31.8.12

Cine Colombia 80 Años de Película –1ra parte-


Investigación histórica: Enrique Santos Molano, María José Iragorri Casas.
Cine Colombia S.A., 2011, págs. 130.

La historia institucional de la empresa de exhibición cinematográfica más antigua de Colombia, contiene siete capítulos que entregan información básica del origen y desarrollo de sus actividades desde el año 1927. Es un libro de “lujo” si lo entendemos en el orden de su trabajo editorial: diseño, papel, imágenes, etc., escrito en español y en ingles, idiomas que se encuentran en la mitad  de su grosor. Libro de sencilla lectura e innumerables datos institucionales mezclados escuetamente con la historia del país.     

El capitulo uno, hace una revisión de los orígenes del cine, desde los primeros encuentros con el arte fotográfico convertido en movimiento, pasando por los inventos hasta la aparición de los hermanos Lumière y el nacimiento del cine; la llegada del cine a Colombia con sus primeras noticias registradas en la prensa nacional, y el alba de la exhibición y producción de éste arte en nuestro territorio.       


El capitulo dos, titulado Nacimiento de Cine Colombia, repasa inicialmente la fundación de la Compañía Cine Colombia en Medellín el 7 de junio de 1927 con el propósito de “construir salas de cine y explotarlas comercialmente, alquilar, comprar y vender películas y exhibirlas o distribuirlas” (p. 27), apareciendo los nombres de su fundadores y los valores económicos de la constitución de esta sociedad; agregando que la empresa abrió oficinas en Cali y Bogotá, empezando con salas en arriendo hasta negociar el primer teatro en la capital antioqueña - el Circo España-, hasta su relación trascendental con los Di Domenico Hnos. Cía., a quienes le compraron su empresa de exhibición en 1928 por un valor de un millón doscientos cincuenta mil pesos:

…A este negocio, que evidencia cómo los esfuerzos de Cine Colombia se orientan hacia una clara y decidida política de crecimiento en el mercado nacional de cine, sigue el arrendamiento del principal cien de la capital de la república, el Olympia, entonces de propiedad de una sociedad de inversionistas bogotanos que se lo había comprado a los Di Domenico. En Cali se arrienda el teatro Colombia que, como el Circo España de Medellín, era descubierto, y en Bogotá operan el Faenza, un teatro de gran capacidad y elegancia.  La fiebre del cine en al capital de la República es de cuarenta grados, y los siete teatros de fines de la década de los veinte se llenan en todas las funciones, aunque la publicidad pagada en los diarios es nula. Sucede lo contrario en Medellín. Cine Colombia mantiene diariamente avisos pagos en los dos periódicos de a bella villa, peor los cuatro teatros de Medellín apenas llenan la mitad de sus cupos y ninguna película dura en cartelera más de un día, salvo aquellas que despiertan  el interés y la curiosidad del público, por  ejemplo las de la adorable actriz Bebe Daniels, la serie de acción y suspendo El Arquero Verde (en diez episodios) o la espectacular superproducción Ben Hur (pp. 29-32).


La garantía de calidad y entretenimiento estuvo sustentada con las relaciones ya vigentes con los teatros comprados, y las que la empresa comenzaba a realizar con las distribuidoras internacionales, las norteamericanas –Metro, Paramount, First National y United Artist-, y las europeas –Pathé y Ufa-, siendo síntoma de buen cine en el ámbito del público que asistía al espectáculo cinematográfico; pero el negocio de estos empresarios pasaría a otros niveles, el de comprar teatros ya diseñados y con cierta tradición exhibidora, a la construcción de sus propios “palacios”, el primero de ellos estrenado en Medellín el 7 de julio de 1931 con el nombre de Teatro Granada.

El acápite titulado apoyo a la producción nacional, explica los pormenores de la exhibición de dos cintas colombianas en sus salas, la primera de ellas Tuya es la Culpa, coproducción colombo-italiana rodada en Cali por la empresa Colombia Films Company, y el caso de la productora paisa Bolívar Films S.A. con el polémico film dedicado a la vida de Rafael Uribe Uribe en 1928 -una de las figuras públicas colombianas que más ha sido llevada a la pantalla-, entrando en debates públicos con los ordenes gubernamentales contrarios a su ideología política, y que tendría cierto panorama de censura a pesa de ser presentada en otros espacios del ámbito nacional (pp. 35-36).

Con respecto a la responsabilidad cívica, brevemente se expone un ejemplo en función de construcciones públicas como son la pavimentación y el alcantarillado en Medellín en el año 1928, y su accionar social como empresa comprometida con esta causa. El título, momento de peligro, presenta los pormenores de una necesidad surgida, la proyección de cine sonoro, apareciéndole a Cine Colombia competencia en la ciudad de Cali con la compañía Cine Bolívar, quienes marcarían la pauta con la exhibición de la primeras cintas con sonido traídas al país. En ese orden de ideas, la junta directiva le apunta al  cine sonoro, pero con cautela, teniendo en cuenta las repercusiones en los teatros de la nueva competencia, es decir, el riesgo de una nueva inversión económica que significaba cambios en las formas de observar y sentir las películas, debería tener un punto de análisis seguro en su decisión para dar ese paso, puntos que son expuestos en una reunión efectuada en abril de 1929 y que concretan las preocupaciones existentes por el avance cinematográfico al cual debían acceder, trascritas en el texto estos puntos, presentamos la segunda parte de lo que pensaba Fernando Isaza como gerente:  

… Aunque el gerente estime que es muy difícil  y muy costoso establecer en Colombia el cine hablado o el cine con sonidos, no lo considera imposible. Por lo tanto, su parecer es que sería muy peligroso para la Compañía que otro competidor le tomara la delantera en este sentido, ya que, según se ha dicho, aquella innovación establece un verdadero negocio nuevo, que posiblemente puede llegar a desalojar el cine silencioso. Para conjurar este peligro el gerente sugiere que se envíe a Nueva York un hombre hábil y suficientemente conocedor del negocio, a fin de que haga un estudio detenido y completo del cien hablado y del cine de sonidos y de la posibilidad de establecerlo en Colombia más o menso tarde. La opinión personal del gerente es que esta innovación no puede establecerse aún en Colombia, pero ni él tiene una información completa y suficiente  que el permita formar un juicio definitivo, ni cree que sea prudente permanecer inactivos cuando otros están estudiando el problema en Nueva York y tratando de buscarle una solución aceptable para Colombia (pp.40-41).

El capítulo tres, los años sonoros, presenta las idas y venidas de la inversión de Cine Colombia, y su entrada en la bolsa de Bogotá, catapultándola como una empresa importante en el país; además de su adaptación al cine sonoro en los teatros que tenía a su administración, datos que se corroboran con diversas actas de la junta encargada de tomar decisiones, con información precisa del agente de esta empresa en Cali que informa sobre como se ha percibido esta curiosidad sonora en la competencia -Cine Bolívar-, y en las instalaciones del Teatro Municipal de Cali cuando el 14 de junio de 1929 se exhibió la primera cinta parlante en Colombia, cuyo título Don Juan, era un musical distribuido por la Warner Brothers (pp. 43-47).

El capítulo cuatro, la crisis no es para los débiles, contextualiza inicialmente el período, la crisis económica de 1929 que con su coletazo mundial alcanzó a nuestro país, y el cambio de gobierno y hegemonía en 1930 con la llegada de Enrique Olaya Herrera a la presidencia de Colombia. El documento prosigue con el proceso de consolidación del cine sonoro en algunos teatros tomados en arrendamiento, caso del Teatro Apolo en Bogotá y el Teatro estrella en Santa Marta; también se narra el proceso de adaptación a la crisis, donde las dos empresas rivales de exhibición cinematográfica entran en comunión con el Gran Festival de Cine de Bogotá en junio de 1930 en los seis teatros capitalinos que hacían parte de los circuitos, lo que significaría según los autores, en el preámbulo para la compra y absorción de Cine Bolívar S.A. (pp. 56-57).

Dos pequeños párrafos entran en el tema, primero la mención a la película exhibida en Medellín a mediados de 1930 con el título Tempestad, obra que escenificaba los últimos días de la Rusia zarista, y los pormenores de la Revolución Rusa en 1917, tema que es visto por los miembros de la junta de Cine Colombia como de alta carga emotiva por referirse al comunismo, optando por enviarla a la bodega. El segundo tema, nuestro genio en Nueva York, hace referencia al trabajo realizado en la capital del mundo por algunos emisarios de la empresa, y a Foción Soto Echavarría, agente que con sus capacidades, parece le dio un giro importante al negocio de consecución de las películas con mejor cartel para el ámbito colombiano.

La última parte de éste capítulo, la tempestad de la crisis, se ocupa de los reordenamientos de Cine Colombia, de sus apuestas y trasegar en medio de la crisis económica que no da tregua, entre sus logros, la compra de la competencia Cine Bolívar, adquiriendo 274 nuevas películas entre silentes y sonoras, lo que la catapulta en el mercado  nacional, sin embargo “pierde uno de los teatros capitalinos en arrendamiento, el Faenza, que pasa a una empresa de poder exhibidor internacional, la Paramount:

…A Cine Colombia le gusta la competencia, que considera sana para distribuidores y exhibidores, y beneficiosa para el público. Entrega a finales de diciembre de 1930 el Faenza a sus nuevos dueños y el 1 de enero de 1931 despliega un aviso de página en los periódicos de Bogotá, en el que se anuncia distribuidor en Colombia de Fox, Metro Goldwyn Mayer, radio Pictures, First National Pictures, Universal Pictures, Vitaphone, Warner Brothers y Sono Arte Productions
Los teatros de Cine Colombia están equipados con western Electric Sound System, y en Bogotá cuenta con cuatro salas de primera categoría: teatro Real, “el salón de al aristocracia”; teatro Apolo, “donde oirá y verá lo mejor”; teatro Bogotá, “el palacio del sonido” y teatro Nariño, “el de los grandes éxitos” (pp. 62-63).             
                         
El capitulo cinco, Cine Colombia S.A., presenta un giro en su razón social, al convertirse en sociedad anónima, figura que les permitió recapitalizarse para soportar los embates venideros de los impuestos, entre los que se encontraban el de la defensa nacional como resultado del conflicto con el Perú en 1932; sin embargo, en medio de las dificultades, las labores de mejoramiento en sus teatros siguen con respecto a las adecuaciones para el cine sonoro, las relaciones con otros empresarios, y la invitación para que en muchas poblaciones del país se animen al negocio artístico y fructífero de la cinematografía, en años donde el cine parece marchar sobre un camino sin obstáculos en su parte creativa, y se posiciona como séptimo arte (pp. 65-68).

En 1935 con nuevo gobierno -Alfonso López Pumarejo-, se aclara el panorama con la rebaja de impuestos en el negocio de exhibición cinematográfica, lo que posibilita seguir invirtiendo en teatros y equipos apropiados a lo que exigía el período para una acertada proyección cinematográfica; entre los nuevos negocios aparece el contrato exclusivo con las productoras argentinas para exhibir sus obras, inaugurando sus ciclos con El Día que me Quieras, donde el “zorzal criollo” aparece en todas sus dimensiones actorales y musicales, lo que facilitó que las directivas de Cine Colombia trajeran a Carlos Gardel con contrato exclusivo para actuar en el teatro Real de Bogotá desde el 14 de junio, realizando diez conciertos con éxito total hasta su viaje a Medellín el día 24, y al día siguiente -cuando su destino sea Cali para presentarse en el Teatro Jorge Isaacs-, entre a la posteridad con el fatídico vuelo de la aeroempresa Saco que en medio de la pista aérea se estrella incendiándose, y allí el reconocido cantautor (p. 69). 


El cine en nuestro idioma, traído de Argentina y México, es una de las apuestas exitosas de la empresa Cine Colombia en la década de los treinta y cuarenta, una necesidad para aquellos ciudadanos “que no hablan ni entienden otro idioma, y a quienes les fastidia la lectura de subtítulos” (p. 70). Pero igualmente la consolidación de su programación sigue vigente por sus contactos directos con empresa distribuidoras del mejor cine mundial, donde además de Hollywood, las cintas europeas y japonesas entran en el circuito:

… La gran novedad de finales de los treinta es el primer largometraje en color que viene a Colombia, Las Aventuras de Robín Hood, con la pareja favorita de Hollywood, Errol Flynn y Olivia  de Hallivand, “en glorioso technicolor”, presentada en Bogotá en el teatro Roxy el 9 de marzo de 1939, y agotada al boletería dos días antes del estreno por una multitud de espectadores ávidos de conocer la revolución cromática del cine. El 29 de agosto el Roxy pasa Confesiones de un Espía Nazi, largometraje de intriga y suspenso, sobre exhibición tienen muchas dudas los distribuidores, pues no quieren herir susceptibilidades. La guerra mundial estalla cinco días después con la invasión de Polonia por el tercer Reich. El 20 de septiembre Cine Colombia en homenaje a Varsovia, capital de Polonia, devastada y ocupada por las tropas nazis, exhibe en el Roxy Los Húsares de la Muerte (p.72).               

Además de los datos fílmicos entregados, suma la exhibición de Blanca Nieves y los Siete Enanos de Walt Disney en 1939, que bate records de taquilla y es estrenada en simultánea en el teatro Roxy de Bogotá y Junín de Medellín. Un dato de la forma de no aceptación o reproche ante una cinta que disgusta a los espectadores, lo representa la acción de “el pateo –golpes al piso con los zapatos”, que se da en las funciones nocturnas del teatro Junín, lo que significa una responsabilidad mayor con respecto a la escogencia de las obras fílmicas y su logro como obra. El año 1943 trae consigo una dificultad económica e institucional, la nueva alza en los impuestos cinematográficos por parte de la alcaldía de Bogotá, el resultado, un cierre en los teatros capitalinos en forma de protesta, el aviso “no hay funciones” opera como presión junto al “suspendidas las exhibiciones hasta que al alcaldía suspenda su resolución”, resultando cierta protesta publica de los asistentes cinéfilos que veían como su principal espacio de divertimento se clausuraba, creando cierta zozobra y disgusto hasta que las directivas de Cine Colombia deciden reabrir con un leve alza en al boletería. También es importante anotar la aparición del considerado primer teatro de barrio dentro del circuito de exhibición, se trataba del Teatro Palermo en Bogotá - ubicado en la calle 45 con carrera 13-, el cual podía albergar 650 personas y tenía como agregado en su parte alta, el salón de Té Palermo, estrenado el 6 de diciembre de 1946 con la película de Alexander Korda, Lydia; el capitulo culmina con la información de la celebración de los veinte años de la empresa en 1947, y los datos concernientes a este acontecimiento  (pp.74-79). 

19.8.12

Cocinar es hacer magia, glosas sueltas


Aprender a cocinar debe ser una tarea básica en nuestro proceso creativo de aprendizaje junto al círculo básico familiar y los diversos entornos con los que nos vamos encontrando en nuestras vidas, convirtiéndose con el pasar de los años en un acto de supervivencia individual y colectiva. La gastronomía se convierte en un patrimonio cultural que vamos adquiriendo, siendo su poseedora más vital –casi siempre- nuestra madre, decimos entonces “no hay como la comida que prepara mi mamá”, extrañándola, y buscándola cuando el espacio lo amerita, y los manteles se preparan. En el caso colombiano, y su variopinto territorio, la diversidad alimenticia es amplia y llena de “secretos”, recetas, y aportes al sentir local, regional y nacional, que aunque comparte la fórmula, la apropia con otros ingredientes cuyos resultados son únicos.

Desde el punto de vista de la historia cultural, su aporte es importante al ser parte de la vida cotidiana de nuestras sociedades, en algún caso, fácil de rastrear, en otros, con dificultades extremas en sus fuentes. Por lo tanto, los archivos notariales - mortuorias, ventas, testamentos, otros-, las crónicas antiguas –de indias-, los cuadros de costumbres, el arte pictórico, etc., entregan elementos que han posibilitado a los investigadores desentrañar esa historia de nuestras costumbres culinarias y sus orígenes, sus aportes y encuentros con otros elementos de la preparación de un alimento, y finalmente, la más importante de todas, entregar a los interesados datos de relevancia a su arte.  

Preparar un café –si es posible colado y no en cafetera-, hacer un arroz –con la cantidad de agua necesaria y el aceite ajustado-, hervir una “aguapanela”, fritar o tibiar un huevo, asar una arepa, cocinar unas pepas –frijoles, lentejas, garbanzos, blanquillos- remojadas con antelación, cocinar papas, fritar patacones o tajadas, picar tomate y cebolla para un guiso, etc., se convierten en actividades culinarias periódicas de nuestro cronograma alimenticio anual, las cuales en el común vivir se aprenden en los entornos familiares, una escuela inicial que debe ser aprovechada con tacto, vista y olfato en nuestra cocina casera, la cual es única en la forma y ubicación de sus utensilios de uso, donde un extraño podría fácilmente perderse si asume entrar y sazonar.            

Otro tipo de preparaciones requieren de un aprendizaje y practica mayor, platos centenarios heredados por tradición oral que han pasado por diversas generaciones: sancochos, tamales, guisados, lechones, pescados, aves, colaciones, tapados, rellenos, sopas, arroces, bebidas, etc., entran en el repertorio regional de nuestro país multicultural, ofreciéndose como platos tradicionales que hacen parte del entorno turístico que se apropia. Encontrando con singularidad los mismos platos pero con variaciones que distinguen la región, el ejemplo más clásico es el denominado sancocho, plato típico de las zonas calientes y con acento tradicional de nuestro pasado africano, lo dice Eugenio Barney Cabrera: “Sango: toda cosa revuelta, mezcolanza de objetos, ensalada o revoltillo; el sancocho, está compuesto básicamente de plátano y carne vacuna, de carne sesina de preferencia, siendo peculiar así mismo el de “cola de res y el de aguja” frescas…, Si sango y sancocho en sus acepciones no culinarias quieren decir lo mismo esto es, algo así como “olla podrida”, es la última palabra la que más recuerda el caldero de los negros del Siglo XVI y la olla que prepararían sus descendientes en minas y “senzalas”, en donde quiera que ellos obligadamente se asentaron” (Barney, 1979: págs.55-56).



Sin embargo, esa tradición culinaria, aunque sigue vigente y con claro acento patrimonial, ha pasado a otros niveles, el comercial e internacional por medio de los enlatados, el de la practicidad dirán unos, el de la pereza expresarán otros, y así, en  un recorrido por algún almacén de cadena, encontraremos en uno de de sus estantes: carne y pollos desmechado, tamal, lechona, frijoles, sancocho, lentejas, etc., que suman al producto de exportación nacional que seguro algún comensal raizal lo pone en su canasta de compra, lleno de adictivos, saborizantes, y resto de químicos que lo conservan. Algunos, cambian entonces los sitios de almuerzo tradicional –corrientazo, hecho popular por Betty la Fea-, sus entornos familiares, galerías o plazas de mercado, por la “practicidad” de abrir una lata o la mejor de todas, preparar sus propios alimentos, en un país tan amplio en su oferta alimentaria.

Cocinar es hacer magia: se prepara el menú, se buscan los ingredientes, se toma de allí y de acá, el líquido vital entra en función, se prende el fuego en la estufa–leña, carbón, llama  de gas-, se pone la olla, se juntan los sabores, se revuelve, se tapa, se destapa, se prueba, se huele, se sirve, se come. Disfrutamos solos o en compañía, recibimos comentarios –sinceros o melifluos-, pasamos con agua, jugo o vino –algunos con gaseosa-, alguien repite, otro deja algo, quedan sobras –se regalan o se guardan-, la soledad llega, aquella que anuncia que los platos están “limpios” de comida y “sucios” con los rasgos del paso de las herramientas de consumo: cuchara, tenedor, cuchillo. Finalmente, un montón de trabajo espera en el lavaplatos, aquel que muchos miran de reojo y dejan a su suerte.                     

Las glosas sueltas que he escrito, tratan un sinnúmero de temas con un punto en común, la cocina y sus variados elementos dentro del entorno social en el que se enmarcan. Espero tenga su efecto en aquellos que no se han atrevido en algún momento de sus vidas, al espectáculo del acto creativo de preparar un alimento o bebida, ¡háganlo, es para su beneficio personal, el mundo los espera, sorpréndalos! También es para los atrevidos, los que traspasaron la frontera que divide el espacio de la cocina con el resto de la casa, y asumieron el reto, los que descubrieron el sabor, sazón, textura y vieron en el rostro de sus comensales una mirada de aprobación, y una sonrisa de satisfacción ante lo ofrecido en la mesa.     

Buen provecho. 

Fuente
Barney Cabrera, Eugenio (1979). Notas y Apostillas al Margen de un Libro de Cocina, imprenta Departamental, Cali.                     

Imagen tomada de: http://carlosprieto.net/?s=sancocho+de+pocho