9.4.14

Canaguaro

Director: Dunav Kuzmanich.
Guion: Dunav Kuzmanich, Pepe Sánchez, y Marcelo Romo.
Guion Literario: Isabel Sánchez.
Interpretes: Alberto Jiménez, Hernando Casanova, Eduardo Vidal, pepe Sánchez, Álvaro Ruiz, Arnulfo Briceño, entre otros.
1981, 87 minutos, color.
16 mm. Ampliado a 35 mm. Ficción.

Dunav Kuzmanich, chileno de nacimiento, llegó al país en 1975, dos años después del golpe militar que derrocó a Salvador Allende. Su experiencia en el país austral se traslada a Colombia en momentos  donde el Sobreprecio y la aparición de Focine, fomentaban un nuevo ciclo fílmico dentro de la cinematografía nacional. Además de dirigir, también fue guionista, montajista, y director de cámaras. Su accionar –en cine y televisión- lo podemos ubicar desde la producción Cadáveres para el Alba en 1975, hasta La Nave de los Sueños en 1996.

En el año 2013 el Instituto Distrital de las Artes –IDARTES-, la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano, y Proimágenes Colombia, homenajearon al director, seleccionando y recuperando la obra en un paquete de películas que suman al repertorio ya reconocido de Cine Silente, Historia del Cine Colombiano, y la Colección 40/25.  Oportunidad única para los aficionados al cine nacional para conocer la obra de Dunav, y encontrar historias vinculantes con la cotidianidad de un país, en este caso la película que nos convoca desde ese oprobioso capitulo de nuestra historia denominada eufemísticamente “la violencia”.              


La cinta nos ubica de entrada en un momento trascendental para la vida política y social del país, el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán el 9 de abril de 1948, y lo que desembocó en el Bogotazo, escuchando parte de uno de sus discursos, y observando material de archivo de los desordenes de ese viernes negro. Después escuchamos otra voz –en off-, la de Juan Harvey Caicedo:

…. El 9 de abril de 1948 es asesinado en Bogotá el líder popular Jorge Eliecer Gaitán. La violencia, que hacia ya tiempo se abatía socarradamente sobre los campos de Colombia se desata ahora en Bogotá, la multitud  se vuelca en las calles buscando en quién vengarse, en quién descargar su ira, a quién hacer pagar por la muerte de sus más inmediatas esperanzas, se inicia la llamada época de la Violencia. Una larga guerra que se arrastrará por cinco años en todo el ámbito de Colombia, cientos de miles de muertos, atrocidades sin cuento, pueblos enteros desaparecidos bajo las llamas, familias que huyen sin saber a dónde, son el telón de fondo de una situación sin derrotero ni destino. El caos político encuentra salida en una guerra anárquica en la que el pueblo lucha porque se siente agredido, pisoteado, herido, aunque sin saber claramente que es lo qué busca, que es lo qué quiere, hacía dónde va. Pero llegó el momento en que ese inmenso número de muertos del pueblo colombiano, empezó a dar un sentido a la lucha, empezó a señalar un camino, empezó a decir ¡basta ya! Y es así como en los Llanos Orientales, se forma uno de los frentes más importantes en esa cruenta lucha por encontrar el camino hacía el destino del pueblo.             

El contexto histórico de la película va desde el Bogotazo hasta la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla (1948-1953). Los Llanos Orientales se convierten en el espacio geográfico donde ocurren los hechos, alzados en armas de la región que están vinculados indirectamente a uno de los partidos políticos, confluyendo en el constante conflicto de los abusos policiales de los llamados Chulavitas, con escenas de un horror que no cesa en la actualidad: despojo, desplazamiento, asesinatos, violaciones, etc. La garantía de tener mejores armas para contrarrestar al enemigo político, mantiene vivas las esperanzas del grupo comandado por Canaguaro, apodo del líder guerrillero –puesto por nacer en la vereda Canaguaro y por ser bueno para pelear- que se mueve entre los recuerdos de un pasado violento en que su familia sucumbió, y la realidad de su existencia. Las armas nunca llegan, “la guerra termina” dice uno de los emisarios, comienza un nuevo país, más incluyente, entreguen las armas, es el postulado. La acción es real, y en ella las guerrillas del llano con Guadalupe Salcedo, el resto es historia, píldora para la memoria, aquella que el artista Oscar Muñoz nos pone con su obra emblanquecida, borrosa, de esa fila de personajes anónimos de un momento histórico, y en ella, el guerrillero.    


El fuego, el sagrado corazón de Jesús, los godos, el Estado, un doctor bogotano, el espacio rural, un maestro de escuela, familias desplazadas, odio, venganza, hacendados ganaderos, entre otros, suman a la simbología de un accionar violento del cual no terminamos de sacudirnos, y podemos asociar a historias de vida con nuestros padres y abuelos, cada uno contándolo desde un punto de vista diferente, pero con lugares comunes.

Canaguaro es una película vigente, y básica en el repertorio del tema de la violencia en Colombia, sin lugar a dudas, aporta al debate como manifestación artística que soporta los embates del tiempo en momentos de dialogo.

*Agradezco a Rito A. Torres –Subdirector Técnico de la FPFC- por facilitar los materiales fílmicos del director Dunav Kuzmanich

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