14.6.16

Borges en Cali

En agosto de 1965, la revista Cromos publicó una entrevista de José Pardo Llada al escritor argentino Jorge Luis Borges. Su visita al país había corrido por instancias del Ministro de Relaciones Exteriores de Argentina en un raudo recorrido por la capital colombiana, Medellín y Cali; ciudad escenario del documento que presentamos hoy a propósito de los 30 años de su deceso. Con el título sugestivo Pregunto Jorge Luis Borges en Cali: ¿Todavía hay alguien que lea La “María” ?, encontramos una variedad de referencias interesantes en el contexto de su situación de incapacidad visual, y el acertado dominio temático del entrevistador al poner a su figura central a incitar con sus respuestas a la polémica.

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Borges está casi ciego. (“Dios con magnífica ironía, me dio a la vez los libros y la noche”) Solo ve formas vagas, siluetas, colores violentos.

-Esta mesa me parece roja…? ¿O más bien no será color cereza?

Como no ve, se deleita en los goces de la memoria y el pensamiento. La ceguera le concede una expresión puramente espiritual, siempre como ausente y desvaída. Alguien dijo que tenía “aspecto de náufrago”. Conmueve ver el rostro de este hombre, de rasgos hermosos, piel rosada como de niño, y ojos azules, muy claros, de un brillo raro y fascinante.

Luego de acompañarlo durante toda su escala en Cali, escuchándolo siempre, provocando sus juicios lúcidos, ingeniosos, sorprendentes, comprobé que Borges utiliza a veces su ceguera como pretexto defensivo:

-No, no sé nada de literatura actual de Colombia. Hace doce años que no leo ni escribo…

-Sí, conozco a Sartre, pero apenas lo he leído. Ud. Sabe la vista…

Pero Borges se pasa el tiempo escuchando la lectura de libros en la voz de su madre doña Leonor Acevedo de Borges o de su amigo y secretario Adolfo Bioy Cáceres.
-Compro libros, muchos libros. El dinero que gano con mis libros, lo gasto comprando libros. Y ahora están muy caros…
   
Escuchando a Borges, da la impresión de haberlo leído todo. Y su memoria es fabulosa. Le pregunté si era cierto que había dicho alguna vez que “escribir en español era como cantar debajo de la ducha”.

-No yo no he dicho eso. Ud. debe haberlo leído en una entrevista que me hizo un joven periodista cubano en New York…

-Si Bernardo Viera…

-Es su amigo?

-Sí, un viejo y querido amigo…

-Entonces no hay que rectificarlo. Además, la frase está bien, es graciosa.

-En aquella entrevista Ud. Condenaba enérgicamente el comunismo y su bárbara expresión americana: el castrocomunismo.

-Sí, y lo repetido muchas veces. He tenido siempre una posición muy clara frente a Castro y el comunismo. Lo mismo que hace años frente al nazismo. Yo estoy contra todas las dictaduras. Las dictaduras fomentan la opresión, el servilismo, la crueldad, pero lo más abominable de todo es que fomentan la estupidez.
  
    A Borges se le señaló el año pasado como uno de los candidatos al Premio Nobel de Literatura, en el grupo finalista de donde fue escogido Jean Paul Sartre.

- ¿Profesor, si a Ud. le concedieran el Nobel, lo rechazaría como Sartre?

-Por supuesto que no. Cobraría los 50 mil dólares con muchísima codicia…

-Eso significa que no comparte Ud. ¿La filosofía de Sartre?

-Bueno… ¿A “eso”, podríamos llamarlo “filosofía”?
Borges, que es un hombre de absoluta honestidad intelectual, se siente obligado a una aclaración:

-Personalmente yo agradezco al Sr. Sartre referencias a mis libros, pero le confieso que no me gusta Sartre.
v   
Borges “descubrió” rápidamente mi acento antillano.

-Ud. no es colombiano, no habla como colombiano.

-Soy cubano y exiliado.

-Ah, ¡pobre Cuba!

Y luego:

-Allí vivió Hemingway. ¿Le conoció Ud.?

-Bueno, le vi varias veces…, era una figura popular en la Habana.

- ¿Era un hombre corpulento?

-Sí, alto, fornido, macizo.

Y Borges insiste en preguntar sobre Hemingway. ¿Cómo vestía? ¿Tomaba mucho? ¿Era bonita su mujer? ¿Quiénes eran sus amigos?  Hablaba bien el español? ¿Es cierto que ganaba mucho dinero?

Tanto interés por Hemingway me hizo pensar que Borges lo admiraba. Así se lo dije y contestó:

-Nunca entendí ese empeño de Hemingway en exaltar la violencia. No creo interesante hacer héroes de “gangsters” y boxeadores…

-Bien, maestro, pero también en algunos de sus cuentos –“Hombre de la esquina rosada”, “El asesino desinteresado”. “El espantoso redentor”- Ud. Hace la exaltación de los hombres de coraje: Francisco Real, Billy the Kid, Lazarus Morell…

-Si seguramente que sí, pero esos cuentos no los volvería a escribir. Fueron publicados en 1933; entonces yo era joven. Además, en mi tiempo, los “guapos” o “cuchilleros” de Buenos Aires no eran “gangsters”, no mataban por negocio, como los héroes de Hemingway. Eran unos “guapos desinteresados”, que practicaban el lujo del coraje, se mataban por honor. Conocí a uno de ellos, muy fino, que me decía: “Yo he ido muchas veces a la cárcel, señor Borges, pero le juro que fue siempre por homicidio, nunca por robo ni estafa…”
   
Borges no gusta expresar opiniones sobre escritores en español. Pero no parece estimar mucho a los escritores argentinos contemporáneos. (“En la Argentina pasamos del francés al inglés y del inglés a la ignorancia”). Pero cuando ofrece algún juicio, es siempre objetivo, desapasionado y exacto.

-Baroja me pareció bien cuando lo leí de joven. Ya no. Baroja era médico y los médicos no son muy buenos escritores. Otro escritor médico, Arturo Conan Doyle, tuvo el buen gusto de ironizar a sus colegas de profesión, presentando al Dr. Watson casi como un tonto. No me puede gustar Baroja, me parece mal que un escritor presuma de no escribir bien, que exhiba ostentosamente su propio descuido. Además, en las novelas de Baroja no pasa nada. La trama se limita apuros cambios de domicilio. Y sus personajes violentos no existen. Aquel célebre “Zalacaín el Aventurero”, era un hombre absolutamente tranquilo y burgués.
“la María” de Jorge Isaacs.

- ¿Pero es que todavía algún joven en Colombia lee la “María? Eso, para mí, es como un recuerdo romántico, de los más viejos, de los muy viejos…
“La Vorágine” de Rivera es una gran novela americana. Su retórica barroca es adecuada para retratar el paisaje de la selva. Leyendo “La Vorágine”, tan fuerte, tan expresiva, uno comprende la flojedad y blandura de nuestro “Segundo Sombra” de Guiraldes.
“La mejor novela argentina, y no me gusta la palabra “mejor”, debe ser “Facundo” de Sarmiento y el “Martín Fierro” que es también una novela”.

  
Le mencioné a Borges algunos escritores cubanos: Mañach, Baquero, Carpentier. Dijo no conocerlos (Volvió a repetir que hace doce años no lee ni escribe). Al poco rato rectificó.

-En Buenos Aires conocí a un escritor cubano, Virgilio Piñera. Escribe cuentos, y lo hace bien, muy bien…

En Cali, Borges disertó sobre “poesía gauchesca” -Echavarría, Estanislao del Campo, Almafuerte, los payadores- pero en la charla confesó sus admiraciones universales:

-Verlaine es el más grande de los poetas. Muchos piensan que decir esto es anticuado, pero los poetas que vinieron después de Verlaine son todavía más anticuados. En la Argentina, ¡nos pasó algo parecido con Lugones! El viejo maldito se nos adelantó a todos.  
  
Borges, el más grande escritor contemporáneo en idioma español -traducido a más de veinte idiomas- no ha escrito una sola novela. Su obra se compone de cuentos cortos, poemas, ensayos, relatos fantásticos:

-No, yo no tengo “obra”. Lo mío son cabos, trocitos…

- ¿Y por qué no ha escrito una novela?

-Porque no la sabría escribir. Además, no confió en la novela: terminará por acabarse, como se acabaron los dramas de cinco actos. Me gustan Tolstoi, Dickens, Flaubert, pero no creo que ya puedan escribirse grandes novelas. El cuento es mi género preferido. La novela puede desaparecer, el cuento no. Si el cuento se escribe como lo escribieron Kipling y Stevenson, puede tener más densidad que la novela.

-De sus cuentos, ¿cuál recuerda con más cariño?

-El “Aleph” no me parece mal… Allí retraté -con otro nombre, por supuesto- a una mujer de la que vivía enamorado. La llamé Beatriz Elena Viterbo. Era una mujer terriblemente cursi; no sé cómo llegué a enamorarme de ella…

- ¿Y por qué no se ha casado?

-Porque me he enamorado muchas veces.

-Es verdad que abomina su cuento más famoso, ¿“Hombre de la esquina rosada”?

-No he vuelto a leerlo más nunca. Me parece de excesivo color local. Allí planteé una situación falsa, puramente cinematográfica. Los “matones” no actúan como aquel Francisco Real de mi cuento. Son más taimados, más astutos, más hipócritas, menos espectaculares.
Ahora Borges escribe letras de tangos y milongas.
¿Y por qué maestro?

-Esos siempre han sido temas míos. Tengo verdadera afición por la mitología del arrabal de Buenos Aires.

- ¿Y qué dirán de estas letras de tangos, los que lo han llamado a Ud. “escritor para escritores” aludiendo a su estilo, a veces difícil?     

-No me interesan lo que digan. Además, yo no aspiro a ser un escritor para escritores. Con ser escritor, basta. Cuando yo escribo, sobre todo ahora, trato de evitarle dificultades al lector. Cuando empecé a escribir, como todos los principiantes, presumía de un vasto vocabulario, abundaba en arcaísmos y neologismos. Ahora trato de escribir de modo que las palabras no distraigan del sentido y de la emoción. Trato de hacer más fácil la lectura. Pero, realmente, yo nunca he escrito pensando que me lean. Una novela, o un cuento, es como una carta que uno escribe a algunos amigos. Con las letras de mis tangos y milongas, no aspiro al aplauso de mis contemporáneos, sino a la aprobación de mis antepasados.
“Tal vez la verdadera literatura es la que se hace con la memoria heredada. Yo no entiendo esa teoría socialista de que la literatura debe captar los problemas actuales. De eso debe ocuparse el periodismo. Homero y Shakespeare escribieron sobre hechos acecidos muchos años o siglos antes. Quizás, para ser escritor, haya que repetir con Kipling: “Un escritor si tiene suerte, está dado a escribir fábulas”. Pero no se sabe cuál va a ser la moraleja de esas fábulas”
   
 Borges ve algo de noche. Ayudado por unas gafas de cristal opaco, como empañado, me dijo que algunas veces asiste a sesiones de cine. (“De joven yo era un fanático del cine. En mis primeros cuentos hay mucha influencia cinematográfica”).

-He visto en estos últimos años muy pocas películas. Pero “Lawrence de Arabia” me parece memorable. Además, ahora escribo guiones cinematográficos. Ya han hecho alguna película con algunos de ellos. Dicen que no ha quedado del todo mal.

Llevé a Borges a distintos lugares de Cali. Invariablemente cada vez que se bajaba del auto, preguntaba:

-Dígame, ¿dónde estamos? ¿al norte?  ¿al sur?
Esta curiosa manía de orientación, es pareja a su gusto por paladear las palabras. Borges se recrea con las palabras.

-Qué bello que digan en Colombia oriente y Occidente, y no Este y Oeste como en la Argentina. Este y Oeste es feo. Tal vez no tanto Oeste, por su leyenda. Pero sí Este. Es también bella la palabra “Sur”.

Le obsequié un dulce de “fruta bomba” (“papaya” en Colombia) y preguntaba como un niño:

- ¿Papaya? ¿Y qué quiere decir este nombre? ¿No será de origen indio? 
Repite los apellidos, los nombres:

-Conocí hoy a un señor Julio Chiclana, nombre magnifico…
   
Había leído que a Borges le nombrarían profesor Eméritus de la Universidad de Oxford. Le pregunté sobre la distinción en la vieja y tradicional universidad inglesa:

-No, no. Debe haber leído que en estos días el Imperio Británico me concede un alto honor oficial, que por cierto ha servido para que mis amigos en Buenos Aires me llamen en broma “Sir George”.
“Estos homenajes -siempre injustos- no me causa sino sorpresa, pero a mi madre tan ancianita le llenan de orgullo. Ud. comprenderá que la única persona que considera seriamente que yo soy todo un “Sir ingles” es mi pobre madre…

En ese momento me pareció Borges un hombre tremendamente triste y recordé sus versos cuando le nombraron -ya ciego- Director de la Biblioteca Nacional:

“Nadie rebaje a lágrima o reproche esta declaración de la maestría de Dios, que con magnífica ironía, me dio a la vez los libros y la noche. De esta ciudad de libros hizo dueños a unos ojos sin luz, que solo puedan leer en las bibliotecas de los sueños…      
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Referencia e imagen
Preguntó Jorge Luis Borges, ¿Todavía hay alguien que lea La “María” ?, Entrevista José Pardo Llada, Revista Cromos, Agosto 9 de 1965. 

            

12.6.16

La política de los autores -Entrevistas-

La revista de crítica cinematográfica francesa Cahiers du Cinéma, publicó en el año 2001 una serie de entrevistas a directores identificados dentro de esa tendencia denominada teoría de autor; traducción que vino por medio de Miguel Rubio para ediciones Paidós en el año 2003.

El prólogo de este trabajo compilatorio estuvo a cargo de Serge Daney, quien nos entrega una mirada panorámica a lo que fue la Nouvelle Vague, y sus principales momentos de impacto en el fenómeno estético del cine en el periodo: “primera generación de cineastas cinéfilos de la historia del cine”, admiradores de ciertos cineastas ya con marca registrada, pero que se salían de algunos esquemas tradicionales sin significar aquello que no hicieran parte de una industria, la europea, la hollywoodense:

[…] Esta generación tuvo otra suerte: se creyó justiciera. La historia del cine, la que Sadoul y Mitry contaban, era injusta, llena de prejuicios, de agujeros y de aproximaciones. Gracias a Henri Langlois, todas las tardes, había materia que descubrir y redescubrir, que evaluar y reevaluar. El panteón del “séptimo arte” no era todavía ese monumento en el que, anticipadamente y sin rebelarnos, aceptamos perdernos. La tarea de la generación precedente -la de Bazin y el movimiento de los cine-clubes- consistió en volver a apropiarse del cine considerado como una historia única. En el ambiente de la guerra fría, fue necesario rehabilitar al cine americano, servirse del neorrealismo italiano como de una palanca, mantener una mirada teórica sobre el cine soviético, reprochar su academicismo al cine francés consagrado a las “adaptaciones literarias”. Y estar dispuestos a descubrir otra cosa, fuera donde fuera, en Japón, por ejemplo (p. 12).

En ese contexto histórico, y con cuatro emblemas en la creación fílmica, se da un giro representativo, los europeos Renoir y Rossellini, y los norteamericanos Hawks y Hitchcock; partiendo según Daney de tres negativas a la política de los autores:

-Los primeros veían mal cómo un filme podía ser obra de un solo autor, ya que es de notoriedad pública el hecho de que el cine “no se hace solo”.
-Los de segundo tipo, les costaba aceptar el supuesto “de que un filme tenga a veces un autor, se afirme seriamente que lo sea asimismo “por derecho divino” de toda su filmografía”.
-Los últimos, reflexionaban sobre el por qué no se contentaban con aquellos que lo eran desde siempre, de manera ostensible y a veces dramática. El concepto de autor se dedicaba en última instancia a una galería de monstruos, demasiado singulares para la maquinaria hollywoodense que había terminado por rechazarles…” (p.13)



Con esta introducción, que resume apropiadamente un momento álgido de la Historia del Cine, el lector podrá entender ciertas particularidades y “autores” que dieron vida y pelea a una concepción de las imágenes en movimiento más allá de su impacto comercial o cultural; todo, mediado por la situación social y política europea de postguerra, y enmarcada en la cinefilia pura de personajes que la respiraban constantemente por sus poros como factor básico de reflexión y visualización puesta en práctica con sus propias obras.
Para entenderlo, y teniendo en cuenta que el documento citado es escrito en 1984, volvamos sobre la conceptualización:

[…] Ahora bien, ¿qué hay de más prototípico, incluso atípico, que un filme de “autor”? Sin embargo, siempre en la distancia, puede decirse que los Cahiers amarillos, al lanzar su famosa política, no hicieron más que llevar a cabo un proceso que se había iniciado mucho tiempo: el reconocimiento del cine como arte y del cineasta como artista, según la concepción romántica del autor-demiurgo-propietario de su obra que existía ya en la literatura (p. 15).      

El contenido de este libro para cinéfilos interesados es el siguiente:

-Entrevista con Jean Renoir (Jacques Rivette y François Truffaut).
-Entrevista con Fritz Lang (Jean Domarchi y Jaques Rivette).
-Entrevista con Howard Hawks (Jaques Becker, Jacques Rivette y François Truffaut).
-Entrevista con Alfred Hitchcock (Claude Chabrol y François Truffaut) seguida de una
Nueva entrevista (Jean Domarchi y Jean Douchet).
-Entrevista con Luis Buñuel (André Bazin y Jaques Doniol-Valcroze).
-Entrevista con Robert Bresson (Michel Delahaye y Jean-Luc Godard) 
 

Como ocurre en este recurso literario de interacción entre entrevistado y entrevistador, podemos encontrar una línea temática ya definida por los autores que va en dirección del proceso de realización cinematográfica que han llevado a cabo estos personajes en mención. El cine se atraviesa constantemente, y en él momentos cruciales para entender el armazón de la realización. Por ejemplo, Hitchcock:

[…] La Soga es el primer filme en el cual ha utilizado el “ten minutes take”. Si, fue en La Soga donde hice la experiencia. Creé una técnica nueva porque me dije: he aquí una historia que pasa en un solo decorado, en una hora y media; por consiguiente, es necesario que yo fabrique una técnica cinematográfica especial, que sea continua, sin que se detenga nunca, sin cortar nada, para crear esa misma sensación de continuidad (p.121).

El libro se torna como un objeto de consulta para profundizar sobre los contenidos venidos de la experticia de un grupo de directores de cine que marcaron una influencia en el denotado orden de la llamada teoría de autor. Siempre vigente y polémica en la trama de los procesos de aprendizaje enfocados al cine, en este caso desde su historia y sociología, dos áreas cada vez menos apreciadas por quienes desean convertirse en futuros cineastas.

Referencia
La política de los autores, Cahiers du Cinema, 2001. Colección La memoria del cine 17, Paidós, 2003, España, 189 páginas.