El
23 de noviembre de 1974, el General Gustavo Rojas Pinilla –Tunja, 12 de marzo de 1900, Melgar, 17
de enero de 1975-
entregó la que sería la última entrevista concedida en exclusiva para el primer
número de la Revista de Historia. Fernando
Umaña Pavolini fue el entrevistador, aclarando en una línea que dicha
conversación fue “revisada y corregida por la familia del General”, por lo
tanto se trata de recuerdos corregidos. El título del artículo “las guerrillas
en el llano y otras cosas más…”, presenta diversos temas de la vida política
del país donde el personaje central estuvo presente, entre otras el nacimiento
de las guerrillas, las posiciones de la dirección nacional liberal, la iglesia
católica, las fuerzas armadas, la pacificación, entre otras.
El
objetivo del presente texto es presentar la versión del militar sobre el golpe
del 13 de junio de 1953 que lo llevaría a gobernar al país hasta el 10 de mayo
de 1957, cuando la violencia política aún vigente, la censura periodística, los
paros nacionales, y las agitaciones estudiantiles en combinación con las
burguesías políticas y otros sectores, llevaron a su dimisión entregando la
llamada “dictablanda” a una junta militar de transición para iniciar otro
proceso conocido en nuestra historia social y política como Frente Nacional.
___________
Versión del Golpe del 13
de Junio
F.U.P.- Cuéntenos sobre
el 13 de junio.
G.R.P.- Bueno, al
principio vino aquella situación tan dura y Laureano resolvió mandarme a
España, mandarme a inaugurar el vuelo de Avianca, el 17 de abril del 53. Yo
dije: “Laureano lo que quiere es sacarme de aquí dejarme allá de Embajador para que no
vuelva”.
Total
que llamé al chófer y le dije: “Eche mi maleta al carro pero no la suba al
avión, porque yo no voy a viajar; usted no se lo dice a nadie”. Me llamó el
Ministro de Guerra que era el responsable de todo lo que estaba pasando porque
los militares, tal vez injustamente, le echaban la culpa a todos los fracasos
por su demasiada amistad con Laureano. Me llamó por teléfono y me dijo:
“General, yo paso por usted para llevarlo al aeropuerto, con mi General
Lombana, mi secretario”. Yo le dije: “Por supuesto, no había inconveniente”.
Llegó, nos subimos al carro, llegamos a Techo que estaba lleno de gente. “¡Ay mi General, no se vaya! Que no se sabe que va
a pasar aquí”. “No hombre, es fuerza mayor, voy a llevar a María Eugenia para
que conozca a Europa, la china ha estudiado muy bien”. Cuando llamaron los
pasajeros al avión, me levanté y me dirigí al patio; detrás de mí venía el
Ministro de Guerra y detrás el General Lombana. Toda la oficialidad de Bogotá
formó una “U”, cerrando para que nadie pudiera entrar al avión. Frente a la puerta
del avión había una bandera y luego militares, formados codo a codo; nadie
podía pasar; cuando llegué los militares me vieron y me dieron paso. Fue a
pasar el Ministro de Guerra y lo empujaron no lo dejaron pasar. “No puede
pasar, le dijo un sute y se cerró. Yo pasé la fila y en vez de dirigirme hacía
el avión me puse al lado de la bandera; ya todos los pasajeros habían subido.
El segundo mío de viaje era el Coronel Escandón; salió Escandón y me dijo: “Mi
General sólo falta que mi General suba”. Yo le dije: “Lo encargo que me
represente porque yo no viajo a España”. Los militares tiraron la gorra al aire
y gritaron: “Viva mi General Rojas, abajo el Gobierno”.
Ahí
estaba la señora de Urdaneta; lo llamó por teléfono y le dijo: “Roberto, el
General Rojas no viajó a España y dicen que de aquí va a coger para palacio a
hacerse cargo del Gobierno”.
Bueno…
yo tomé el carro con mi ayudante y me dirigí
a mi Despacho, saqué los dólares que me habían dado para el viaje y le
dije a mi ayudante: “Tome teniente vaya a Tesorería y entregue estos dólares
que me han dado para viajar y saque doble recibo del Tesorero, firmados por él,
porque luego dicen que no los quise devolver”. Luego seguí trabajando: me llamó
por teléfono Urdaneta (él me decía Gustavo): “Gustavo me alegra mucho que no te
hayas ido. ¿Y qué vas hacer?” “No… Aquí trabajando, despachando estos asuntos
urgentes…?
Laureano
vio que no había podido salir de mí. Como había tenido un encuentro duro con
Laureano cuando lo conocí, él sabía mi modo de ser. Entonces “El Siglo” empezó
a atacarme; fui y hablé con el Gerente y le dije:
“Les
prohíbo que vuelvan a hablar de las Fuerzas Armadas o les cierro el
periódico”
“¿Le
cierra el periódico al doctor Laureano Gómez?
Y
le respondí: “Sí, le cierro el periódico. Al día siguiente mandé un oficial con
tropa: “Revise la edición, si hay algo contra las Fuerzas Armadas, decomísela.
Y evidentemente, venía una catilinaria contra mí. Después preparé el banquete
del 22 de mayo e invité a todos los Comandantes de las Fuerzas Armadas, Cuerpo
de Tropa, Generales en retiro, Cuerpo Diplomático, Alzate, Ospina, etc. Fue el
famoso discurso del 22 de mayo del que dijeron que había sido el Golpe de
Estado. Se acentuó la tirantez con Laureano, la cosa más brutal, hasta que me
fui el jueves anterior al 13 de junio. Tenía yo un coctel para despedir la
misión americana, lo preparé en la Escuela Superior de Guerra y ordené que
todos los Comandantes de Tropa de Bogotá fueran al banquete; con cada uno de
ellos hablé separadamente y les dije:
“Me
voy para Melgar mañana y vuelvo en el primer avión del lunes, durante mi
ausencia ustedes no reciben ordenes sino mías. Ni del Presidente, solamente
verbales del General Rojas Pinilla. Esta es una orden general que tienen todos
los Comandantes”. Me sorprendió mucho que al otro día por la mañana, me dijo un
amigo y muy amigo de Laureano “¿Te vas mañana para Melgar? “Sí, me voy mañana”.
“Te
apuesto una caja de whisky a que cuando regreses te han dado de baja”.
“Con
esta condición te la apuesto, de que si el Gobierno me da la baja se cae”.
Me
respondió: “A eso sí no le apuesto, porque el Gobierno se cae”.
“Entonces
vamos a hacer una cosa, vamos a apostar doce monedas de cincuenta centavos”, y
las sacó. Yo saque una y dije: “Que sean trece”.
Por
eso era que en Palacio, en mi escritorio, había trece monedas de cincuenta
centavos. Y evidentemente me fui, y di orden que si pasaba algo en Bogotá, un
avión diera tres vueltas sobre la finca mía en Melgar y me esperara en Flandes.
Me
estaba bañando (tengo un sexto sentido para las cosas) y le dije a Carola:
“Salgamos ya porque el avión salió de Bogotá y tenemos que irnos. Salí,
almorzamos, nos preparamos y evidentemente llegó el avión, dio las tres
vueltas, era un DC-3. Me llamaron al teléfono, era Berrío Muñoz y Duarte Blum,
me dijeron: Es urgente que regrese inmediatamente”.
Cuando
salí de Melgar puse el radio y ahí decían que había tomado posesión Laureano,
que me había dado de baja; solté la risa y dije: “¡Viejo pendejo!”. De ahí en adelante me encontré con el
primer carro de detectives que habían mandado para que me asesinaran; los
habían mandado por Fusa y por Girardot. Yo llevaba un carro con ametralladora y
soldados armados adelante y otro atrás, luego iba el carro mío; nos encontramos
en una curva, en un puente, casi se va abajo el carro de los detectives. Al
llegar a Techo había una compañía esperándome y al salir de techo había otro
carro de detectives; se salvaron milagrosamente porque yo iba en un camión del
ejército y el que manejaba la ametralladora los vio y los iba a matar. Yo
alcance a subirle el cañón y le dije: “No les haga nada, vea que están muertos
de miedo”. De manera que habían dado orden de que me mataran.
Laureano se largó de palacio y se
perdió, no se pudo encontrar; mejor dicho se escondió, el único que sabía donde
estaba era Luis Ignacio Andrade. Cuando yo le dije a Urdaneta, siga usted
mandando aquí con el apoyo nuestro, a mí no me interesa el gobierno, él dijo:
“Pero mientras Laureano no renuncie, yo no puedo asumir porque él es el Jefe
del Estado”, entonces le dije a Andrade: “Por qué no vas tú que sabes dónde
está Laureano le sacas la renuncia, la traes y sigue todo normal. Te vas en el
carro mío con mi ayudante para que no te pase nada, porque la ciudad está
tomada, y si te ven, tú que eres Ministro de Gobierno de Laureano, te puede
pasar alguna cosa”. Pero yo lo mandaba para saber donde estaba Laureano.
Regreso y dijo: “Mi General, Laureano dice que antes de firmar la renuncia,
para que siga gobernando Urdaneta, prefiere que usted se haga cargo del
Gobierno”. De manera que quien dio el golpe del 13 de junio fue Laureano Gómez.
Sencillamente así, y luego dicen que lo desterré. Lo primero que yo hice fue
rodear la casa de Laureano, porque le iban a meter candela. Tuve que enviar una
compaña para evitarlo. Los liberales lo iban a matar, pero pensé: lo matan y
después dicen que yo lo maté: entonces tengo que sacarlo del país, y tengo que
sacarlos a todos, porque si Álvaro se queda es al primero que matan, eso sí, porque era el que iba y venía con las
razones. Luego, para demostrarle que yo no lo sacaba por odio ni por nada de
esas cosas, fue cuando dicte el Decreto: “Los Presidentes en el exterior ganan
en dólares”, y le puse tres mil dólares. Ningún Embajador ganaba esa vaina y
dicen que lo exilié para que se muriera de hambre. Vea usted, es que no hay
derecho, no hay derecho a mentir en esa forma (págs. 15-17).
____________
La información venida de la
memoria del General, hace parte del anecdotario de la forma como llegó al poder
con particularidades especiales. El contexto colombiano antes, durante y
después de su llegada al gobierno como presidente, queda escuetamente
presentada en está parte. Como documento es importante por escuchar la voz de Gustavo
Rojas Pinilla, y plantear el momento de su desencuentro con Laureano Gómez, que
ausente del gobierno por problemas de salud desde el año 1951, ejercía la
suficiente influencia en un sector del partido conservador, entre ellos al
designado Roberto Urdaneta. Los avances, logros y fracasos, de lo vivido bajo
su mandato, quedan en la tribuna de la investigación histórica que clarifica
está etapa en momentos difíciles en lo social ante la Violencia política partidista acentuada desde el año 1948.
Luego de sesenta años la violencia
heredada de esos tiempos ha mutado, viejos y nuevos actores se han sumado al
entramado de nuestras regiones y ciudades, siendo el espacio rural el más
afectado. La esperanza sigue viva, construyéndose y forjándose dificultosamente
con la Paz anhelada que alguna vez
tuvieron las guerrillas del llano en los años cincuenta, y representada en un nuevo
capítulo sostenido en la delgada línea de los acuerdos que las aves de rapiña pican
constantemente.
Fuente
Fernando Umaña
Pavolini, Las Guerrillas en el Llano y
otras cosas más…,-última entrevista con Gustavo Rojas Pinilla-, Revista de
Historia, Nº1 Vol. 1, Bogotá, Agosto de 1975.
Imágenes
-Sin
referencia de autor, corresponden a la Revista de Historia.
Nota
Para
el interesado en el tema, revisar las siguientes obras:
-Cesar A. Ayala Diago, Resistencia
y oposición al establecimiento del Frente Nacional: Los orígenes de la Alianza
Nacional Popular (Anapo) Colombia 1953-1964, Universidad Nacional de
Colombia, Colciencias, Produmedios,
1996.
_______________, Nacionalismo y
populismo: Anapo y el discurso político
de la oposición en Colombia, 1960-1966, Universidad Nacional de Colombia,
Facultad de Ciencias Humanas, Departamento de Historia, Cindec, Colciencias,
1995.
2 comentarios:
gracias por las respuestas al articulo anterior, estimado Yamid, y gracias por este articulo. en relacion al proceso de Paz picoteado, como dices tu, se concibe como algo muy dificil. es una decision que no tomaran los grupos armados, y que va a librar una lucha aun mas dura en la memoria popular, donde victimas y victimarios se confunden tanto
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