Qué es pues el
cine entonces?
Pues bien, el
cine es simplemente “normal”, como la vida.
Roland Barthes.
Asdrúbal González quedo frustrado ante
el espectáculo ofrecido por la comunidad al sentirse en plena oscuridad por
arte de magia a causa del cinematógrafo, la penumbra, aliada fiel de las
imágenes en el rito de encuentro entre el público y las escenas del rollo que
nunca supimos de que se trataban, suscito escándalo, y dio al traste ante la experiencia
de “el cine por primera vez” en un pueblo que ansioso asistió el encuentro, pero
no asimiló el acto primario de la atmosfera indicada para integrarse al pasatiempo
fílmico.
Tal vez el primer camino productivo del
cine como espectáculo, fue el ofrecido por González, ganancias que fueron
sumando a un ahorro propicio para instalarse en alguna ciudad, y con otros
socios, construir un teatro para seguir proyectando películas, además de otras
actividades artísticas. Cines que fueron apareciendo ubicados estratégicamente en
el espacio urbano, salones generadores de cultura que fueron adquiriendo las principales
obras del circuito cinematográfico mundial, teatros que arquitectónicamente marcaban
pautas estilísticas ante el escenario de la pantalla gigante, y sus asistentes estratificados
que también empezaban a exigir calidad por el precio de una entrada.
Nuestras principales ciudades guardan en
su memoria arquitectónica esos palacios de divertimento social que exhibieron
lo mejor del séptimo arte, algunos ya destruidos, otros restaurados, y algunos
convertidos para otros oficios: iglesias cristianas, parqueaderos o ventas de chucherías.
En Bogotá tendríamos el ejemplo del restaurado Teatro Faenza -1924-; en Medellín
el Teatro Junín -1924-, destruido en 1967 para construir el edificio Coltejer; Cali
y el Teatro San Fernando, sitio de las exhibiciones del Cine club de Cali en
los setentas, convertido en iglesia cristiana; en Barranquilla el Teatro Apolo
-1930- luego reconstruido con el nombre de Teatro Metro.
Un caso especial, para el objetivo del
texto en su última parte, es el Teatro Egipto -1950-, ubicado en la capital
colombiana en la calle décima, a mitad de una efímera y empinada cuadra que comunica
el centro histórico del barrio La Candelaria con la circunvalar y la
tradicional Iglesia de Nuestra Señora de Egipto. Espacio público de exhibición
cinematográfica convertido en “taller de reciclaje” como informa su aviso, allí
cada semana, un camión descarga variados objetos que a otros no le sirven, también
opera como pulguero de ropa usada, en su interior puede usted encontrar un
gran lote dividido en piezas que resguardan diversos artículos: muebles viejos,
cartón, pupitres escolares en desuso, estantes, neveras, televisores, lámparas,
vidrios partidos, ataúdes –si se les ofrece-, entre otros elementos.
Según
la investigación de Ávila y López sobre las Salas
de Cine, el Teatro Egipto hace parte de la Fase IV: (1940-1969) La edad de
oro,
etapa donde aparecen y proliferan en la ciudad los cines de barrio en
medio de los diversos procesos de crecimiento que sufría Bogotá, dándose una
descentralización del cine como entretenimiento en espacios residenciales
populares consolidados o en pleno crecimiento, bajos rasgos no ajenos a la
situación sociopolítica del país como la migración del campo a la ciudad
o por el contrario a los planes urbanísticos implementados: “Las salas de cine
de escala barrial acompañaron los procesos de estructuración y fortalecimiento
de comunidades obreras principalmente, por cuanto enriquecieron el
espacio cotidiano al conformar plazas y parques centrales, como el Teatro Junín
en el barrio Santa Sofía, el Santa Cecilia en el Olaya Herrera, el Unión en la
Perseverancia, y los teatros Las Cruces y Quiroga en los barrios del
mismo nombre” (pg. 30). También se sumaron grandes empresas de producción
internacional que adaptaron sus propios teatros con exclusividad en sus cintas,
tal es el caso del M.G.M, sumándole el doblaje en las películas norteamericanas
que entraban en franca lid con el cine mexicano, lo que además de sumar
variedad en la oferta, trajo consigo una clasificación en los rangos de precios
por entrada en tres categorías definidas como teatros de primera, teatros de
segunda, y teatros de barrio, estos últimos con un precio menor en su boleta.
En
conclusión, “el cine por primera vez” en sus tres partes, trató de ubicar reflexiones
diversas sobre el encuentro con el cinematógrafo: primero, invitando a un
ejercicio de memoria que nos llevara a esa primera vez con las imágenes hechas
movimiento, cruzando experiencias personales con acciones concretas de la historia
del cine; segundo, transcribiendo un caso literario del espectáculo de feria
ofrecido en una población que se asombró y censuro “la insoportable oscuridad
del espacio fílmico”; tercero, al presentar nuestros palacios de exhibición con
un ejemplo concreto.
Fuentes
Jairo Andrés Ávila G., Fabio López S., Las Salas de Cine, Alcaldía Mayor de
Bogotá, Archivo de Bogotá, 2006.
http://yamidencine-y-filo.blogspot.com/2011/08/salas-de-cine.html
2 comentarios:
Gracias por el articulo, Yamid. pero me quedo la duda sobre tu primer contacto con el cine. un abrazo
Andrés, gracias por tu comentario, la respuesta a tu pregunta está en la primera a parte en el primer párrafo, en el famoso film del "Dr. Muelitas". Un abrazo.
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