Cantinflas transitó luego a las
pantallas de nuestros espacios cinematográficos, sobretodo a aquellos que
tenían el rotulo de la franquicia Teatro México y su distribuidora Pelmex
–películas mexicanas-, todo un circuito de salas que ponían el acento cultural
de un país para mexicanizarnos un poco, y asumir sus estrellas musicales a
través de la radio, el cine, y posteriormente la televisión. Pero luego, en los
años ochentas, y a sus 75 años, la visita de la curtida estrella se dio para
ser presidente del jurado de nuestro Festival de Cine de Cartagena, muy
protegido de la inclemencia del clima, parece que Don Mario estuvo muy
resguardado en el hotel con su buzo cuello tortuga, y traje de paño, asuntos
anecdóticos de una semana fílmica donde el viejo actor parece fue muy adusto, y
poco cantinflesco.
A partir de los
elementos expuestos, sumados a algunos asuntos centrales del contenido biográfico del filme Cantinflas, podemos discernir las
posibilidades de uso que encontramos en su narración, la cual, sin lugar a
dudas, entra en el esquema de obras enfocadas a la relación “cine en el cine”,
orientadas a presentarle al espectador ciertos momentos donde un actor,
director, genero, o contexto histórico cinematográfico, se pone al alcance del
público con diversos ejemplos: Meliès, Chaplin, Marilyn Monroe, Orson Wells, el
western, la nueva ola francesa, etc. En el caso de la obra citada sus elementos
y homenajes fílmicos son relevantes, pero escuetamente representados, nos queda
faltando más de las intríngulis internas de Hollywood, y las luchas del
sindicato de actores mexicanos, y eso en consonancia con Cantinflas, puede quedarse en lo mínimo o sin sentido ante su importancia
histórica en México, y su escasa participación en el escenario estadounidense.
En conclusión: ¡Ahí no
está el detalle!
Ficha
Cantinflas, 2014, México.
Director:
Sebastián del Almo.
Guión: Edui
Tijerina, Sebastián del Amo
Música: Roque
Baños
Fotografía: Carlos
Hidalgo
Reparto: Óscar Jaenada, Michael Imperioli, Ilse Salas, Luis Gerardo Méndez, Ximena González Rubio, Ana Layevska, Gabriela de la Garza, Teresa Ruiz, Rodrigo Murray,
Bárbara Mori, Diana Lein.
Productora: Kenio
Films / Pantelion Films
Sinopsis:
Mike Todd, un excéntrico productor de Broadway, llega a Los Ángeles con un
proyecto de película bastante descabellado, La vuelta al mundo en 80 días, con
el que quiere sacudir el star-system de Hollywood. Mario Moreno es un cómico
que se gana la vida en las carpas de la Ciudad de México. Su personaje
Cantinflas lo lleva a volverse un ícono del cine mexicano, y uno de los
personajes más importantes de la industria fílmica. Sus caminos se cruzan en
una película que terminará ganando cinco premios Oscar, y un Globo de Oro para
Mario. (FILMAFFINITY)
Fuente
Juan
Diego Parra, Cantinflas o no ser: Ahí
está el detalle, Revista Kinetoscopio, Centro Colombo Americano de
Medellín, Vol. 14, No. 65, 66, 2003.