La segunda película de
Oscar Ruiz Navia entra en el escenario de las transmutaciones de una ciudad que
parece acoge diversas culturas y manifestaciones de la cotidianidad. Los que
han vivido en Cali identifican espacios urbanos –viejos y nuevos-, gentes
diversas que representan estratificaciones sociales y modos de vida en medio de
ciertas marginalidades expresadas en momentos culturales, familiares, locales,
nacionales y universales. Con Los Hongos,
nos metemos en pequeños mundos insertos en conflictos que parecen ajenos a
nuestro acontecer, pero que se inscriben mediáticamente en lo que oímos, vemos, y asumimos en nuestras
vidas encontradas.
A través de Ras y Calvin,
descubrimos parte de la ciudad, la que ellos recorren y transforman, notando
sus diferencias, similitudes y problemas; cada uno culturalmente diferente, y culturalmente
semejante en el gusto particular de transformar paredes y entregar mensajes que
recogen un momento que ya se nos hace histórico, la Revolución en Egipto del año 2011, primer conflicto que nos
presenta el director para socializarlo en una idea artística. El segundo
conflicto va de la mano de la pantalla televisiva, y la retorica de un
expresidente que escuchamos mientras el padre de Calvin termina de acomodarse
al nuevo día; y el álbum familiar de la abuela, quien expone brevemente algunas
imágenes para explicar con la brevedad y sencillez del caso, el episodio de la Violencia política colombiana de
mediados del siglo XX. El tercer conflicto que identificamos es el que viven
los protagonistas con la sociedad en la que se encuentran inmersos, al ser
agredidos físicamente por el orden policial establecido. Por lo tanto, tres
escenarios que no son ajenos a nuestras reflexiones del agitado mundo, se
entrecruzan para mostrarnos las posibilidades que se dan ante la inmediatez de
la noticia, y las opciones de la memoria y el olvido de nuestro contexto.
Entrar a los vínculos
familiares de los protagonistas nos lleva a conocer sus espacios: el de Ras, al
oriente de la ciudad, casa a medio construir, en obra negra, y sin las ventajas
de una vivienda digna, elementos que notamos e intuimos en el horizonte que él
observa al amanecer con vista al barrio; la casa de la abuela de Calvin, -donde
él vive-, muestra otras características, aquellas que la ubican en un sector de
clase media, mejor acomodada, y en plena decadencia. Los espacios donde
convergen, aquellos que “Cali-Calentura” entrega, muestran en cierta medida
abandono, belleza extraña que suma visualmente a la historia para vincularnos
en eso que ellos observan con el presente que les arranca el tiempo que parece
no alcanza para cumplir sus objetivos.
La multiculturalidad es
posible de observar en las manifestaciones que encontramos arraigadas y
denotadas con singularidad en acciones y poses tradicionales en “la forma del
ser caleño”; además cuando la cultura afrocolombiana entra en desarrollo con el
baile, los cantos, y el sincretismo religioso. También es notable en la música
que atraviesa la cinta, que va desde la salsa clásica, el bolero, la electrónica,
el reggaetón, los cantos cristianos, el punk, y aquella música subalterna de
grupos o tribus urbanas que ascienden en la noche para fusionar ritmos, y
contraponer las diversas historias personales sintonizadas con la unión de los géneros, y los problemas que suscitan y sucumben
en el vaivén de las relaciones.
Las referencias fílmicas
son directas, el gótico tropical del cineasta Carlos Mayolo entra con la escena
vampiresca de la película Carne de tu
Carne -1983- a través del video, y la pantalla que observa una de las
protagonistas; puro Grupo de Cali que notamos inclusive en uno de los grafitis
callejeros dedicados a la figura del “angelito empantanado” de los setentas
Andrés Caicedo, y en ese verde caluroso, húmedo, sudoroso e intenso que la
ciudad, con sus rincones internos, y sus alrededores, presenta para el deleite
visual.
Un payaso, la publicidad
de un almacén de ropa interior, un canal de televisión regional, y una canción
sin sentido, quedan gravitando extrañamente en la historia que venimos
observando, terminamos conociendo esos elementos por la familiaridades que nos
atan; sin embargo, para un espectador por fuera de los reconocimientos sociales
caleños y vallecaucanos, su puesta en escena deja de ser universal, y queda de
manifiesto cierto vacío en su argumento.
La película nos deja esa
desazón de Los Hongos caleños que
parecen tener una misión por cumplir ante las circunstancias de un problema en
común, dos adolescentes en busca de un destino que los lleva día por día a las
incertidumbres de una ciudad que no les ofrece mucho, y los discrimina. Nos
exhiben a través de sus vidas, el mundo local de una urbe global por medio de
un espacio tan filmado, tan reconocido, tan marginal, y extraño a la vez. Más allá de la historia,
de las bellas y encontradas imágenes de la ciudad de Cali que se convierten en
constantes postales de su vida filmada desde el periodo silente con referentes
repetitivos en el siglo XX, y en las nuevas películas realizadas, Los Hongos es un filme que recoge una
parte de la ciudad que se alimenta de diversas manifestaciones y estilos de
vida en creciente desarrollo y decadencia.
La insatisfacción de
algunos espectadores ante Los Hongos, está
en el desarrollo de las opciones que ofrece el presente a Ras y Calvin, nos
dejamos llevar por esa capacidad de imaginarnos algunas posibilidades que resultan
truncadas a pesar de las ramificaciones que nos ofrece un bello árbol en el
cual los dos apuestan por su futuro, sofisma simple que no alcanzamos a
solucionar para despedirnos en medio de tanta naturaleza que se estrella con el
ladrillo y el cemento.
Referencia fílmica
Los Hongos
Año: 2014, duración:
95 min. Colombia.
Director: Oscar Ruíz Navia. Guión: Oscar Ruíz Navia, César Augusto Acevedo
Productora: Coproducción
Colombia-Francia-México; Burning Blue / Contravía Films / Arizona Films /
Mantarraya Producciones. Género: Drama
Sinopsis: Cada noche después del trabajo,
Roberto pinta grafitis en distintos muros de su barrio al oriente de Cali.
Durante el día es obrero de construcción y el hijo de María, una dulce mulata
que emigró a la ciudad proveniente de la selva del pacífico. Roberto no ha
vuelto a dormir y está empezando a soñar despierto. María sufre por esto pues
piensa que alguien lo ha embrujado y el chico terminará en la locura. Un día
Roberto pierde su trabajo por robar varios tarros de pintura con los que venía
haciendo un gran mural en el lote contiguo a su casa. Sus vecinos están
cansados de sus imágenes, piensan que está promoviendo malos modales y el
desjuicio. Sin un peso para ayudar a su madre, atraviesa la ciudad en busca de
Eduardo, otro joven grafitero estudiante de bellas artes, que por esos días
vive unos días difíciles tras la desintegración de su familia y el cáncer que
padece su abuela. Los jóvenes irán sin rumbo fijo por la ciudad, y como dos
hongos contaminarán su entorno, esta vez de inmensa libertad.
(Tomado de: http://www.filmaffinity.com/es/film724352.html )
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