19.10.12

María: Primer Largometraje del Cine Colombiano


Hace noventa años, el 20 de octubre de 1922, se estrenó la película María en el Teatro Municipal de Buga y en las instalaciones del Teatro Moderno de Cali, fin de semana donde la incertidumbre y el suspenso albergaba a aquellos lectores que se habían encontrado con la obra literaria de Isaacs, y sentían que tal vez en el cinematógrafo sufriría “trasgresiones” insospechadas, aquellas que los comentarios periodísticos, notas de correo, y crónicas propagandísticas, venían haciendo eco de esa noticia artística importante para nuestra cinematografía.

De la obra dirigida y producida por Alfredo Del Diestro y Máximo Calvo, sólo conservamos veinticinco segundos de las posibles tres horas de duración, lo que nos lleva a la nostalgia de una inexistente o extraviada copia que en medio de esa “fascinación mariana”, Hernando Salcedo Silva en el documental En Busca de María, expresara con languidez: “¡No hay que ser pesimista, hay que encomendarse a la santa del cine, que como ustedes saben es Santa Verónica, para que aparezca, alguna vez una copia, debe estar por ahí votada, como de pronto se encontraba en los años cincuenta copias de películas completamente olvidadas, no hay que perder las esperanzas de que únicamente de la María, pues no quede más, sino este fragmentito que no dura ni siquiera, medio minuto!”.


Uno de los textos de la época publicado por Relator el 20 de noviembre de 1922, entregaba la que se puede considerar la primera crítica de María exhibida en el lienzo, después de que mucha cinta ha corrido por los proyectores de los teatros locales. Inicialmente, ante la pregunta del anónimo autor: ¿Qué significa esta película tan esperada y comentada con tanta anticipación y tanto interés y cuya proyección ha despertado en el país tan viva curiosidad?, encontramos la siguiente respuesta:

[…] Significa mucho: desde un punto de vista nacional es la realización efectiva de un esfuerzo que marca el primer paso del arte cinematográfico nacional que de contera abre las puertas de una nueva propaganda y brinda un amplio campo a la intelectualidad, al arte y a la industria del país. Esto es una real ventaja; desde el punto de vista artístico, representa también un esfuerzo coronado con un éxito mayor del que se esperaba y, una demostración de que hay entre nosotros  aptitudes superiores para esta novísima actividad, las que, refinadas en la escuela y depuradas en la crítica, pueden llegar a notables culminaciones. Deslindando este concepto general y concretándola a las diversas partes que intervienen en la confección de “La María”, preciso es tomar en consideración la fotografía, el libreto, la dirección escénica, y la interpretación.

Precisamente, con respecto a estos puntos y su lectura minuciosa, surgen las siguientes reflexiones:

Fotografía, en su dictamen estuvo deficiente, pero con un dato clave, los realizadores no tuvieron los elementos necesarios para llevar a cabo unas buenas imágenes, siendo posible que el presupuesto no alcanzará para traer material suficiente hacía esta tarea, agregando que debieron tener un tiempo presupuestado para culminar la película, siendo el resultado final –en algunos casos- igual a los filmes que llegaban a las salas de exhibición en Cali, por lo tanto las diferencias no eran notorias.

Libreto, a razón del articulo fue deficiente porque no hubo cuidado en sintetizar la obra de Isaacs en su primera parte, cambiando luego en su realización al ceñirse fielmente en los momentos cumbres del “drama mariano”; en este apéndice es importante resaltar que la película para su exhibición debió tener un receso, ya que su primera función tenía seis partes, que debieron ser las que presentaban el paisaje donde se desarrollo la historia y donde las personas se sentían más efusivas y alegres, más un segundo fragmento que daba el toque definitivo en que María cae en su lecho de muerte, llegando los silencios lagrimosos; lo que supone que la presentación cinematográfica entregaba un respiro a sus asistentes, que seguro saldrían a comentar sus impresiones sobre el Valle del Cauca retratado en movimiento o sintiéndose orgullosos ante la afirmación de ser amigo o familiar de uno de sus protagonistas al fervor de una bebida o un helado.    
  
 Dirección escénica, estuvo ligado con el libreto, resaltando nuestro observador avezado y crítico, cierto anacronismo y la repetición de muchas escenas que sobrecargaban la historia innecesariamente, como ejemplo tres actos que parecen fueron salidos de tono en cuanto actuación y puesta en escena, el caso de la cacería del tigre, cuadros de Londres y el ataque de María, este último merece dos interrogante: ¿Acaso por la fuerza de la actriz que tomo como suya la historia, e hizo que los asistentes entraran en conmoción ante tan trágica situación que devendría en su muerte? o ¿Estuvo tan sobreactuada que alcanzo lo ridículo?

Interpretación, teniendo en cuenta los comentarios positivos del crítico, las hermanas López en sus actuaciones estuvieron a la altura de las divas que nos llegaban del cine extranjero, a pesar de ser novicias en el oficio; y ante el porte personal y físico de Hernando Sinisterra, el desafortunado Efraín, no pudo haber quedado en mejores manos; el resto de actuaciones parecen que hicieron gala de la historia original en letras llevada a imágenes en movimiento bajo los escenarios más propicios que representaron la hacienda El Paraíso, pero esas interpretaciones no hubieran sido posibles sin la dirección de Alfredo Del Diestro, quien sostuvo la difícil tarea de poner a personas del común a actuar, ¿fueron buenas o malas interpretaciones?, no sabemos, tal vez el lenguaje silente soportaba los errores y sobreactuaciones, aquel que no soporto el cine sonoro al desnudar con su voz aquellas estrellas que bajo su perfil traían ya ganada una carrera dentro del llamado sistema estrella y eran endiosados por el público, pasando al fracaso y al retiro.

Correcciones, dentro las consideraciones que el grupo de notables hombres entregó a los productores de María –dentro de los que estaba el autor del escrito-, se resaltó que muchas se dejaron de corregir en su edición final, recomendando que se hicieran para seguir proyectando la cinta, algo que seguramente no se hizo porque ya estaba en camino su oferta para ser exhibida en el resto de ciudades del país; finalmente dos hechos son resaltados  en el criterio del crítico evaluador, primero, el alto costo de la boletería; segundo, que su concepto es ajeno a los sentimientos del público en general que se ha acercado a la película por la armonía con el escenario filmado y la familiaridad con sus intérpretes, es decir, se aparta para buscar cierta objetividad que deslumbre comentarios alejados a la apología, a pesar de sentir, en algunas de sus líneas, una emotividad particular y orgullosa de llevar la pluma avante en el naciente cine nacional y regional  de Colombia. 


Es importante resaltar la posibilidad de tener estos comentarios salidos de un observador que estuvo vinculado a las recomendaciones de corte y edición para la presentación final del producto expresado en nuestro primer largometraje, ya que nos deja algunos elementos característicos de la obra que hacen posible razonamientos e hipótesis sobre lo que fue su estreno y divulgación en el país, o para conectar y comparar con otra información como la que entrega la señora Berta Llorente en el cortometraje documental En Busca de María sobre su éxito por fuera de Colombia. María puso sobre nuestra incipiente cinematografía de principios de siglo XX, la piedra inicial como producción que involucró un trabajo en equipo que trascendió a otros espacios e influyó en un grupo de personas que directa e indirectamente siguieron vinculados al séptimo arte; regresando en el tiempo, podríamos imaginar las galas presentadas en cada ciudad donde fue estrenada, debió convertirse en un acontecimiento que llevaba las diversas clases sociales, aquellas que pagaba los sitios más costosos para tener el contacto directo con el lienzo y alienarse con la historia, y aquellos que en los palcos más lejanos alcanzaban a sentir la historia o los que iban, como en el caso del teatro Olympia en Bogotá, a resguardarse detrás de la pantalla para pagarle alguien algunos centavos por la rapidez de leer al revés los títulos.

Fuentes
-Hernando Salcedo Silva (1981). Crónicas del Cine Colombiano 1897-1950. Bogotá: Carlos Valencia Editores.
-Jorge Nieto, Diego Rojas, (1992). Tiempos del Olimpia. Colombia: Fundación patrimonio Fílmico Colombiano.
-Yamid Galindo Cardona, Veinticinco segundos de película: María -1922-, primer largometraje del cine colombiano, Artículo en proceso de publicación en el libro colectivo del grupo de investigación Nación/Cultura/Memoria.

Ficha técnica de la película María.

MARÍA (Colombia - 1922 - 180 min. - 35 mm - Blanco y negro - Ficción - Silente)
Dirección: Máximo Calvo Olmedo y Alfredo del Diestro.
Guión: Alfredo Del Diestro.
Dirección de Fotografía - Cámara: Máximo Calvo Olmedo.
Tramoya: Gilberto Forero "Mr Fly".
Montaje: Máximo Calvo Olmedo.
Dirección artística: Alfredo del Diestro.
Vestuario:
 Emma Roldán.
Compañía productora: Valley Film Company.
Locaciones: Buga, Hacienda El Paraíso, en el Valle del Cauca, Colombia.
Exhibición:
 20 de octubre de 1922 (función privada) (Buga, Cali) / 11 de diciembre de 1924 Teatro Olympia (Bogotá).
Intérpretes: Stella López Pomareda, Hernando Sinisterra, Margarita López Pomareda, Juan Del Diestro, Emma Roldán, Ernesto Ruiz, Jorge González, Alfredo Del Diestro, Ernesto Salcedo, Eduardo Salcedo, Francisco Rodríguez, Eduardo Salcedo Ospina (Edy Salospi).
Nota: éste es el primer largometraje de ficción colombiano, del cual sólo se conservan 25 segundos en la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano. Estas pocas imágenes se rescatan en el cortometraje En busca de María, realizado en 1986 y dirigido por Jorge Nieto y Luis Ospina. Igualmente allí se recrean e investigan los pormenores de esta producción.

Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano

Premio Alejandro Ángel Escobar: Ciencias Sociales y Humanas-2012


El grupo de investigación Nación/Cultura/Memoria se complace en informar que el profesor Gilberto Loaiza Cano, miembro de este grupo y profesor titular del departamento de Historia de la Universidad del Valle, recibió el 10 de octubre el Premio Nacional de las Ciencias Sociales y Humanas otorgado por la Fundación Alejandro Ángel Escobar. Este premio es considerado uno de los más prestigiosos que se confiere a los investigadores en Colombia. Según lema del fundador de este galardón, “los premios han de asignarse por trabajos realmente meritorios, que merezcan la nota de excelente, si no en absoluto, al menos dentro de la relatividad cultural del país. No es mi deseo que se premie al menos malo, sino al muy bueno”.

El premio fue otorgado al profesor Loaiza por su libro titulado Sociabilidad, religión y política en la definición de la nación (Colombia, 1820-1886), publicado por la Universidad Externado de Colombia; el libro fue reconocido como el mejor entre 88 trabajos que concursaron en esta ocasión, la más alta cifra de participantes en el área de ciencias sociales y humanas desde que se estableció el premio.


Para nuestro grupo de investigación es un orgullo la obtención de tal galardón. Al tiempo lamentamos que en la ceremonia de premiación no se haya hecho presente ningún directivo de la Universidad del Valle y que ni la rectoría ni las vice-rectorías hayan expresado, al menos por escrito, su satisfacción por un reconocimiento que constituye un estímulo para la investigación en las ciencias sociales y humanas en nuestra universidad y, en general, en las universidades públicas colombianas.   

Cali, octubre de 2012
Grupo de Investigación: Nación/Cultura/Memoria


1.10.12

El Manzanillo


En noviembre de 1943 se publicó en la revista trimestral “El Teatro” la comedia en tres actos El Doctor Manzanillo de Luis Enrique Osorio, estrenada en el Teatro Municipal de Bogotá por la Compañía Bogotana de Comedias. Según la presentación correspondía a una “acción en cualquier provincia de Colombia. Época actual”. Dieciséis personajes hacen parte de la historia, entre los que se encuentra Cesar Manzanillo –político profesional-, además de un cura, un policía y un bobo -entre otros- en un pueblo ficticio llamado Chirití. La obra teatral no cobraría importancia en la historia política del país, si de allí no hubiera salido una de las expresiones más usadas en el medio de los “padres de la patria” y sus alfiles burocráticos, “manzanillo”.

El personaje de la acción teatral se mueve entre las adulaciones constantes sin importar el color político o doctrinario, los favores “sospechosos”, la palanca, las promesas quiméricas, el manejo de presupuestos ajenos, el ofrecimiento de puestos; todo un ¡doctor! de esos que se encuentran por la inmediaciones de la Plaza de Bolívar de Bogotá, y los sitios gubernamentales de nuestros municipios. Un ejemplo del periplo de Cesar Manzanillo, nos deja un poco de su figura política, por ejemplo en dialogo con el sacerdote del pueblo:

...Cura- He tenido mucho gusto de estrechar su mano… Siempre he admirado a las personas inteligentes… y activas.
Manzanillo- Muy amable doctor… Y muy honrado en considerarme su amigo… No hay razón para que entre nosotros no reine completa armonía.
Cura- Razón, ninguna.
Manzanillo- Doctrinariamente, nosotros proclamamos la separación de la Iglesia y el Estado… Pero en cuanto a armonía… y mutuo respeto… y sobretodo reciproco afecto… claramente lo dice la nueva cara fundamental… Así que… siempre a la orden, doctor.
Cura- Lo mismo le digo yo: a la orden en la casa cural.
Manzanillo- Honradísimo. Iré a visitarle.
Cura- Aprovecharé esa oportunidad para mostrarle la iglesia. ¡Está tan destartalada!... ¡No se imagina cómo encontré eso!
Tomasa (dueña del Hotel de Chirití)- Daba lastima. Gracias a que su reverencia…
Cura- Yo estoy aquí desde hace un mes, nada más.
Tomasa- Y lo quieren tanto ya, como si hiciera un siglo.
Manzanillo- Muy merecido.
Cura- Es que yo pienso distinto de los que venían antes por aquí. Soy de la escuela nueva… Venían a predicar odio, a exaltar los ánimos…Y eso no está bien.
Tomasa- ¡Con los rojos que son aquí!... Piense, doctor, que al otro párroco, para sacarlo del pueblo, lo montaron en un burro, y al pobre animal le prendieron cohetes en la cola.
Pirulo (personero de Chirití) -Le buscó tres pies al gato.
Cura- (tomando a Pirulo del brazo) Pero en el fondo son buenos… No es más sino saberlos llevar…Yo no me ocupo sino de arreglar la iglesia y… y a ver si con influencia, doctor, nos consigue un pequeño auxilio para embaldosinar y acabar las torres. 
Tomasa- ¡Ay sí!
Manzanillo- Tratándose de usted, doctor, será el primer proyecto que presente… Para usted, doctor, no digo dos torres: dos basílicas. ¡Notre Dame y Santa Sofía!
Cura- ¡Qué bondadoso! (p. 12).

Ahora, preparando la cosa política:

Manzanillo- ¿Ya viene esa gente, personero?
Pirulo- Le movilicé todas las veredas donde tengo influencia… Usted va a ver que quien mueve aquí más hilos no es don Tiberio, como todos creen… Vienen los de Rioblanco, los de Rionegro, los de Aguaclara, los de Aguasucia, los de Lagunagris… ¿Voy a inundarle esa plaza, para que se convenza!... Y si bajan los de Tierraseca, que es la única vereda enemiga, las dos entradas del pueblo están bien guardadas. Dudo que se atrevan esta vez a interrumpirnos el libre ejercicio del sufragio. 
Manzanillo- Cuidado, personero, cómo perdemos. ¡Le va el pellejo!... Ya sabe que, teniéndome a mí en la asamblea, la secretaría es suya. Desde ahí observaremos lo demás y…
Pirulo- Tiene que portarse bien…Piense que tengo un hermano con cinco hijos… y dos sobrinas más necesitadas que esa de misiá Tomasa.
Manzanillo-  No se afane. Para todos habrá.
Pirulo- Y luego, doctor, que a esto hay que darle un vuelco… Le hablo como izquierdista. Andamos diciendo que hay una revolución en marcha, y no la veo por ninguna parte.
Manzanillo-Si, indudablemente. Hay que acelerar la marcha, que impulsar el ritmo.  
Pirulo- Sin ir muy lejos, ahí tiene usted a don Lino, que robó todo lo que pudo en la época de los empréstitos. Ahí está tranquilo, dueño de casi todo el pueblo, extorsionando a los habitantes y mandando al parada… Y el alcalde, detrás de él, como un perro faldero, esperando propina… y detrás de don Tiberio, porque fue quien lo hizo nombrar… Y los dos gamonales, don lino y don Tiberio, de brazo, porque son compadres… riéndose de todo para sus adentros… Estas son las cosas con que yo no puedo, doctor Manzanillo…Hay que comenzar por barrer a ese alcalde, que es un elemento pernicioso.
Manzanillo-Descuide, mí querido amigo. ¡Ya barreremos!... La escoba es hoy, en nuestras democracias, el primer instrumento de reforma social (pp. 13-14). 



Treinta escenas contienen la obra de Osorio, una parodia en escena de la vida política nacional en un pueblo cualquiera, y con unos personajes tradicionales en el entramado social y cultural del período en que fue escrita. En los créditos de la revista “El Teatro” se afirmaba que había completado hasta el 5 de septiembre de 1943 -en la noche-, las primeras cincuenta   representaciones, gozando de alta popularidad entre los asistentes bogotanos hasta el punto que el personaje principal calo en el imaginario social capitalino hasta extenderse a otras latitudes de Colombia, sobretodo en los cerrados círculos de los políticos de turno y sus contradictores, en idas y venidas de la línea burocrática en departamentos, capitales, pueblos, y sus respectivas extensiones.

En 1953 Gonzalo Cadavid Uribe compilo un libro a propósito del lenguaje popular antioqueño, allí hace mención al significado manzanillo, lo que indicaba su importancia dentro del lenguaje “común y corriente”; la definición fue retomada y ampliada por Mario Alario Di Filippo en 1964, exponiéndonos las características del personaje –sustantivo masculino- en la “selva” política nacional, que con claridad podríamos vincular a algunos personajes de nuestra actualidad institucional desde los pulpitos del senado, congreso, procuradurías, asambleas, concejos, etc., cada uno busque su candidato. A continuación la definición presentada por los autores citados:            
  
Manzanillo
Político sin escrúpulos que mira sólo al lucro personal. “Se aplica a los conservadores que dominaron el municipio de Bogotá hasta el 8 de junio de 1929 y que se imponían a las elecciones por medio de barrenderos o empleados del aseo, y de 1934 en adelante a los nuevos ricos del poder” (Julio Cesar García).
“En la fauna política, el manzanillo es el más despreciable de los animales, siendo todos despreciables. Hombre sin moral, sin decoro, poseído de un alto concepto de su grandeza, virulento, cobarde y falaz que pone a su servicio toda la bajeza de los hombres y toda su falta de hombría de bien para sus fines siempre oscuros. Llámese Manzanillo porque sus frutos y su sombra, como los del árbol de ese nombre, son dañinos y venenosos. Forman su cohorte perdularios, buscalavidas, incapaces, matones y zarrapastrosos. Su clima propicio es el aplanchamiento, la delación y el comité. Cañas huecas, cualquier viento adverso échalos por el suelo. Tanto es así, que de los diez millones y medio de Manzanillos que prosperaron en regímenes anteriores, ninguno ha sobreaguado, y es un consuelo saber que de los once millones que ahora actúan tampoco ninguno sobreaguará a su hora. (Gonzalo Cadavid Uribe, Oyendo Conversar al Pueblo).     
       
El más despreciable de los animales de la fauna política, siendo todos despreciables, tal es la figura del manzanillo en nuestro contexto, siendo aplicable al resto del mundo, hasta el punto que el reconocido Barreras diría: “cortados con la misma tijera”. A diferencia de los extintos dinosaurios –con el respeto que ellos se merecen-, estos “lagartos terribles” se mueven con ligereza transando, copiando, vendiendo, sobornando, alardeando porque sacaron “cincuenta mil votos”, llevando tunas, comprando propiedades incautadas, montados en carruseles de contratación, reeligiéndose, prestando a sus hijos los carros oficiales, incrementando sus sueldos, comprando zonas francas, etc.     

A moverse con cuidado, en cada ciudad tenemos nuestros manzanillos moviéndose en las esferas más altas y bajas de nuestra sociedad, buscan el momento preciso para actuar y entrar en acción, se visten de traje o informal, posan de sabios, nos manipulan y hasta gobiernan; por lo tanto reconocerlos, desenmascararlos, y ponerlos en el escarnio público, es el primer paso para romper la fila en la cual organizados tragamos entero y hacemos parte de las parodias de esos artistas.    

Bibliografía
-Gonzalo Cadavid Uribe, Oyendo Conversas al Pueblo: Acotaciones al lenguaje Popular Antioqueño, Medellín, Imprenta de la Penitenciaria Central de la Picota, 1953.   
-Luis Enrique Osorio, El Dr. Manzanillo, El Teatro –Revista Trimestral- Volumen I, Bogotá, Noviembre de 1943, Número 2.
-Mario Alario Di Filippo, Lexicón de Colombianismos, Cartagena, Editorial Bolívar, 1964.