23.2.09

El Museo la Tertulia sin energía eléctrica y administrativa

Por: Yamid Galindo Cardona

El Museo de Arte Moderno la Tertulia se quedo sin energía eléctrica, o mejor se la quitaron por el no pago de sus facturas. La semana que paso estuvo muy activa en cuanto a las informaciones periodísticas en prensa y televisión, todas apuntando a una solución rápida de la empresa encargada de este servicio, a las disculpas administrativas de la directora por falta de presupuesto, a las críticas contra el alcalde de Cali, y en la misma proporción a la Ministra de Cultura. La realidad del museo tiene como única responsable a la encargada de su dirección y a la junta que la acompaña, si reconocemos que el presupuesto nacional esta dirigido en su gran mayoría a soportar el conflicto armado, y poco en crear educación y cultura, también es cierto que nuestros museos deben tener una excelente administración que sepa utilizar los pocos recursos que el estado otorga y los que se consiguen por medio de la gestión con lo privado. Debería entonces de fiscalizarse que ha sucedido con esos recursos, cómo se han invertido, y qué se ha hecho mal, porque así las responsabilidades estén dirigidas a las entidades públicas que pueden solventar ciertos gastos como la energía y el agua, tampoco es obligación de estas asumir esas necesidades básicas que podían aliviarse con una proyección anual de gastos acorde a las ayudas económicas que llegan de todos los sectores.

María Paula Álvarez es la directora del Museo de Arte Moderno la Tertulia, la señora ha encaminado sus labores a un proyecto museístico muy importante que busca dejar la colección de arte conseguida por Maritza Uribe, Gloria Delgado y Miguel González, en estado de exhibición permanente, con el fin de acostumbrar al público caleño y vallecaucano a familiarizarse con un patrimonio que les pertenece, reconociendo en el arte mensajes de diversos artistas enfocados a actos individuales, colectivos y sociales, bajo parámetros educativos donde el niño hasta un adulto se encuentre identificado. La idea ha tenido apoyo de las entidades públicas con partidas presupuestales, dinero que ya se ha gastado dejando a medias la remodelación de un edifico que escasamente tiene nueve años de haber sido construido, es decir, fue inaugurado en el año 2000 con una retrospectiva de la obra del maestro cartagenero Enrique Grau; ahí las preguntas: ¿Se justifica reconstruir un edificio que esta relativamente nuevo? ¿Por qué no se invirtió ese presupuesto y se llevó ese proyecto en las salas antiguas, y espacio no usados, con sus respectivas remodelaciones? ¿Por qué no se dejo el edificio nuevo como parte de ese proyecto?

Es obvio que las dinámicas de dirección varían de una persona a otra: consecución de presupuesto, relaciones con los empleados, programas de exposición en artes y cinematográficos, pago de deudas a los proveedores, etc. Con la actual directora es posible que su gestión en la consecución de dinero haya sido excelente, pero en su administración pésima, a veces consiguiendo mucho se hace poco, y consiguiendo poco se puede hacer mucho, eso diferencian los últimos años de la anterior directora Gloria Delgado al frente de la institución y la señora Álvarez desde su llegada. El desfavorable accionar de su gestión al frente del museo ubicado en el antiguo “Charco del Burro” tiene algunos lunares negros que presento a continuación:

-Cierre del Taller Infantil que fundara Ruka Velasco a inicios de la década de los ochentas del siglo XX, labor que incluía algunos barrios de la ciudad, y tenía un gran apoyo de la gobernación departamental, ayuda que se perdió por falta de gestión y compromiso con esta dependencia. En la anterior dirección se construyo un edificio para el taller, luego, con su cierre, se convirtió en espacio de diversos usos.
-Despido injustificado de algunos empleados bajo argumentos amañados, y amparados en la junta que la compaña, que poco o nada hacen para el bienestar del espacio ante su poca sensibilidad con las expresiones del arte y el cine.
-Atraso en el pago de salarios, vacaciones, primas, eps, caja de compensación familiar, y el no aumento anual en los sueldos que por ley debe hacerse.
-Utilización del espacio en actividades ajenas a la labor de un museo: desfiles de modas, campañas políticas, fiestas infantiles.
-Aumento de visitantes a la zona del museo durante la noche para el consumo y expendio de alucinógenos, además de convertirse en zona de parqueo de motos.
-Desatención a la Cinemateca la Tertulia en aspectos diversos como son el mantenimiento de la sala, los proyectores, la programación, etc., labor que directamente debe realizar Eugenio Jaramillo, pero que descuida en sus aspectos primarios, resultando poca asistencia e ideas para sacarla de su decadencia.
-Cierre del almacén de objetos, libros, recordatorios: ¿Qué museo se concibe sin un almacén para que el visitante compre un objeto que le recuerde su visita?

Sobre los anteriores aspectos poco o nada se han debatido en la administración de María Paula Álvarez, ella se muestra como la directora ejemplar que sufre la falta de apoyo local, gubernamental y estatal para sacar su proyecto adelante, su oscuridad administrativa no se conoce, su poca capacidad de dirigir una entidad que se mueve entre lo privado y lo público, ha llevado a la crisis una institución que se mantenía bajo la anterior dirección estable, con dificultades pero estable, y ante todo sensible a las manifestaciones del arte y el cine, algo que posibilitaba el engranaje correcto de cada una de sus dependencias, con errores y aciertos, pero con energía para solventar la necesidades básicas.

El museo no se debe cerrar, y las personas pasan y las instituciones quedan para gracia de la ciudad. Que la energía eléctrica vuelva bajo un consenso de pago que involucre a varios actores, pero que los compromisos, rendición de cuentas, y evaluación de la actual directora se dé, porque al paso que vamos el museo seguirá teniendo dificultades ante la falta de coordinación y gasto de los dineros que les llega. En Cali tenemos gente con conocimientos administrativos y sensibles al arte, algo que la actual directora adolece para el buen funcionamiento del Museo la Tertulia; es hora de cambios, revisiones y remedios, antes de que la enfermedad se agrave y el paciente muera.

13.2.09

Memoria ochentera del balón


A Daniel G. y Santiago A.


El primer recuerdo que me llega de la pelota es una propaganda televisiva a blanco y negro –por el televisor que teníamos-, de un bombón llamado silbato, que venía en forma de pito y de varios sabores, la publicidad mostraba un partido de fútbol entre niños con los uniformes de la selección Argentina y Holanda, recreando la final del mundial de 1978, aquella que sospechosamente ganaron los del sur al definir su paso a la final con una goleada inimaginable al Perú, pero esa es otra historia que posiblemente hiera la sensibilidad de los argentinos que para la época tenían sobre sus cuerpos la bota militar. Otro momento televisivo me lleva al programa “Fútbol, el Mejor Espectáculo del Mundo” presentado por el “papá de los narradores deportivos colombianos” Carlos Arturo rueda C., programa de los sábados en la mañana que presentaba los principales clásicos del planeta fútbol, especialmente los de Suramérica: Boca vs River Plate, Peñarol vs Nacional, Flamengo vs Botafogo, entre otros; allí supe que existía dos jugadores Maradona y Zico.

Luego, la calle se convertiría en el primer escenario de mis pases errados con el balón, sitio que mi padre vetaba con justa razón ante la posibilidad de cometer algún accidente que la mayoría de las veces era romper un vidrio o asestar un balonazo a cualquier transeúnte, lo que conllevaba una queja, un disgusto, un regaño. Restringido el espacio, buscaba con mi hermano otro, el amplio corredor la casa de turno, armando arriesgadamente dos canchas con las materas del jardín de mi madre, lo que obviamente se nos fue prohibido ante la posibilidad de quebrarlas, sucediendo en algunas ocasiones, y soportando su furibundo disgusto que traía como complemento su lanzamiento libre de chancla, que en la mayoría de las veces daba en el blanco. Sin espacios riesgosos para la disciplina fútbolera, y asumiendo nuevos comportamientos aprendidos en la escuela, se traslado el juego a la cancha del centro educativo, los parques, y otros escenarios que comúnmente se llamaban peladeros, armando equipos de acuerdo a los afectos con la escogencia predeterminada al “pico-monto”, siendo casi siempre, uno de los últimos escogidos.

Ya en el colegio, mi profesor de educación física aprovechaba las dos canchas que existían de fútbol, llamaba a lista, dividía el grupo en cuatro equipos quedando troncos y calidosos juntos, y se jugaba hora y media seguida, mientras él se sentaba bajo la sombra de un árbol a realizar crucigramas y fumar cigarrillo. Forma de “enseñanza” que fue variando según el profesor de cada grado académico. A la par que se jugaba en el colegio durante el descanso y las clases de deporte, se salía a jugar a una cancha cercana o nos quedábamos hasta que la luz natural no dejaba ver la pelota; potencialmente éramos todos jugadores de fútbol que con el trasegar de nuestro crecimiento fuimos asumiendo otras situaciones que alejaron esa primera intención, ya que muchos nos inscribíamos a equipos juveniles que exigían otros compromisos, y ante todo disciplina, algo que pocos estaban dispuestos a entregar.

Estando en Cali, a alguien se le ocurrió llevarme a un clásico vallecaucano entre América vs Cali, para incentivar mi afición hacia los verdes, para decepción suya, el rojo gano 2-1, y quien escribe, decidió escoger a los “diablos” como su equipo de cabecera. América se convertiría en el equipo más ganador de los ochentas, pero igualmente el que más tristezas trajo con sus tres fallidos intentos en la final de la Copa Libertadores de América, siendo la más recordada aquella que se fue en Santiago de Chile frente al Peñarol de Montevideo. América era uno de los equipos que más invertía, traía jugadores extranjeros y colombianos que en muchos casos fracasaban por su falta de oportunidad, su presupuesto estaba sustentado por los Rodríguez Orejuela, jefes del narcotráfico caleño, y opositores del llamado “cartel de Medellín” que igualmente invertía en el Atlético Nacional, y de un personaje de apellido Gacha dueño del equipo Millonarios de Bogotá; es decir, una década bastante turbulenta en lo concerniente a la corrupción deportiva en el fútbol, algo que no cambia y se mantiene vigente desde las altas esferas, caso concreto nuestra Confederación Suramericana de Fútbol y sus interés marcados hacia la Argentina y Brasil.

Muchos afirman que uno recuerda a partir del primer mundial de fútbol que tuvo oportunidad de ver, y en algunos casos escuchar; sin ser ese el caso particular, pero si así lo fuera, a mi me toco el mundial de España 82 con su mascota “naranjito”, donde Italia fue campeón, tengo presente dos partidos en especial, Argentina vs Brasil, Brasil vs Italia, en el primero, los cariocas ganaron 3-1 y Maradona fue expulsado; en el segundo, Italia gano 3-2 con tripleta del goleador Rossi, vibrante partido que sacaría de la pelea a la considera mejor selección de ese mundial por su juego vistoso, y llevaría a los azules a la semifinal contra la Polonia de Lato. Después del mundial de 1982, el campeonato de 1986 correspondía a Latinoamérica, y Colombia sorpresivamente fue escogida para realizar este mundial, sin embargo, el presidente de la república de turno, Belisario Betancourt, decidió no proseguir con este proyecto por razones de presupuesto, y la sede se le entrego a México, así que a nuestro país le toco jugar la eliminatoria en el grupo de Argentina y Perú -estrenando nuevo uniforme, y dejando para el recuerdo ese blanco con la banda tricolor, y el anaranjado con negro-, clasificando los gauchos de primeros, y nosotros quedando por buen promedio de gol en el repechaje que nos pondría frente a los paraguayos, a la postre ganadores de esta oportunidad. México 86 consagró a los argentinos, y a Maradona como el mejor, su gol frente a los ingleses en cuartos de final sigue considerándose el mejor de la historia. Fiel a la fiebre maradoniana, me convertí en fan del pequeño hombre de gambeta y rapidez de ensueño, compre el álbum de su recorrido deportivo y casi lo lleno; asumí la camiseta rayada como propia para el siguiente mundial de 1990 celebrado en Italia, y que lastimosamente perdieron en la final con Alemania de Matheus, la misma a la que le empatamos en el último minuto con gol de Freddy Eusebio Rincón, y cantamos como si hubiéramos sido campeones, para luego decepcionarnos con el error de Higuita frente a la potencia del camerunés Milla, y volver a la realidad de nuestro fútbol.

Después del fracaso del médico Ochoa con nuestra selección Colombia, y los golpes de pecho del colombo-argentino Navarro Montoya por haber aceptado defender nuestro arco para las eliminatorias de 1986, se vino una renovación total con Maturana de director, quien con éxito en el Atlético Nacional y sus puros criollos, había conseguido la gesta de ser campeón de la Copa Libertadores en una final frente al Olympia de Paraguay desde el lanzamiento del punto de penal, agobiantes minutos de desastrosos cobros de parte y parte, hasta que llegó la puntería de Leonel Álvarez; este grupo, junto con otros jugadores entre los que se encontraban el melenudo Valderrama, escribió una página especial de nuestro fútbol que llegaría hasta el mundial de Francia 1998.
Entre recuerdos incompletos, usted señor lector podrá indagar para completar estos datos ochenteros del balón, cada uno asume sus gustos, sus jugadores, sus alegrías y tristezas, aquellas que seguro, las nuevas generaciones de aficionados están viviendo.