El trabajo de columnista que Andrés
Caicedo sostenía en los periódicos de la ciudad donde escribía critica
cinematográfica con el titulo de Cine y
Filo (titulo acuñado por Guillermo Lemos), y luego Ojo al Cine, sirve
de antecedente al folleto publicado y mejor editado que el boletín semanal
entregado los sábados en el Teatro San Fernando por el Cine club de Cali[i]. De este primer
intento saldrían cinco números entre los meses de mayo de 1971 y septiembre de
1972, el primero publicado sólo por Caicedo, con un total de 16 páginas, los
cuatro siguientes serían el trabajo en conjunto de un grupo de estudio. El
interés por seguir publicando renace nuevamente cuando Andrés Caicedo llega de
los Estados Unidos, ya que la idea de sacar una revista que tenía su primer
intento con el folleto trae el impulso necesario:
[...]
A Colombia regrese un tanto desilusionado (Hollywood no existía) después de
casi un año de pasar trabajos, de mantener un recuerdo de mi tierra magnificado
por la distancia. Vine con la idea expresa de editar una revista, y a los
cuatro meses ya teníamos en circulación nuestra Ojo al Cine, que fue un éxito de venta y de crítica. Mientras
tanto, yo había publicado crítica de cine en Occidente, El Espectador, El País y recién cuando se fundó el
diario El Pueblo. Y también en la revista Hablemos de Cine, lo que había sido
uno de mis sueños dorados[ii].
Otro de los incentivos vino del ciclo
retrospectivo de Cine Colombiano -1950 a 1970-, programado
por la Cinemateca Distrital de Bogotá en
el segundo semestre de 1973, lo cual permitió que algunas películas fueran
programadas por el Cine club de Cali, iniciando un trabajo crítico por parte de
Ramiro Arbeláez y Carlos Mayolo para el primer número de la revista Ojo al Cine. Estaba el contexto propicio
para que la reflexión no fuera solamente sobre películas extranjeras, sino
sobre nuestras imágenes en movimiento, esas dos cosas se juntaron y lograron
escribir la revista con ayuda de algunos colaboradores de afuera, en su mayoría
amigos de Andrés Caicedo, se trataba de los españoles Miguel Marías, Ramón Font
y Segismundo Molist, reforzados por los peruanos Isaac León Frías y Juan M.
Bullita; el teórico de la comunicación social Jesús Martín Barbero, y los
colombianos Hernando Salcedo Silva, Jorge Silva, Luís Alberto Álvarez, Marta
Rodríguez, Lisandro Duque, Julio Luzardo, Juan Diego Caicedo, Umberto Valverde,
Alberto Rodríguez; además de los directores del Cine club de Cali y la
colaboración fotográfica de Eduardo Carvajal.
Uno de los objetivos del grupo de
redacción de la revista era su periodicidad, pero no fue posible, ya que las
publicaciones en Colombia para la época en que se editaba atravesaban por
muchas dificultades; los costos eran enormes y es sabido que de las
suscripciones y las ventas no se sobrevive, esto lo comprueba que sólo salieran
a la luz publica cinco números. La financiación básicamente se dio con el
dinero de la taquilla por recaudación de las funciones sabatinas, lo cual
desmejoró el presupuesto destinado para el sostenimiento del Cine club y la
revista, desde esa perspectiva apunta Arbeláez:
[...]
La ayuda se complementaba con las suscripciones a la revista, con su venta que llegaba a cuentagotas,
aunque se vendía bien, recuperar el dinero por distribución era muy difícil.
Aunque también la publicidad nos ayudo en algo, pero se convirtió en algo difícil de conseguir en
cada número, en las primeras ediciones hay un entusiasmo especial; luego la gente que ayuda se va agotando, y ya
no te ayudan tres, dos veces, sino una. Entonces es muy difícil de mantener,
además nosotros no éramos muy buenos para conseguir esa financiación, nos
faltaba tiempo o no teníamos ese espíritu de vendedores, nos faltaba una
persona que nos relacionara más con el mundo del cual venía la financiación; en
resumen, básicamente la ayuda fue de amigos, y familiares[iii].
Posterior a los cinco números del
folleto Ojo al Cine que sirven de
antecedente en cuanto la conformación de un grupo de trabajo editorial, se
cristaliza la idea de publicar una revista, acorde a la labor de divulgación
que debe cumplir un Cine club. La revista hace parte de toda la ideología que
envuelve al Cine club de Cali desde
su creación y forma de programar el cine como espectáculo para el público, en
esa perspectiva uno de sus directores argumenta:
[...]
En esos momentos de ebullición de ideas, de remolino de acontecimientos
culturales y políticos que nos tocó vivir, además, iniciando nuestra juventud;
en se periodo de aprendizajes es posible que hayamos cometido muchos errores de
apreciación, de juicio, de desmesura. Recuerden que estamos en al etapa de la
cinefilia y lo que manda en uno es la pasión por el cine. Por eso la escritura,
la critica puede verse como un proceso de atenuación de la pasión, de intento
de racionalización, y reconozco que es posible que en muchos casos la razón no
haya conseguido vencer a la pasión, pero también sé hoy que la mejor respuesta
al arte no tiene porque ser necesariamente racional, ya que el arte es también
pasión, también emoción, también sentimiento. Recuerdo que una conducta que
tratamos de seguir siempre en la revista era la de pedir una buena crítica al
que más amara una película, y una mala crítica al que más la odiara, de allí
que es muy probable que hubiera excesos[iv].
Unos meses después de salir el primer
número de la revista llega la confirmación desde el Ministerio de Gobierno del
registro de propiedad intelectual de Ojo
al Cine con la resolución Nº 000811
con fecha del 10 de junio de 1975, siendo de carácter cultural, y como
propietarios y directores a los señores Andrés Caicedo, Luis Ospina y Ramiro
Arbeláez[v]. En la
correspondencia recibida por la revista Ojo
al Cine, se encuentran telegramas, postales, cartas, suscripciones a
revistas internacionales e invitaciones. Inicialmente se observa una
internacionalización de la revista; primero, por tener colaboradores
extranjeros; segundo, por lo registros que se ubican en diversos sitios de
Colombia y el mundo.
La opinión de Arbeláez sobre el efecto de la revista, aclara su
función, anunciando que fue bien
recibida en círculos que estudiaban y veían en el cine una opción de trabajo
intelectual y académico; la información recibida del común de las personas que
participaban del Cine club, era que una publicación especializada de cine en
Colombia hacia falta, y aún más si se reflexionaba sobre el cine y sus
condiciones de realización:
[...] De alguna manera puede que haya aportado
algo, algún elemento de discusión que en ese momento se estaba llevando acerca
del cine colombiano; así el artículo sobre Cine Colombiano hubiera causado en
algunas personas cierto rechazo, primero, por el tono un poco sarcástico que se
uso, algunas críticas que nos hicieron
tenían razón. Un poco más tarde yo me di cuenta, que en algunas cosas a
mí y a Mayolo se nos había ido la mano, un artículo realizado por dos estaba
influido de una opinión muy personal sobre ciertas personas y obras, no fuimos
muy objetivos, y en eso nos dio mucha madera Hernando Martínez Pardo en su
libro Historia del Cine Colombiano. Pardo hizo referencia a las críticas sobre
el cine colombiano, sobretodo en lo concerniente a los números 1 y 2. Umberto Valverde también tiene una reacción
frente a ese artículo; pero en general se puede decir que fue bien recibida, es
decir, una publicación que hacia falta, un resultado bueno para llenar un vacío
evidente, un sitio para reflexionar intensamente y extensamente sobre cine.
Había en los diarios columnas, pero no permitían una cierta especialidad y
extensión que si lo hacia la revista; cierta conceptualización densa que no
permiten los periódicos.
La
revista jugo un papel importante en los círculos interesados en analizar
nuestro cine, aunque puede que el grueso del publico no fuera tanto, lanzábamos
1000 ejemplares al mercado y a lo mejor 500 de ellos no llegaban a venderse,
pero de pronto en ciertos grupos si calo e incentivo nuevos estudios sobre el
cine colombiano. De hecho el, el escrito a dos manos con Mayolo, tuvo éxito
porque fue citado en muchos estudios posteriores[vi].
¿Cuál
fue el impacto de la revista, frente al rigor de su contenido y proceso
de divulgación? Para la década de los años setenta la novedad de una
publicación dedicada al análisis de las imágenes en movimiento, trajo un
impacto generacional entre interesados en la temática del cine; para los
miembros del cine club, significó una experiencia satisfactoria por trascender
en el ámbito nacional, ya que hicieron
del Cine club una entidad tal cual como fue concebida desde sus inicios: exhibidora, educativa y crítica; y para
el público que los acompañaba, una forma de acercarse al cine a través de
comentarios críticos y diversos documentos de contenido significativo,
complementado con una asistencia al Teatro San Fernando, convertido en un
espacio público de ritual semanal que involucraba otras actividades paralelas;
trascendió al espacio internacional, representado en personas que vivían por
fuera de nuestro país, revistas especializadas que adquirieron la ediciones, y
algunos centros culturales y universitarios.
Finalmente, influyo en cada una de las
personas que participaron del proyecto editorial y de exhibición, para los años
siguientes desde la academia y la dirección cinematográfica, un logro de largo
aliento que nutrió el espacio audiovisual colombiano con un ejemplo conciso en
la Universidad del Valle y su escuela de comunicación social en un proyecto
titulado Rostros y Rastros[vii]
que al día de hoy se convirtió en un patrimonio fílmico colombiano por retratar
una región desde varios matices.
Ver: http://www.patrimoniofilmico.org.co/anterior/docs/ojo_al_cine.pdf
[i]A partir de la investigación Cine club de Cali, 1971-1979, realizada por el autor de la
propuesta.
[ii]Andrés Caicedo. El
Cuento de mi Vida. Editorial Norma, Bogotá 2007. pp. 28-29
[iii]Ramiro Arbeláez. Fuente Oral,
entrevista realizada en la ciudad de Cali, abril 4 de 2002.
[iv]Ramiro Arbeláez. Revista Ojo al Cine. Una mirada treinta años
después. Ponencia: Seminario de Periodismo Cultural “De editores y ediciones”. Centro Colombo Americano de Medellín,
Septiembre 30 de 2005.
[v]Dccc. Correspondencia recibida
Ojo al Cine 1973-1779. Carta del
Ministerio de Gobierno sobre Propiedad Intelectual. Bogotá, Junio 10 de
1975. Folio 1.
[vi]Ramiro Arbeláez. Fuente Oral,
entrevista realizada en la ciudad de Cali, abril 4 de 2002.
[vii]En la actualidad los documentales
que hacen parte de la saga de Rostros y
Rastros -1988 a
2001-, están en vía de restauración, con una beca del Ministerio de Cultura, ya
que era inminente su desaparición si no se tomaban medidas inmediatas en cuanto
al tema restaurativo como patrimonio fílmico. De esa etapa participaron
personas como Luis Ospina, Juan Fernando Franco, Hernando Carvajal, Guillermo
Bejarano, Rafael Quintero, Antonio Dorado, Oscar Campo, y detrás de ellos un
número de jóvenes documentalistas que al día de hoy comienzan una nueva etapa
desde el largometraje. Sobre el tema ver dos artículos interesantes de Ramiro Arbeláez y María Fernanda Luna sobre Rostros y Rastros en Cuadernos de Cine Colombiano, nueva
época. Cinemateca Distrital Bogotá, 2003.
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