Investigación
histórica: Enrique Santos Molano, María José Iragorri Casas.
Cine
Colombia S.A., 2011, págs. 130.
La historia institucional de la empresa
de exhibición cinematográfica más antigua de Colombia, contiene siete capítulos
que entregan información básica del origen y desarrollo de sus actividades
desde el año 1927. Es un libro de “lujo” si lo entendemos en el orden de su
trabajo editorial: diseño, papel, imágenes, etc., escrito en español y en
ingles, idiomas que se encuentran en la mitad
de su grosor. Libro de sencilla lectura e innumerables datos
institucionales mezclados escuetamente con la historia del país.
El capitulo uno, hace una revisión de
los orígenes del cine, desde los primeros encuentros con el arte fotográfico
convertido en movimiento, pasando por los inventos hasta la aparición de los
hermanos Lumière y el nacimiento del cine; la llegada del cine a Colombia con
sus primeras noticias registradas en la prensa nacional, y el alba de la
exhibición y producción de éste arte en nuestro territorio.
El capitulo dos, titulado Nacimiento de Cine Colombia, repasa
inicialmente la fundación de la Compañía
Cine Colombia en Medellín el 7 de junio de 1927 con el propósito de
“construir salas de cine y explotarlas comercialmente, alquilar, comprar y
vender películas y exhibirlas o distribuirlas” (p. 27), apareciendo los nombres
de su fundadores y los valores económicos de la constitución de esta sociedad;
agregando que la empresa abrió oficinas en Cali y Bogotá, empezando con salas
en arriendo hasta negociar el primer teatro en la capital antioqueña - el Circo España-, hasta su relación
trascendental con los Di Domenico Hnos. Cía., a quienes le compraron su empresa
de exhibición en 1928 por un valor de un millón doscientos cincuenta mil pesos:
…A este negocio, que evidencia
cómo los esfuerzos de Cine Colombia se
orientan hacia una clara y decidida política de crecimiento en el mercado
nacional de cine, sigue el arrendamiento del principal cien de la capital de la
república, el Olympia, entonces de propiedad de una sociedad de inversionistas
bogotanos que se lo había comprado a los Di Domenico. En Cali se arrienda el
teatro Colombia que, como el Circo España de Medellín, era descubierto, y en Bogotá
operan el Faenza, un teatro de gran capacidad y elegancia. La fiebre del cine en al capital de la
República es de cuarenta grados, y los siete teatros de fines de la década de
los veinte se llenan en todas las funciones, aunque la publicidad pagada en los
diarios es nula. Sucede lo contrario en Medellín. Cine Colombia mantiene diariamente avisos pagos en los dos
periódicos de a bella villa, peor los cuatro teatros de Medellín apenas llenan
la mitad de sus cupos y ninguna película dura en cartelera más de un día, salvo
aquellas que despiertan el interés y la
curiosidad del público, por ejemplo las
de la adorable actriz Bebe Daniels, la serie de acción y suspendo El Arquero Verde
(en diez episodios) o la espectacular superproducción Ben Hur (pp. 29-32).
La garantía de calidad y entretenimiento
estuvo sustentada con las relaciones ya vigentes con los teatros comprados, y
las que la empresa comenzaba a realizar con las distribuidoras internacionales,
las norteamericanas –Metro, Paramount, First National y United Artist-, y las
europeas –Pathé y Ufa-, siendo síntoma de buen cine en el ámbito del público
que asistía al espectáculo cinematográfico; pero el negocio de estos
empresarios pasaría a otros niveles, el de comprar teatros ya diseñados y con
cierta tradición exhibidora, a la construcción de sus propios “palacios”, el
primero de ellos estrenado en Medellín el 7 de julio de 1931 con el nombre de
Teatro Granada.
El acápite titulado apoyo a la producción nacional, explica los pormenores de la
exhibición de dos cintas colombianas en sus salas, la primera de ellas Tuya es la Culpa, coproducción
colombo-italiana rodada en Cali por la empresa Colombia Films Company, y el caso de la productora paisa Bolívar Films S.A. con el polémico film
dedicado a la vida de Rafael Uribe Uribe en 1928 -una de las figuras públicas
colombianas que más ha sido llevada a la pantalla-, entrando en debates
públicos con los ordenes gubernamentales contrarios a su ideología política, y
que tendría cierto panorama de censura a pesa de ser presentada en otros
espacios del ámbito nacional (pp. 35-36).
Con respecto a la responsabilidad cívica, brevemente se expone un ejemplo en función
de construcciones públicas como son la pavimentación y el alcantarillado en
Medellín en el año 1928, y su accionar social como empresa comprometida con
esta causa. El título, momento de peligro,
presenta los pormenores de una necesidad surgida, la proyección de cine sonoro,
apareciéndole a Cine Colombia
competencia en la ciudad de Cali con la compañía Cine Bolívar, quienes marcarían la pauta con la exhibición de la
primeras cintas con sonido traídas al país. En ese orden de ideas, la junta directiva le apunta al cine
sonoro, pero con cautela, teniendo en cuenta las repercusiones en los
teatros de la nueva competencia, es decir, el riesgo de una nueva inversión
económica que significaba cambios en las formas de observar y sentir las
películas, debería tener un punto de análisis seguro en su decisión para dar
ese paso, puntos que son expuestos en una reunión efectuada en abril de 1929 y
que concretan las preocupaciones existentes por el avance cinematográfico al
cual debían acceder, trascritas en el texto estos puntos, presentamos la
segunda parte de lo que pensaba Fernando Isaza como gerente:
… Aunque el gerente estime que es
muy difícil y muy costoso establecer en
Colombia el cine hablado o el cine con sonidos, no lo considera imposible. Por
lo tanto, su parecer es que sería muy peligroso para la Compañía que otro competidor
le tomara la delantera en este sentido, ya que, según se ha dicho, aquella
innovación establece un verdadero negocio nuevo, que posiblemente puede llegar
a desalojar el cine silencioso. Para conjurar este peligro el gerente sugiere
que se envíe a Nueva York un hombre hábil y suficientemente conocedor del
negocio, a fin de que haga un estudio detenido y completo del cien hablado y
del cine de sonidos y de la posibilidad de establecerlo en Colombia más o menso
tarde. La opinión personal del gerente es que esta innovación no puede establecerse
aún en Colombia, pero ni él tiene una información completa y suficiente que el permita formar un juicio definitivo,
ni cree que sea prudente permanecer inactivos cuando otros están estudiando el
problema en Nueva York y tratando de buscarle una solución aceptable para
Colombia (pp.40-41).
El capítulo tres, los años sonoros, presenta las idas y venidas de la inversión de Cine Colombia, y su entrada en la bolsa
de Bogotá, catapultándola como una empresa importante en el país; además de su
adaptación al cine sonoro en los teatros que tenía a su administración, datos
que se corroboran con diversas actas de la junta encargada de tomar decisiones,
con información precisa del agente de esta empresa en Cali que informa sobre
como se ha percibido esta curiosidad sonora en la competencia -Cine Bolívar-, y
en las instalaciones del Teatro Municipal de Cali cuando el 14 de junio de 1929
se exhibió la primera cinta parlante en Colombia, cuyo título Don Juan, era un musical distribuido por
la Warner Brothers (pp. 43-47).
El capítulo cuatro, la crisis no es para los débiles, contextualiza inicialmente el
período, la crisis económica de 1929 que con su coletazo mundial alcanzó a
nuestro país, y el cambio de gobierno y hegemonía en 1930 con la llegada de
Enrique Olaya Herrera a la presidencia de Colombia. El documento prosigue con
el proceso de consolidación del cine sonoro en algunos teatros tomados en
arrendamiento, caso del Teatro Apolo en Bogotá y el Teatro estrella en Santa
Marta; también se narra el proceso de adaptación a la crisis, donde las dos
empresas rivales de exhibición cinematográfica entran en comunión con el Gran
Festival de Cine de Bogotá en junio de 1930 en los seis teatros capitalinos que
hacían parte de los circuitos, lo que significaría según los autores, en el
preámbulo para la compra y absorción de Cine Bolívar S.A. (pp. 56-57).
Dos pequeños párrafos entran en el tema,
primero la mención a la película exhibida en Medellín a mediados de 1930 con el
título Tempestad, obra que
escenificaba los últimos días de la Rusia zarista, y los pormenores de la
Revolución Rusa en 1917, tema que es visto por los miembros de la junta de Cine Colombia como de alta carga emotiva
por referirse al comunismo, optando por enviarla a la bodega. El segundo tema, nuestro genio en Nueva York, hace
referencia al trabajo realizado en la capital del mundo por algunos emisarios
de la empresa, y a Foción Soto Echavarría, agente que con sus capacidades,
parece le dio un giro importante al negocio de consecución de las películas con
mejor cartel para el ámbito colombiano.
La última parte de éste capítulo, la tempestad de la crisis, se ocupa de
los reordenamientos de Cine Colombia,
de sus apuestas y trasegar en medio de la crisis económica que no da tregua,
entre sus logros, la compra de la competencia Cine Bolívar, adquiriendo 274 nuevas películas entre silentes y
sonoras, lo que la catapulta en el mercado
nacional, sin embargo “pierde uno de los teatros capitalinos en
arrendamiento, el Faenza, que pasa a
una empresa de poder exhibidor internacional, la Paramount:
…A Cine Colombia le gusta la competencia, que considera sana para
distribuidores y exhibidores, y beneficiosa para el público. Entrega a finales
de diciembre de 1930 el Faenza a sus nuevos dueños y el 1 de enero de 1931
despliega un aviso de página en los periódicos de Bogotá, en el que se anuncia
distribuidor en Colombia de Fox, Metro
Goldwyn Mayer, radio Pictures, First National Pictures, Universal Pictures,
Vitaphone, Warner Brothers y Sono Arte Productions.
Los teatros de Cine Colombia
están equipados con western Electric Sound System, y en Bogotá cuenta con
cuatro salas de primera categoría: teatro Real, “el salón de al aristocracia”;
teatro Apolo, “donde oirá y verá lo mejor”; teatro Bogotá, “el palacio del sonido”
y teatro Nariño, “el de los grandes éxitos” (pp. 62-63).
El capitulo cinco, Cine Colombia S.A., presenta un giro en su razón social, al
convertirse en sociedad anónima, figura que les permitió recapitalizarse para
soportar los embates venideros de los impuestos, entre los que se encontraban el
de la defensa nacional como resultado del conflicto con el Perú en 1932; sin
embargo, en medio de las dificultades, las labores de mejoramiento en sus
teatros siguen con respecto a las adecuaciones para el cine sonoro, las
relaciones con otros empresarios, y la invitación para que en muchas
poblaciones del país se animen al negocio artístico y fructífero de la
cinematografía, en años donde el cine parece marchar sobre un camino sin
obstáculos en su parte creativa, y se posiciona como séptimo arte (pp. 65-68).
En 1935 con nuevo gobierno -Alfonso
López Pumarejo-, se aclara el panorama con la rebaja de impuestos en el negocio
de exhibición cinematográfica, lo que posibilita seguir invirtiendo en teatros
y equipos apropiados a lo que exigía el período para una acertada proyección
cinematográfica; entre los nuevos negocios aparece el contrato exclusivo con
las productoras argentinas para exhibir sus obras, inaugurando sus ciclos con El Día que me Quieras, donde el “zorzal
criollo” aparece en todas sus dimensiones actorales y musicales, lo que facilitó
que las directivas de Cine Colombia trajeran a Carlos Gardel con contrato
exclusivo para actuar en el teatro Real de Bogotá desde el 14 de junio,
realizando diez conciertos con éxito total hasta su viaje a Medellín el día 24,
y al día siguiente -cuando su destino sea Cali para presentarse en el Teatro
Jorge Isaacs-, entre a la posteridad con el fatídico vuelo de la aeroempresa Saco
que en medio de la pista aérea se estrella incendiándose, y allí el reconocido
cantautor (p. 69).
El cine en nuestro idioma, traído de
Argentina y México, es una de las apuestas exitosas de la empresa Cine Colombia en la década de los
treinta y cuarenta, una necesidad para aquellos ciudadanos “que no hablan ni
entienden otro idioma, y a quienes les fastidia la lectura de subtítulos” (p.
70). Pero igualmente la consolidación de su programación sigue vigente por sus
contactos directos con empresa distribuidoras del mejor cine mundial, donde
además de Hollywood, las cintas europeas y japonesas entran en el circuito:
… La gran novedad de finales de
los treinta es el primer largometraje en color que viene a Colombia, Las Aventuras de Robín Hood, con la pareja
favorita de Hollywood, Errol Flynn y Olivia
de Hallivand, “en glorioso technicolor”, presentada en Bogotá en el
teatro Roxy el 9 de marzo de 1939, y agotada al boletería dos días antes del
estreno por una multitud de espectadores ávidos de conocer la revolución
cromática del cine. El 29 de agosto el Roxy pasa Confesiones de un Espía Nazi, largometraje de intriga y suspenso,
sobre exhibición tienen muchas dudas los distribuidores, pues no quieren herir
susceptibilidades. La guerra mundial estalla cinco días después con la invasión
de Polonia por el tercer Reich. El 20 de septiembre Cine Colombia en homenaje a Varsovia, capital de Polonia, devastada
y ocupada por las tropas nazis, exhibe en el Roxy Los Húsares de la Muerte (p.72).
Además de los datos fílmicos entregados,
suma la exhibición de Blanca Nieves y los
Siete Enanos de Walt Disney en 1939, que bate records de taquilla y es
estrenada en simultánea en el teatro Roxy de Bogotá y Junín de Medellín. Un
dato de la forma de no aceptación o reproche ante una cinta que disgusta a los
espectadores, lo representa la acción de “el pateo –golpes al piso con los
zapatos”, que se da en las funciones nocturnas del teatro Junín, lo que
significa una responsabilidad mayor con respecto a la escogencia de las obras
fílmicas y su logro como obra. El año 1943 trae consigo una dificultad
económica e institucional, la nueva alza en los impuestos cinematográficos por
parte de la alcaldía de Bogotá, el resultado, un cierre en los teatros
capitalinos en forma de protesta, el aviso “no hay funciones” opera como
presión junto al “suspendidas las exhibiciones hasta que al alcaldía suspenda
su resolución”, resultando cierta protesta publica de los asistentes cinéfilos
que veían como su principal espacio de divertimento se clausuraba, creando
cierta zozobra y disgusto hasta que las directivas de Cine Colombia deciden reabrir con un leve alza en al boletería.
También es importante anotar la aparición del considerado primer teatro de
barrio dentro del circuito de exhibición, se trataba del Teatro Palermo en Bogotá - ubicado en la calle 45 con carrera 13-,
el cual podía albergar 650 personas y tenía como agregado en su parte alta, el
salón de Té Palermo, estrenado el 6 de diciembre de 1946 con la película de
Alexander Korda, Lydia; el capitulo culmina con la información de la
celebración de los veinte años de la empresa en 1947, y los datos concernientes
a este acontecimiento (pp.74-79).
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