El cine animado ha sido un género ideado para
satisfacer cierto público, sobretodo el infantil y juvenil que digiere
fácilmente este tipo de historias, teniendo en Walt Disney una empresa especializada
desde sus inicios con personajes centrales sacados del reino animal, y
adaptaciones de fabulas ya tradicionales en la cultura popular, formula exitosa
que la posiciono en el entramado de la producción cinematográfica. Su entrada
en la realidad que vivía el mundo en los primeros años de la década del
cuarenta -por causa de la Segunda Guerra Mundial en territorio europeo-, se
hizo por medio del trabajo creativo de sus animadores para desarrollar
historias que entregaran un mensaje directo, político, y propagandístico sobre
el conflicto, sus personajes, las vivencias, y posibilidades en el terreno de
la participación norteamericana. Siendo un vehículo mediáticamente eficaz, los
trabajos de animación fílmica que se comentan pertenecen a la historia del cine
en un contexto histórico relevante de Siglo XX, vigentes en su interpretación e
importantes en su socialización.
El Rostro
del Fuhrer
En 1942 “la magia de Disney” realizó un
cortometraje animado dirigido por Jack Kinney titulado Der Fuehrer's Face -el
rostro del Fuhrer-. Con el pato Donald podemos observar y oír en ocho minutos,
una pegajosa melodía interpretada por una banda de cinco individuos,
destacándose el emperador japonés Hirohito tocando la tuba, Göring –comandante de la Luftwaffe– tocando
la flauta traversa, Goebbels –ministro de propaganda- tocando el trombón, y
Mussolini –Ducce italiano- con el bombo, forma caricaturesca que de entrada los
ubica como personajes centrales de un conflicto mundial, dejando notar algunos
símbolos que identifican sus nacionalidades. Seres superiores, control
territorial, y la mención de superhombres de la raza aria, son temas en los que
se insisten en el estribillo, con una particularidad, todas culminan con el
famoso saludo nazi dirigido al nombre de Hitler. La esvástica usada en la
bandera alemana nazi, se atraviesa constantemente en los uniformes de los
personajes, en forma de poste de alumbrado público, en los arbustos, en las
aspas del molino, en las nubes, en el cuarto de Donald como papel de colgadura,
en el despertador, y en el reloj cucú que nos exhibe al pájaro autómata con el
rostro de Hitler y su brazo extendido.
Entrando en escena, el
pato es despertado por la bayoneta de un soldado nazi, saltando de la cama, y
saludando automáticamente los retratos de Hirohito, Hitler y Mussolini. Lo
vemos perezoso, medio zombi, mojado para que reaccione y se ponga en alerta
para una nueva jornada, la que nos presenta a través de su actividad detrás de
un biombo para colocarse el traje oliva y dirigirse a una caja fuerte
resguardada por un cuadro más grande del Fuhrer, sacar de allí su desayuno, y
mostrar la escases en un minúsculo grano de café que funciona en la taza de
agua como bolsa de té, en una botella estilo perfume con el rotulo “aroma de
huevos y tocino” que oprime sobre su pico, y un pan extremadamente tieso que
parte con un serrucho. Mensaje que demuestra el escaso alimento que tienen los
propios integrantes del nazismo, solventado -en medio de la dificultad de comer
un trozo de pan- por la bayoneta que pone sobre la mesa de Donald con la frase,
¡alimenta tu mente!, el libro político y autobiográfico de Hitler Mein Kampf -Mi Lucha-, significando que lo más importante
en sus copartidarios es el alimento ideológico.
Sacado de su casa por la banda musical de guerra, el pato norteamericano es
subyugado y obligado a cargar el bombo hasta la entrada de una fábrica donde el
narrador explica que deben “sentirse orgullosos de ser nazis y trabajar para el
Fuhrer 48 horas al día”, entrando en una
industria armamentista para el frente de batalla. Copiando un poco la famosa
escena de Chaplin en Tiempos Modernos
cuando aprieta las tuercas incesantemente hasta la locura, vemos a Donald
apretando las puntas de las balas de todos los tamaños, y entre algunas de
ellas el retrato de Hitler con la obsesión contagiosa de saludarlo como obliga el
orden. La voz en off que observamos salir por los altavoces con gran potencia,
vanagloria a Hitler y presenta la oferta de vacaciones “sin paga” para sus
empleados, una lona con el reflejo de los Alpes, además de la escogencia por
decreto especial para trabajar horas extras, insistiendo en la rapidez para
obtener más municiones, llevando al personaje hasta el cansancio, volviéndolo
loco, pidiendo alto, y teniendo una serie de visiones donde el armamento es el
centro imaginativo que se asemeja a los personajes de la banda marcial, y que
lo ubican como un esclavo encadenado, pisoteado hasta no dar más y explotar, lo
que nos lleva otra imagen.
Despertándose de su sueño, la animación que
tenemos es más colorida, un pato Donald que despierta en un escenario
esperanzador, con la pijama que inmediatamente nos rememora la bandera
estadounidense con las estrellas y las barras -adorno regular en todo el cuarto-,
y una confusión inmediata, la sombra de lo que parece ser la figura de Adolfo
Hitler que equívocamente saluda apesadumbrado el pato, pero que simplemente es
el reflejo de una pequeña estatua de la libertad que acompaña una mesa al lado
de la ventana, dirigiéndose a ella, cogiéndola y besándola, expresando sentirse
orgulloso de ser un ciudadano de los Estados Unidos de América. Finalmente, el
estribillo que afirma “si no amas al Fuhrer/es una gran desgracia/entonces
decimos, ¡Heil!, ¡Heil!/Derecho a la cara del Fuhrer/ decimos, ¡Heil!, ¡Heil!”,
mientras tenemos como imagen el rostro de Hitler, adusto, y recibiendo un gran
tomatazo que le estalla, apareciendo el fin de la obra.
La apuesta de Disney en la coyuntura del
conflicto bélico es notoria, y cargada de mensajes básicos y a la vez complejos
en el escenario disputado, la simbología de guerra, los lideres del bando
opositor, y un personaje central visualmente reconocido, suman a la idea
central de exhibir las condiciones en que el nazismo tiene sometida a su
población, con dos caras, la del ciudadano alemán abocado a los requerimientos
de su nación por medio de una industria de guerra, y la del ciudadano
norteamericano que “supuestamente” vive de las garantías institucionales por
medio de la libertad. Su exhibición debió convertirse en arma política para
demostrarle a otras naciones la realidad del momento, y en propaganda
institucional del gobierno norteamericano con la máxima de ser una producción
artística de los entornos hollywoodenses, sin dejar de ser, como se observa al
final, una cinta que exalta a los Estados Unidos, ubicándola como la gran
nación poseedora de ese destino manifiesto que la encumbra como defensora de
los débiles y desposeídos en el anclaje de su connotado imperialismo.
Enseñanza
para la muerte
El segundo cortometraje de Disney se realizó en
1943 con el título de Education for Death: The Making of the Nazi -Enseñanza
para la muerte: La formación de un nazi-, dirigido por Clyde Geronimi, y adaptado de la obra del mismo título
escrita pot Gregor Ziemer.
La historia de uno de los niños de Hitler, tiene nombre propio, Hans. Desde el
inicio con un narrador en off, vamos conociendo el proceso de convertir un
ciudadano alemán en nazi, desde el control al momento de nacer, y su revisión
documental del pasado ario, hasta la escogencia del nombre por fuera de
aquellos que están en “la lista de nombres prohibidos”, acción que es
presentada con las imágenes de unos padres asustadizos al momento de registrar
su hijo ante un juez del Tercer Reich quien les entrega un certificado
hereditario con espacio para doce hijos, “sutil indirecta que Alemania necesita
soldados”, más una edición del libro base de la ideología nazista.
La siguiente parte se
enfoca en lo que le sucede a Hans en el jardín de infantes, aprendiendo las
fábulas del nuevo orden con el ejemplo transformado de La Bella Durmiente,
enseñándoles que la malvada bruja es la democracia, la bella durmiente una
gorda rubia de nombre Alemania, y un príncipe azul en carrera a su rescate de
nombre Hitler, quien sacude a la bruja con su espada, y hace huir por lo tanto
la democracia. Alemania, media dormida y ebria de cerveza, se presta a recibir
el beso de su salvador, viéndolo se espabila y lo saluda ¡Heil Hitler! Quitando
su armadura medieval del rostro, Hitler vocifera, gesticula, se pone rojo de la
ira, le salen cuernos diabólicos, mientras los saludos siguen y Alemania lo
abraza estrepitosamente entre sus senos casi asfixiándolo, saliéndose, y
alzándola dificultosamente en sus brazos para llevarla hasta su blanco corcel y
ser montada en sus ancas, lo que el narrador metafóricamente llama “y la llevo
cabalgando, la subió a su montura, es que Hitler puso a Alemania a sus pies”.
La fabula
transformada se convierte en la directa acción inicial de moldear el
pensamiento de Hans con la figura idílica de Hitler como príncipe salvador;
pasando a otra escena, la del niño enfermo, con la imagen de una madre con el
miedo inminente de que su hijo sea arrebatado por el Estado por no ser apto
para sus políticas bélicas, y la entrada de un oficial nazi vociferante que le
recuerda a la madre de Hans “que debe dejar de mimarlo o el Estado deberá
intervenir y tomar posesión de él”. Pasamos al salón de clase con unos niños
dirigiendo su saludo nazista en dirección al cuadro de Hitler con el juramento
de “pelear, obedecer, y morir por el Fuhrer”, la lección de historia natural
que encontramos exhibe un lobo y una liebre, lucha por la supervivencia donde
el más fuerte vence, en este caso el lobo que la caza y digiere. El sentido de
la imagen es la pregunta que realiza el profesor a Hans sobre lo aprendido, y la respuesta
desconsoladora del niño sobre la protección del indefenso animal, lo que ofusca
a su maestro, enviándolo a un rincón y asestarle el sombrero que lo identifica
como burro; repitiendo la pregunta, otros niños responden lo que deseaba el
profesor, “el mundo pertenece al más fuerte, al más brutal, el conejo es un
cobarde y merecía morir”, mientras Hans repite lo escuchado y se pone al tono
de sus demás compañeros. Según el narrador, “si esta lección es la base de
pensamiento nazi, por Alemania asimismo, destruirán a todas las débiles y
cobardes naciones”, lo que expone con la arenga del maestro que afirma “los
alemanes son una súper-raza, los demás se volverán esclavos, Alemania es
invencible, ninguno de nosotros tiene miedo”.
Las escenas que
siguen pertenecen a la actividad de los nazis en sus grupos de asalto,
marchantes, con antorchas, y un Hans que debe ya enlistarse en su educación
superior donde los incendios, el cambio de una biblia por el texto Mi Lucha,
la de un crucifijo por la daga de las Gestapo, y el incendio de ciertos sitios
de orden sagrado sirven de antesala para ver al niño “marchar y saludar,
saludar y marchar” con su brazo en alto, y en traje de las juventudes
hitlerianas, sin encontrar en él la risa, la esperanza, la solidaridad y la
tolerancia; sigue creciendo, marchando y saludando hasta convertirse en buen
nazi, “él no ve más de lo que el partido ve por él. Él no dice nada de lo que
el partido dice por él, y él no hace nada, excepto lo que el partido le ordena
que haga. Y, entonces, el sigue marchando, con sus miles de camaradas,
pisoteando los derechos de otros. Ahora, su educación está completa. Su
educación para la muerte”. Escuchando al narrador encontramos en las imágenes algunos
aspectos relevantes en medio de la marcha triunfal ya reconocida, saliendo de
su casco cierta visera que tapa sus ojos y oídos, una careta para su boca, y
una cadena alrededor de su cuello como esclavo de la guerra de libra,
finalmente un cambio significativo que traspone los cascos marchantes en cruces
dentro de un espacio que los alberga en su lecho de muerte.
Viniendo de Disney, los dos cortometrajes
utilizan rasgos característicos que ya eran marca dentro de la industria cinematográfica,
usando una de sus figuras, y la fabula con princesa, bruja y príncipe para
explicar el método utilizado por Hitler para llegar al poder. El sello fuerte
que diferencia los filmes estriba en presentar el factor educativo como medio
eficaz de alienar la población joven para la causa nazista, ejemplo explotado
en varias ocasiones dentro de la industria cinematográfica. Si en la primera
obra el rostro de Hitler es inmóvil -expresado en un simple retrato-, en el
segundo corto el Fuhrer es el príncipe de la fabula narrada, en movimiento, y
presentando sus rasgos distintivos. Sacarnos una risa en medio de la realidad,
es el objetivo de Donald con la banda sonora que se vuelve repetitiva, mientras
que en “la enseñanza para la muerte” se nos convierte en tragedia la historia
de vida de Hans en el proceso educativo que sufre.
Propaganda anti-nazista con el objetivo de
exponer la forma de educar a los jóvenes alemanes, es la posición de Disney con
este cortometraje. Para la historia del cine es importante conocer la intervención
de una productora cinematográfica especializada en el público infantil,
participando artística y política en el engranaje mediático que era oportuno
para el contexto del proceso bélico que se vivía, seguro con el asentimiento del
gobierno norteamericano, y con el sesgo especial en ciertos mensajes visuales
que no pasan desapercibidos a la hora de una evaluación minuciosa. Por último,
como recursos didácticos, las dos obras son importantes para mostrar como la
participación del cine servía de mediación entre el público ausente del
conflicto y los involucrados. Para el presente, tendríamos que mediar con las
razones del conflicto, sus actores y sus consecuencias, explicando a los
interesados en el tema que se trato de una de las formas de sentar una posición
por medio del arte, que es vigente, y suma al repertorio de herramientas
didácticas para el sistema educativo.
Referencias
para ver los cortos animados
Nota
También realizadas por Disney: