30.3.12

Casablanca


Un cinéfilo caleño con orgullo me contó que vió la película Casablanca en uno de los teatros de la ciudad -en pantalla gigante diría-, por lo tanto un punto alto de igualar en su repertorio cinematográfico de asistente asiduo a las salas perdidas de Cali. Recuerdo que la vi por primera vez en video, bastante usada  por su constante alquiler,  rayada, con pésimo sonido, y lo peor de todo, coloreada, quitándole ese encanto del blanco y negro sobrio tan clásico en una cinta clásica. Después, cuando la tecnología posibilitó acercarnos al diverso mundo cinematográfico con la restauración de obras de nuestra historia fílmica, y su comercialización fue posible, la compré, y ahí, en  ese momento, la disfrute en la soportable soledad de un espacio en plena colina de San Antonio, para luego tener una mejor perspectiva de su fama, tan difundida con el pasar de los años luego de su exhibición y reestrenos.

Casablanca es una película norteamericana realizada en 1942, producida por Warner Bross, dirigida por Michael Curtis, protagonizada por Humphrey Bogart –Rick-,  Ingrid Bergman –Ilsa-. El guión, realizado por Julios J. Epstein, Philip G. Epstein, Howard Koch y Casey Robinson, se basó en la obra teatral Everybody comes to Rick’s de Murray Burnett y Joan Alison. Ganó tres premios Oscar –mejor película, mejor guión y mejor montaje-. El contexto del filme es la Segunda Guerra Mundial, un triangulo amoroso se liga en medio de una ciudad del norte africano, en medio de diversos acontecimientos que nos trasladan  al pasado para conocer la relación de Ilsa y Rick, y entrever las consecuencias que trae un nuevo personaje, Victo Laszlo –Paul Henreid-,  dentro de los afectos mutuos y en medio de los acordes de un piano con la voz de Sam –Dooley Wilson- y su As Time Goes by, algo ha sucedido, empieza otra historia.


Marc Augé, al entrelazar sus evocaciones en medio de las formas del olvido, trae a colación Casablanca, un texto que explica su necesidad de traer al presente los recuerdos de su niñez en medio de un conflicto bélico que lo incluyo como espectador primario al lado de su madre mientras seguían las huellas de su padre militar, por eso el ejercicio constante de indagarle a su madre los resquicios que su memoria escondió: "Así, con el paso de los años, he ido reduciendo a algunas escenas esenciales el itinerario complejo, plagado de vueltas y desvíos, que improvisó mi madre durante nuestros recorridos por Francia. ¿Por qué esas escenas eran esenciales para mí?  Ni siquiera un largo análisis me permitiría responder completamente a esa pregunta. Sólo observo que corresponden a pausas en el movimiento, a días posteriores a la partida, a momentos de espera y de "suspense", siempre y cuando este término designe a la vez la suspensión del tiempo y la inminencia del acontecimiento" (p. 48).

En sus reflexiones dirigidas al filme, Augé nos pone en la búsqueda de las claves de su vida, espacios, sitios, nombres, escenas, alegrías y tristezas, un intríngulis que por momentos se torna innecesario, pero que en el objetivo dirigido a la película, es necesario: "No siempre estoy pensando en el cine y en Casablanca,  pero hoy, cuando recuerdo diversas peripecias de mi existencia que sin saber demasiado por qué residen aún en mi mente, me sucede que asocio emociones, rostros y paisajes que, si bien pertenecen a la ficción, sobreviven en mí como recuerdos" (p. 88). Para dejarle al lector, un poco de las reflexiones con respecto a la cinta, un párrafo de su percepción sobre los últimos instantes de la obra: "El final de Casablanca es ese momento decisivo y ambiguo en que los dos protagonistas van a dar por acabados el recuerdo de su amor. Sólo algunos meses separan su flechazo parisino de su nuevo encuentro en Casablanca. Su angustia, que el espectador percibe, es también la de los actores (Ingrid Bergman preguntaba Curtiz de quién estaba enamorad al final) y la del director (Curtiz le respondía: "Actúa como si lo estuvieras de los dos")" (p- 51).


Encontramos en el universo de la crítica cinematográfica opiniones especiales en torno a Casablanca, el caso es nacional y desde la tribuna periodística de un semanario político bajo la pluma de Hernando Salcedo Silva -padre del cineclubismo colombiano-, quien en su columna semanal orientaba a sus lectores sobre cine clásico y de actualidad, además de los ciclos programados en la capital colombiana a finales de la década de los setentas; la particularidad de su texto era una franja ubicada al costado derecho que tenia una imagen distintiva con un pulgar hacia arriba o hacia abajo, síntoma de aceptación o rechazo –entendido como un factor que vislumbraban ciertos elementos no acertados del filme-, para el caso de la obra de Curtiz, el pulgar se encuentra hacia abajo. Por lo anterior, reproduzco la  crítica de Salcedo, entregándonos algunos elementos que posibilitan ver y entender Casablanca con otra óptica.             

Anexo
Casablanca
Por: Hernando Salcedo Silva.   
Afirmar que "Casablanca" es una película misteriosa, es quedarse en la mitad de la definición de una obra que sin ningún mérito realmente grande, sin embargo tiene un encanto especial indiscutible e imposible de concretar en el método de descomponerla en sus diferentes piezas, para luego reconstruirla y obtener algún resultado. Lo mismo que con algunas personas poseedoras de un "no se qué" encantador y difícil de definir, la película puede ser objetable en su inventario, pero el balance final es de infalible impacto sobre toda clase de espectadores y en la mayoría de los países que en sus regulares reestrenos, aseguran un público fiel y ávido de ver  "Casablanca".

El tema es melodrama con sus tradicionales alternativas de conflictos pasionales e intrigas, en este caso, internacionales, porque sucede en plena segunda guerra mundial y en Casablanca, ciudad aparentemente neutral y donde conviven intereses aliados y alemanes, fondo común de la aventura. En realidad no sucede nada importante, manteniéndose la narración a un nivel medio, sin ninguna escena que exalte o baje especialmente la expectativa del espectador, equilibrio que puede se uno de los atractivos de la película que ante todo, es una historia de amor, delicada, lejana, antípoda de las eróticas que hoy se ven en el cine.

Típica película de los 1940, todo sucede en los escenarios construidos en los grandes estudios de Hollywood, con su técnica correspondiente que no sale de un patrón convencional de fotografía, de iluminación plena, contrastada o en contra luz para resaltar algún lado especialmente bello de la actriz Ingrid Bergman, en algunas escenas tan bonita, que parece concentrar la belleza ideal de esos años. La vuelta atrás, (o "flashback"), se establece con simples disolvencias para que el público no tenga ningún problema de continuidad, y cuando se trata de exteriores, el  "back proyection", (proyección de película detrás de los actores), reafirma el dominio de cine en estudio.

La narración de  "Casablanca" tiene la eficiencia, el dinamismo propio del cine norteamericano1930-40, de la que participaban maestros de los meritos de Howard Hawks, John Ford, y simples artesanos al nivel de Michael Curtiz, director de la película, que sin tratarse de un realizador inferior, su obra es mediocre al no superar por lo general, al cine comercial de su tiempo. Esta eficiencia, el sostener el interés narrativo constantemente, para algunos espectadores puede parecer recursos todavía primitivos, propios a un cine de fácil lectura de imágenes rápidas, sencillas y muy bien presentadas que aun hoy, conservan su antigua efectividad.

Se afirma que la combinación Humphrey Bogart/Ingrid Bergman es causa del eterno éxito de  "Casablanca", explicación simplista si se observa que películas superiorísimas de ambos actores, nunca tuvieron el éxito de la mencionada. El contraste entre el rudo Bogart y la delicadísima Bergman, su pasajero romance y su frustración final, son parte de la gran historia de amor ya en referencia a la que el gran actor comunica una melancolía en su postrero renunciamiento, situación de la más pura ascendencia romántica que por fuerte contraste con el furibundo anti-romanticismo actual, resulta por lo menos extraordinaria, increíble y misteriosa.

Definitivamente "Casablanca" no resiste un análisis de sus elementos porque son obviamente débiles, pero como en el caso de algunas mujeres, el rigor, es una falta básica de galantería, de no apreciar ciertos aspectos  "espirituales" que funcionan dentro de la película para hacerla tan atractiva, tan indispensable como uno de los mejores ejemplos del trabajo de director, guionista, músico, montaje y actores, integrados a un tema que funciona por los lados sensibles del espectador que pierde su tiempo, volviendo al principio, al preguntarse,  "por qué me gusta tanto "Casablanca", por dónde anda su particular encanto?" Precisamente en no obtener una contestación definitiva, radica el misterio, el encanto particular de "Casablanca".

Bibliografía
-Hernando Salcedo Silva, Casablanca, Consigna, Año II, N. 78, Bogotá, Agosto 4 de 1977, Semanario Liberal.
-Marc Augé, Casablanca, Colección La Película de mi Vida, gedisa editorial, 2008.   

23.3.12

La crítica de cine. Una historia en textos


Artículos memorables en Colombia 1897-2000  
 Juan Gustavo Cobo Borda, Ramiro Arbeláez. Coedición: Proimagenes Colombia, Universidad Nacional de Colombia, 2011, págs. 342.

I
La recopilación de textos tuvo como base la investigación titulada Crítica de Cine en Colombia, realizada en la Universidad Nacional de Colombia -Facultad de Artes, Escuela de Cine y Televisión-. Juan Gustavo Cobo Borda, nacido en Bogotá, es poeta y ensayista, autor de los recientes libros El Olvidado Arte de Leer y Lecturas Convergentes, ambos publicados por la editorial Taurus, además de innumerables textos compilatorios sobre poesía y literatura colombiana, con una tradición venida desde la década de los setentas. Ramiro Arbeláez, nacido en Cali, es Licenciado en Historia de la Universidad del Valle, con estudios de Maestría en Cine de la Universidad de Sao Paulo, Brasil; autor de varios textos sobre la historia del cine colombiano –El Cine en Valle, El Arte de la Exhibición Cinematográfica-, actualmente se encuentra vinculado a la Escuela de Comunicación Social de la Universidad del Valle.

La presentación institucional de este libro fue realizada por Caludia Triana, directora de Proimagenes Colombia. El prólogo titulado Ir a Cine, Ver Cine, Escribir Sobre cine, escrito por Juan Gustavo Cobo Borda, presenta una breve descripción de los hermanos Di Domenico, pioneros del cine en el país con sus actividades comerciales y sus apuestas en el Negocio del cine, incentivando la exhibición a través de su revista Películas. Siendo la producción cinematográfica incipiente en los primeros cincuenta años del siglo XX, nuestros teatros locales en las principales ciudades del país, asumían una exhibición con acento extranjero, sobretodo mexicana y norteamericana, multinacionales que aprovechaban el desequilibrio de nuestra producción para fortalecerse con sus historias hechas cine, y con ellas sus propias publicaciones:

[…] El cine venía de Hollywood, lo comercializabn las transnacionales y estas publicaciones reproducian de forma literal sus comunicados de prensa, los desde siempre sabrosos chismes de romances y rupuras y las atractivas fotos de las estrellas, facilitadas por las casas distribuidoras. La farándula en fin. Pero el cine colombiano no terminaba de aparecer. El editorial de agosto 27 de 1955, al hablar de la presentación de una nueva película nacional que no menciona, dirá: “Ninguna película, ya sea bogotana, caleña o antioqueña, ha tenido el aplauso del público. Es cierto que los teatros se han colmado de bote en bote… pero al público colombino no podemos seguirlo estafando con ´cosas´ que dicen ser una película y no dejan de ser sino unas ´mamarrachadas` del peor gusto ” (p. 19).

Según el autor, la verdadera crítica cinematográfica en Colombia tiene su punto de partida en las figuras de Jorge Gaitán Durán y Gabriel García Márquez desde el periódico El Espectador, además en la pluma de Hernando Valencia Goelkel, primero desde la revista Cromos, luego, junto a Gaitán Durán con la fundación de Mito, uno de los órganos  culturales e intelectuales más importantes del país que saldría entre los años 1955 y 1962, teniendo como plus de información la crítica el cine bajo los gustos individuales de sus autores –Hernando Salcedo Silva, Antonio Montaña, Francisco Norden, Guillermo Angulo, Luis Vicens- venidos de la influencia de los franceses de la nueva ola y su revista Cahiers du Cinema, pero también aficionaos al cine norteamericano con sus historias del oeste y gánster:

[…] ¿No estaría la verdadera modernidad de Mito en haber hablado al tiempo de Hollywood y Visconti, de Cesare Zavattini y de Brecht y el cine, en haber traducido los diarios de filmación de Fellini en Las Romanas y en señalar cómo la forma de hablar de Cantinflas era la imagen más fiel de la oratoria política colombiana? Tal es el acierto de Mito al referirse al cine (p. 21).

Cobo Borda otorga a Goelkel el rotulo de primer crítico cinematográfico colombiano, situándolo como primer hito en el oficio con el libro Crónicas de Cine -1974-. Seguido, menciona el texto Crónicas del Cine Colombiano, 1897-1950 de Hernando Salcedo Silva, y la Historia del Cine Colombiano -1978- de Hernando Martínez Pardo; además de Páginas de Cine de Luis Alberto Álvarez, la recopilación de textos de Andrés Caicedo Ojo al Cine, el libro de Jaime Manrique Ardila  Notas de Cine, además las referencias a los aportes de Mauricio Laurens y Orlando Mora; faltando desde mi punto de vista, la referencia al libro de Umberto Valverde Reportaje Crítico al Cine Colombiano -1978-.  
Las conclusiones de este prólogo están dirigidas al trabajo realizado -en palabras de sus autores- a una antología que reconoce “la importancia precursora de dichos aportes, busca ahora rescatar del limbo de las hemerotecas, piezas pioneras del análisis cinematográfico” (p.23). Lo anterior, bajo un tridente geográfico de trabajo crítico que ha entregado sus aportes al oficio: Cali, bajo los efectos del movimiento cineclubístico de los setentas que abrió con el pasar de los años una forma de hacer cine, y sus actividades paralelas representadas en la crítica y la enseñanza de este arte; Bogotá, con la aparición de la Cinemateca Distrital, los ciclos programados, y la publicación de las revistas Cinemateca y Cuadernos de Cine; Medellín, con los aportes de la revista Universidad de Antioquia, y la revista Kinetoscopio, aún vigente y con una importante tradición dentro del espacio colombiano, exponiendo algunos nombres de su principales escritores, y sus gustos particulares.


II
La periodización de está recopilación va del año 1897 al año 2000, desde la llegada del cine a Colombia, a los nuevos aportes de nuestra cinematografía en el contexto de una nueva Ley de Cine. Desde Clímaco Soto Borda, con su texto Días de Cine-Cinematógrafo publicado en El Rayo X, septiembre 4 de 1897 –documento rescatado por Enrique Santos Molano-, hasta el artículo de Orlando Mora, La Crítica de cine en Colombia. De la disección de un cadáver a la vida de un filme, publicado en Cinemateca N. 10, en enero de 2000.

Ocho capítulos hacen parte del libro:
1-Curiosos Precursores. Trae textos de Luis Tejada Cano, Tomás Carrasquilla, Germán Arciniegas, entre otros; en total ocho textos que se dedican al arte cinematográfico como parte de la vida cotidiana, así como algunos dedicados a películas exhibidas, tal es el caso de María en 1922.

2-Todo comenzó en Mito. Con aportes de los intelectuales más importantes que hicieron reseñas fílmicas, entre los ya nombrados en líneas anteriores: Eduardo Caballero Calderón y Hernando Téllez, con temas variopintos dedicados a diversos maestros del cine y sus obras, por ejemplo, Las noches de Cabiria y el tema de Los escritores frente al cine.

3-Todo el Mundo en una Pantalla Colombiana. Homenajea varios géneros cinematográficos con sus autores y obras, entrando en escena Jean Renoir, Bergman, Buñuel, Bertolucci, Almodóvar; con temas especiales como El Cine y los Vampiros de Hugo Chaparro Valderrama, y la Trilogía Mortal: Nosferatu, Apocalipsis, Solaris, escrita por Marta Traba.

4-El Cine: Placer y Nostalgia.  Como en las películas de la nostalgia por el cine que ya no se hace y por el teatro que ya no existe, Alberto Duque López, Alberto Navarro y Alberto Ramos Garbiras, nos trasportan a sus recuerdos, a sus gustos, a sus tristezas. Tal vez este tipo de documentos abunden escondidos en los entornos más privados de los amantes al cine.

5-En pos del cine colombiano. Seis artículos que posibilitan entrar en el contexto del cine nacional, con el texto clásico de Salcedo Silva Sesenta años de Cine en Colombia, y una reflexión sobre El Cine Independiente Colombiano de Marta Rodríguez; diversas épocas con filmes variados de nuestra historia del cine.

6-Colombia en Cine., Capitulo que destaca obras y autores colombianos vinculados al séptimo arte, con textos de Margarita de la Vega-Hurtado, Diego león Hoyos, Patricia Restrepo, entre otros. Reflexionando sobre la obra de José María Arzuaga, Luis Ospina, Andrés Caicedo, Víctor Gaviria, y Felipe Aljure, con referencias directas a algunas de sus obras, y sus propias vidas.

7-Otras voces: Directores, Debates y Festivales. Entra en el universo de los espacios alternos de la exhibición y producción cinematográfica: la censura, el Hollywood particular de cada cineasta colombiano, la acción del director, las diferencias entre el cine y el teatro, y el balance de nuestro festival más antiguo, bajo el lápiz de Enrique Posada Cano, Carlos Mayolo, Jorge Alí Triana, Santiago García y Umberto Valverde.    

8-Reflexión final: La Crítica.  Dos artículos escritos en épocas diferentes pero vigentes en su estructura, el primero, escrito por Alberto Aguirre con el titulo Función de la Crítica, mostrando sin tapujos las formas y medios de afrontar la crítica, podría considerarse una reflexión sociológica del oficio, visto con seriedad y sospecha, aclarando puntos básicos con una reflexión final: “Tarea esencial de la crítica es ésa de desnudar el carácter clasista de la obra de arte.  No hay arte inocente” (p. 330). El último texto –presentado al inicio de la reseña-, escrito por Orlando Mora, se divide en seis partes, siendo una radiografía del oficio con puntuales anotaciones en el caso colombiano: “Hoy como ayer sigue siendo difícil afirmar la existencia de una crítica de cine con peso en el país. Muchos factores atentan contra su desarrollo, dos de manera muy especial: la falta de espacios especializados y la carencia de un cine nacional” (p.337).

Además de los capítulos presentados, encontramos un índice alfabético de autores y otro de artículos; un diseño especial con una letra propicia para su lectura, una serie de imágenes que complementan los temas de los capítulos. En resumen, una obra bien diseñada que enaltece el tema e invita de forma amable a su encuentro.

III
Al nacer el cine, nace la crítica cinematográfica. Una relación afectuosa, rígida, molesta, complaciente, y llena de diversos intereses dependiendo el orden establecido por medio de su difusión, ya sea escrita, radial, televisiva, o la internet. En Colombia, las publicaciones dedicadas a la difusión y crítica cinematográfica tienen su primera referencia en el año 1908 con la revista Cinematógrafo, surgida en Bogotá, dirigida y redactada por Manuel Álvarez Jiménez. Después, encontramos otras publicaciones que hicieron parte del incipiente proceso de exhibición y producción cinematográfica nacional, entre otras: El Olympia –Cali, 1913-, El Cinematógrafo –Cúcuta, 1914- El Kine –Sincelejo, 1914-, Películas –Bogotá, 1916- Cine Colombia –Bogotá, 1924-, Cineco –Bucaramanga, 1933-, Cine y Libros –Bogotá, 1942-, Cine Club de Colombia, Órgano Informativo Oficial –Bogotá, 1953-, Guiones, -Bogotá, 1960-, Cinemés–Bogotá, 1965-, Cuadro 8 –Medellín, 1970- Ojo al Cine –Cali, 1972-, Cinemateca –Bogotá, 1970-, Cine –Focine, Bogotá, 1980-, Cuadernos de Cine Colombiano –Bogotá, 1981-, Arcada va al Cine –Bogotá 1982-, Kinetoscopio –Medellín, 1990-.



Los registros presentados hacen parte de diversas publicaciones, sin embargo, debemos enfatizar la importancia de los periódicos como medios de expresión de una columna o comentario al séptimo arte; entregando una visión de ese espectáculo, bajo comentarios de aceptación, censura o reproche, de ahí su éxito en el escenario de la vida cotidiana de los espacios donde se hizo posible su difusión. Tan importante fue la dedicación a escribir unas palabras sobre lo visto en el lienzo, que nacieron las revistas de divulgación, y con ellas el oficio de crítico cinematográfico, el cual se ha desempeñado antes y ahora, como punto de revisión y guía ante lo que él ha visto y el público encontrará en la sala oscura, apareciendo entonces puntos comunes o divergencias notorias. Por lo tanto, algunos optaran por no leer críticas fílmicas antes de ir a la función, y otros la buscaran como acertada información de valoración sobre la película.    

La crítica de cine, una historia en textos, es un libro básico dentro del contexto de la investigación cinematográfica colombiana, posibilita encontrar ciertos criterios de la critica cinematográfica con respecto a su oficio durante el Siglo XX, desde el cine como  invento de divertimento en sus primeras escalas de exhibición y producción nacional, pasando por los influjos del cine extranjero llegado a nuestras salas, hasta las reflexiones de nuestro cine en los procesos de producción y divulgación.

El panorama general del cine -tanto nacional como extranjero-, basado en algunos de sus principales exponentes, deja entrever la importancia adquirida por el oficio de reportar filmografías diversas bajo el ojo crítico de lo visto y asimilado, cumulo de experiencias individuales ganadas como cinéfilos, y asiduos visitantes de los templos dispuestos para su encuentro, aquellos que la memoria urbana de nuestras ciudades borra constantemente, cambiando las formas y medios de acercarse a la imagen en movimiento.

Es pues, una tarea adelantada la de compilar documentos para otros investigadores que se acercan al tema del cine colombiano o ya lo trabajan, función directa que este tipo de obras ofrecen a los interesados en el tema, sin dejar de lado la posición que algunos asumirán con respecto a que hacen falta algunos artículos y autores; pero es evidente que cualquier selección se realiza bajo criterios donde median ciertos gustos, y el sentido común de tener un bagaje en el conocimiento que convoca.