27.4.10

Intimidad Caicediana -2da parte-



Al amigo José L. Luna,
a quién la obra de Andrés Caicedo
le resulta familiar e interesante por su Cali del alma.

Por: Yamid Galindo Cardona.

La posibilidad de conocer la vida de Andrés Caicedo se da por el orden, clasificación, y planificación de este autor, que premonitoriamente edifico un camino intelectual enfocado al cine, y la literatura, y que a través de sus cartas, supo plasmar diversas ideas intimas que involucraban su circulo familiar y social; al día de hoy, las referencias publicadas y por publicar, dan a los acuciosos seguidores de su obra y vida, nuevas noticias para comprender y analizar sus escasos 25 años. Continuando la pasada publicación de este blog, les entrego la segunda parte dedicada a dos libros que nuevamente nos sumergen en el espacio Caicediano.

El Libro Negro de Andrés Caicedo
Editorial norma, 2008.
Colombia.
Págs. 155.
Con el título Caicedo, El Atravesado, Margarita Valencia realiza una introducción muy acorde al libro, interesante y necesaria para sus lectores; ubicando en el contexto colombiano la colección bibliográfica de A.C., con algunas referencias teóricas acertadas con respecto a esa colección acumulada en su particular biblioteca que sumaba en número 232 volúmenes, siendo la mayoría publicados en la década de los setentas del siglo XX y que se encuentra disponible en la sala de Raros y Manuscritos de la biblioteca Luis ángel Arango –blaa-:

…podemos suponer que el joven Caicedo, como la mayoría de los jóvenes, inició su biblioteca con libros de la biblioteca de sus padres: seguramente una gran parte de los 37 títulos de la Biblioteca Básica Salvat tiene este origen: esta BBS, una de tantas diseñadas para guiar al pueblo por el camino de las lecturas convenientes, es muy desigual en su tipografía interior pero de alta calidad en los contenidos y tiene cubiertas de tres colores para diferenciar su contenido; fue la primera colección que circulo en Colombia con el ánimo de colonizar espacios diferentes de las librerías ( es la clase de libros que las mamas compran en el supermercado) y fue fundamental para los lectores colombianos, en especial los lectores de provincias. Varios libros provienen de bibliotecas ajenas, como lo denuncian las firmas de otros en las páginas preliminares; uno, incluso, proclama orgullosamente el haber sido robado. Hay libros de segunda: algunos tienen, por ejemplo, el sello de la biblioteca del Centro Colombo Americano, que solía renovar con frecuencia sus libros (como el Consejo Británico) y ponía ala venta los ejemplares viejos; otros más, evidentemente acopiados durante el viaje a Estados Unidos, tienen sellos de bibliotecas de universidades. Una gran cantidad tiene sellos de librerías –libros escogidos de acuerdo con las necesidades del lector que era Caicedo ene se momento, del director de teatro, del potencial director de cine--: Librería Nacional, Letras, Librería Aguirre (de Medellín), Librería Colombiana Camacho Roldán, La Lechuza libros, Librería AL (en el pasaje Veracruz); el número de librerías es sorprendente, tanto como la variedad de libros que allí se conseguían, en particular si se tiene en cuenta el escaso desarrollo editorial en Colombia. De hecho, de los 232 volúmenes de la biblioteca de Caicedo, 81 (35%) son impresos en España, 49 en Estados Unidos / Inglaterra (21%), 56 (24%) en otros países latinoamericanos (Argentina, México, Chile, Cuba) y 14 (6%) en Colombia. De los 14 libros colombianos, doce son de autores locales, mientras que los libros latinoamericanos son de autores de todo el mundo (incluyendo una antología del cuento colombiano hecha en Uruguay); siete son hechos por el Estado y forman parte de la Biblioteca Colombiana de Cultura, editada por Juan Gustavo Cobo Borda en Colcultura, en la cual se publicó en la cual se publicó por primera vez ¡Qué Viva la Música! Una comparación a vuelo de pájaro entre los libros colombianos y los libros latinoamericanos nos deja muy mal parados: en Colombia en 1970 la industria editorial era muy endeble, tan endeble como el sustento intelectual que debía alimentarla (págs. 9-10).

La prologuista nos entrega un análisis sobre A.C. como lector, con reflexiones a obras leídas y por leer anotadas en sus diarios, con la “famosa” lista ya tan común en él de obras estudiadas en sus años de vida con sus respectivos promedios, involucrando textos sobre teatro, cine, literatura infantil, suspenso, novelas policiacas, literatura inglesa, latinoamericana y norteamericana. Culmina este prologo con dos análisis, el primero titulado Huellas en la página donde las referencias y pistas dejadas por A.C. se convierten en claves, además de “pedacitos de su vida por fuera de ellos” como nos anuncia Valencia; finalmente con el titulo de El paso del tiempo, la idea se centra en explicar los cambios en las condiciones de afrontar y resguardar un libro: “los libros de Caicedo muestran por todos los lados señales de maltrato, y también señales de afecto: cinta de enmascarar en los lomos, cinta pegante para impedir la desencuadernación, un plástico sobre la cubierta (pg. 18).

En 1988 el padre de A.C. escribió un pequeño texto donde explica el momento en que encontró un folder de pasta negra cuidadosamente elaborado con reseñas de libros, películas y obras teatrales vistas por su hijo; en el comentario de María Victoria Caicedo Estela –hermana de Andrés-, vale subrayar lo siguiente:

…Con el cuidado y la minuciosidad de un relojero antiguo, mi papá le colocó al original los refuerzos de cada página, los clasificó en sus tres categorías originales (Libros, Cine, Teatro), y numeró cada una de las páginas sin resistirse a la tentación a la que siempre sucumbe él, como es la de señalar y corregir los gazapos y colocar glosas cuando cree que éstas se requieren. Por ejemplo, en la página 89 de la sección de libros en la que Andrés reseña tres textos de Gabriel García Márquez, omite colocar el nombre del autor y mi papá cuidadosamente, lo escribe al margen con letra de imprenta…, A los diez años, en 1961, inicia su registro de libros leídos dejando en la página 67 del Libro Negro (en el manuscrito original), unas palabras que nunca cesan de sorprenderme: es un anota escrita a mano en la que dice “174 libros leídos desde los 10 años; 24.8 libros por año”. Pero además, y tal vez es lo más sorprendente, con gran disciplina, Andrés dejaba por escrito siempre un comentario, una reseña del libro leído, un riguroso hábito que posibilitó la existencia de este Libro Negro que por fin logra ver la luz (págs. 19-20-21).

Este “libro negro” es una guía didáctica muy interesante para los que quieran acercarse por primera vez a ciertas obras de la literatura universal, podría ser utilizado para incentivar a los niños, jóvenes y adultos que poco les gusta la lectura, ya que recoge obras que “pareciese” deberían de leerse y ser entendidas para comprender un poco más de nuestro entorno fantástico y real, dos ítems que los literatos combinan y acercan al público variado que los busca. Opinando que el mundo de A.C. en el momento que realiza sus lecturas, y las reseña, ha cambiado mucho en detrimento de ese entusiasmo por el bello arte de la palabra escrita y editada; sin embargo, “no todo esta perdido” y existen otros medios y espacios para llevar de la mano a aquellos que no han descubierto el mundo a través de las ideas que otros han plasmado como huella particular en busca de un colectivo.

Presento a continuación algunos ejemplos acorde al orden de publicación:

América Latina
México, Juan Rulfo.
Pedro Paramo: Esta novela se ha convertido en catorce años en un auténtico clásico de la literatura latinoamericana. La causa: el brutal acierto con que Rulfo define y se adentra en la mítica de su pueblo. Pedro Paramo es una narración donde los protagonistas sostienen un constante juego con la muerte, cuando ya no son más que simples muertos; la muerte y la vida, ese juego rápido y fácil de los hombres por los dos campos de existencia, es el ritmo constructor de esta gran novela. Rulfo no tiene necesidad de insistir en un personaje para darle perenne importancia épica dentro de su narración. Se puede decir que todo lo que toque Rulfo con su pluma, queda inmortalizado (pg. 68).

Colombia
Gabriel García Márquez.
Cien años de soledad: Aquí está el resultado del experimento con La Mamá Grande. La historia de una familia desde el primero al último de sus descendientes. Familia completamente irreal, con personajes tan inverosímiles como Supermán, que viven en un medio donde las supercherías, tradiciones, supersticiones y creencias sobrenaturales toman carácter de hechos reales. Así, y aquí está el merito de la novela, los Buendía se tornan fabulosos dentro de su irrealidad. Narración absolutamente fuera de tesis, no niega ni afirma nada, sólo cuenta, expone, narra. Estupendo orden dentro del desorden. La soledad, en lo que tanto insiste, no está tomada en un sentido estrictamente real, sino en un orden sobrenatural, pero así se torna una soledad monumental, horrible, sin esperanzas. El lector va asistiendo a al vida de cada Buendía casi sin darse cuenta del recorrido del tiempo. Pero, ¿realmente hay algún aporte nuevo a la narrativa en esta novela? ¿No será que Cien años dentro de su innegable calidad literaria, se esconde entre ella misma por una oscura trampa? ¿LA INMORTALIDAD y Supervivencia? De ello estoy convencido (págs. 92-93).

Norteamérica
Tennesse Williams
Su teatro es considerado como lo mejor del realismo norteamericano. Es un teatro folclórico. Se basa en elementos de la clase media norteamericana para anunciar sus hipótesis. Un tranvía llamado deseo: Williams estudia aquí la vida matrimonial. Cónyuges engañados mutuamente, aparentemente felices, una hermana de la esposa medio loca que vive de recuerdos, todo esto para llevar el mensaje de que la realidad es una y lo que se cree de la realidad es otra cosa. El autor no sabe realmente qué características darle a su mundo, no sabe si despojarlo de esperanzas o dejarlo a medias, no sabe si hacer triunfar la maldad o la bondad. En esta obra se alcanza a contemplar perfectamente dicho problema (págs. 117-118).

Europa
España, Luís Buñuel.
Viridiana (Guión): Con u prologo de Georges Sadoull. Completo informe de la parte literaria de la obra maestra de Buñuel. Naturalmente, un guión es un elemento todavía no realizado en su plenitud. La fuerza y la poesía de Viridiana como película no están desarrolladas en el guión, que se convierte en un mero e interesante elemento informativo para el cineasta, ofreciéndole datos y aspectos que pueden pasar desapercibidos cuando se enfrenta a la proyección de la cinta. Escenas y planos modificados durante el rodaje, suprimidos en el montaje, cortados por presión de la censura, etc. Todo eso, muy bien ubicado y con la introducción de Sadoull, hacen amable y positiva la lectura de algo tan pesado como es la literatura cinematográfica (pg. 124).

Las últimas páginas de este libro negro de A.C. presenta las imágenes de las caratulas de algunos de los libros reseñados en el documento, y que se pueden revisar en la blaa.

Andrés Caicedo
Mi Cuerpo es una Celda
-una autobiografía-
La otra orilla, editorial norma.
Colombia, 2008.
Págs. 299.
La dirección y montaje de esta autobiografía o memorias, estuvo a cargo del escritor chileno Alberto Fuguet, quien nos explica cómo se hizo el libro, entendiendo el oficio realizado en esta edición como “el de un montajista que se encontró con mucho material y a un director-guionista que ya no está. Lo bueno fue que yo me topé con unos productos que sólo querían que respetará la visión del autor” (pg. 257), algo así como “un documental narrado en primera que certificará en forma segmentaría lo él vivió, sintió y vio. No tenía a mi sujeto ni cerca ni vivo, pero había cartas, diarios, poemas, críticas de cine y material que se negaba a ser catalogado” (pg.- 258).

Este documento recoge textos de las ediciones ya citadas sobre la vida de Andrés Caicedo, incluyendo nuevas referencias que tal cual como anuncia Fuguet, hacen parte de muchas formas de expresión, sobresaliendo el genero epistolar, un espacio propicio para “desnudar” muchas facetas de Caicedo en aspectos familiares, amorosos, literarios y cinematográficos, relación general que advertimos en cada libro leído. Mi Cuerpo es una Celda representa una autobiografía donde el paso de tiempo se sostuvo por la posibilidad del resguardo de esos materiales post mortem de A.C. a cargo de sus familiares y amigos, sobretodo las esquelas que soportaron la privacidad alegre o dolorosa, para ingresar al conglomerado social representado en sus lectores, rompiendo la delgada línea del ámbito privado:

…Repito: Andrés Caicedo no escribió este libro tal cual como existe y acaso no lo concibió, al menos de manera consciente, pero es su libro. No se sentó a escribir Mi cuerpo es una celda. Simplemente se sentó todos los días a escribir lo que fuera. Todo lo que esta en este libro ha sido escrito por Caicedo. El material base fueron cartas, trozos de papel, diarios a medio terminar, libretas, cuadernos argollados, críticas de cine, artículos de prensa y “escritos”. Diría que más del sesenta por ciento no ha sido publicado con anterioridad. Un ochenta por ciento del magma con que empecé a trabajar era inédito. Los fans y lectores atentos se encontrarán con material que quizás ya conocen, aunque en otro orden, y editado de otra manera. Ese libro fue insisto, montado. Editado- Algunas cartas fueron reducidas. Otras, de la misma fecha, se fusionaron. Aquellos escritos que aparecen como apuntes o posts o anotaciones en u diario de vida son un invento mío a partir de muchas frases de Andrés que aparecían en largas cartas centradas en temas ni cinéfilos ni personales (págs. 263-264).

Este documento autobiográfico inicia con una carta del año 1975 que impacta por su contenido, dirigida a su mamá en un aventón que tuvo A.C para dejar este mundo terrenal:

…Yo muero porque ya para cumplir 24 años soy un anacronismo y un sinsentido, y porque desde que cumplí 21 vengo sin entender el mundo. Soy incapaz ante las relaciones de dinero y las relaciones de influencia, y no puedo resistir el amor: es algo mucho más fuerte que todas mis fuerzas, y me las ha desbaratado…, Y ojalá que algún día puedan publicarse los libros sobre mi adolescencia que escribí con tanto esmero: El atravesado y Qué viva la música. Eso y que por favor incineren mi cuerpo: ser devorado por los gusanos sería peor que seguir viviendo…, De mí, publiquen una foto de cuando estaba niño (pg. 16).

El montaje realizado por Alberto Fuguet estuvo dividido en ocho partes que guardan cierta periodicidad, desde el año 1966 hasta el año 1977: Intro; Cambiando / encontrando la voz (1966-1972); borderline / cruzando fronteras (1973); Cali calabozo (1973-1976); el espiral descendente (1976-1977); además de unos anexos titulados: ¿Quién es quién?; Cómo se hizo este libro (el making of); Bonus tracks en tres partes, y finalmente los agradecimientos. El grado de intimidad que nos presenta A.C. en cada documento publicado es muy alto, es la desclasificación de los “archivos prohibidos” regados en familiares y amigos que se entregan en otro espacio y dinámica particular.

A modo de conclusión
El complemento a las anteriores líneas corresponde al listado de sus obras divididas en cuatro partes: Cuentos, teatro, novelas y recopilación biográfica, quedando por fuera las reseñas de crítica cinematográfica que no se especifican. Listado elaborado a partir de los datos de la colección Cara y Cruz de la editorial norma sobre la obra de Andrés Caicedo y el articulo de Ricardo Moncada Esquivel, Andrés Caicedo un Joven de Medio Siglo. Gaceta Dominical periódico “El País”, Cali septiembre 23 de 2001, p. 7. Además de lo publicado en el año 2007 y 2008.

Cuentos
Infección -1966-
Por eso yo regreso a mi ciudad -1969-
De arriba debajo de izquierda a derecha -1969-
Los mensajeros -1969-
Vació -1969
Besacalles -1969-
El espectador -1969-
Felices amistades -1969-
¿Lulita que no quiere abrir la puerta? -1969-
Los dientes de caperucita -1969-
Los mensajeros -1969-
Destinitos fatales -1971-
Patricialinda 1971-
Calibanismo -1971-
Maternidad -1974-
En las garras del crimen -1975-
Berenice –sin fecha-
Teatro
Las curiosas coincidencias -1966-
La cantante calva -1967-
La piel del otro héroe -1967-
Los imbéciles están de testigos -1967-
El fin de las vacaciones -1967-
Recibiendo al nuevo alumno -1969-
Las sillas –versión 1969-
La noche de los asesinos –versión 1969-
La ciudad y los perros –versión 1970-
El mar –versión 1972-
Novelas
La estatua del soldadito de plomo.
Angelitos empantanados. Angelita y Miguel Ángel -1971-
El pretendiente -1972-
El tiempo de la ciénaga -1972-
Noche sin fortuna –inconclusa 1970/76-
El atravesado -1974/75-
¡Que viva la música! -1973-
Crítica Cinematográfica
Ojo al Cine -1999-
Recopilación biográfica
Andrés Caicedo. El cuento de mi vida -2007-
El libro negro de Andrés Caicedo -2008-
Mi cuerpo es una celda -2008-

Según Luís Ospina y Sandro Romero, la obra de Andrés Caicedo es básica y necesariamente juvenil, puesto que en vida, no se propuso otra cosa que fortalecer una imagen adolescente ante el mundo, hasta el punto de plantear que uno nunca debía dejar de ser niño y, por ende, vivir más de 24 años era una insensatez (Ospina Luís, Romero Sandro, Invitación a la Noche, Prologo de Destinitos Fatales de Andrés Caicedo, Biblioteca de Literatura Colombiana, Editorial Oveja Negra, Bogotá Colombia, p. 9- 25). Tal vez por lo anterior, su obra se torna vigente, fresca y joven; pero su lectura se vuelve compleja cuando no se conoce el espacio físico representado en la ciudad de Cali en cuanto a las obras de invención -aclarando que la ciudad de Cali que nos relata Andrés Caicedo, no es la misma, los cambios han sido significativos, pero de forma negativa. Para el interesado sobre el tema, lo remito a la columna de prensa titulada ¿Ciudad? Escrita por el arquitecto e historiador Benjamín Barney, en el periódico El País, allí encontrara herramientas críticas, teóricas, propositivas y futuristas, sobre lo que fue, es y será Cali, desde diversos temas que involucra la ciudad-, ciudad icono de perfiles y estados de ánimo de sus personajes. Complicado igualmente acercarse a sus análisis sobre el séptimo arte cuando la pasión por el cine no existe -es decir, la afición y gusto por ver cine y leer sobre la temática en cuanto su tendencia y su historia, es básico para acercarse al tema- ya que su sapiencia cinéfila sobrepasa límites.

Agradecida notita: Tres, de las cuatro obras de A.C. reseñadas, han sido obsequiadas por Dolly Galindo C., Mónica Calero M. y Andrés Calderón M. ¡Gracias!





9.4.10

Intimidad Caicediana -1era. Parte-

Por: Yamid Galindo Cardona.

La primera vez que me acerqué a la intimidad de Andrés Caicedo fue cuando encontré los archivos abandonados del Cine club de Cali, claro está que unos años atrás con la lectura de sus obras, ya había tenido una breve introducción. Luego en el año 2002 -dudo de la fecha- la Biblioteca Departamental en la ciudad de Cali, realizó una exposición con los objetos más preciados de nuestro autor: su maquina de escribir, sus libros, algunas cartas, artículos publicados en la prensa nacional, la revista Ojo al Cine, boletines del Cine club, entre otros que la memoria no recuerda; algo así como la propiedad intelectual de Caicedo que la familia había guardado celosamente, aquella que unos años más adelante dieran a la Biblioteca Luís Ángel Arango –blaa-, en resumen, la desclasificación de la vida privada de Andrés para los interesados en su existencia y obra.

Los años 2007 y 2008 fueron bautizados por quien escribe como los años Caicedianos, precisamente se cumplían 30 años de su desaparición, y aparecían durante sus meses tres libros y dos cuadernos dedicados a su intimidad, aquella que morbosamente esculcamos para saber más de su vida y que públicamente se nos presenta en ediciones al alcance de todos. Precisamente, el objetivo de la presente edición de Historias en Cine-y-Filo, es reseñar cada una de las obras editadas, una guía para los interesados en el “angelito empantanado”, esperando quede el interés y las ganas de conseguir los textos para una mejor comprensión, los cuales están al alcance en bibliotecas públicas y librerías –como dice la publicidad- de su confianza.

Andrés Caicedo
El Cuento de mi vida
Editorial norma, marzo 2007.
Colombia.
120 Págs.

La presentación de este libro estuvo a cargo de María Victoria Caicedo Estela, quien en uno de sus párrafos nos dice que algunas piezas pertenecientes a Andrés –sus diarios- fueron rescatados de la casa de sus padres para que estos no las leyeran, guardadas celosamente hasta que fueron entregadas a la blaa, se trataba de cuatro cuadernos argollados escritos a puño y letra de Caicedo, de donde salió la edición de este documento autobiográfico y epistolar, al agregarse dos cartas dirigidas a Miguel Marías y Patricia Restrepo escritas el 4 de marzo 1977, precisamente el día de su deceso.

La primera parte titulada Remontando el Río, es un texto escrito en junio del año 1976 mientras A.C permanecía en la clínica de reposo Santo Tomás de Bogotá donde permaneció 39 días luego de su primer intento de suicidio. Encontramos entonces un documento que narra los primeros años de su vida, de la relación con sus padres, su recorrido escolar en Cali y Medellín, además de una serie de anécdotas de niñez, juventud y adultez, recreando tristezas, dificultades y logros, donde el amor, las drogas, el cine y la literatura tiene cabida; culminando con los deseos de seguir adelante con su proceso de escritura y dirección con la revista Ojo al Cine, además de otros proyectos a realizar:

…Ahora, pasado ya un mes de estar en esta clínica tengo planes urgentes para el futuro inmediato; sacar un número cinco de Ojo al Cine que sea mejor que los anteriores, gestionar la publicación de mi novela ¡Que viva la música! con las dos editoriales que me la han comprado y arreglar la publicación de un libro de cuento con Eduardo Agudelo, el dueño de la editorial que me saca la revista; asimismo, comenzar dándole forma al libro que tengo planeado sobre los Rolling Stones, entroncándolo con el relativo fracaso de mi generación. Yo siempre estuve muy influenciado por la música de los Stones y por su postura lumpesca ante la vida, aunque estuvieran disfrutando del puesto No. 1 en la industria (que hoy está en plena decadencia artística) del Rock’n Roll. Ya creo haber salido de ese estado de confusión en el que no recordaba los sueños, en el que perdía un bolígrafo todos los días y no terminaba ningún trabajo ni la lectura de ningún libro y para todos era una intolerancia que me estaba haciendo enemigos de todos los que eran amigos míos. Quiero escribir un ensayo que, ante la decadencia del cine mundial ligado a la super-perfección técnica, se llame “Por un cine imperfecto”, parafraseando un artículo del cubano Julio García Espinosa, y análisis de los films que más admiro: Persona de Ingmar Bergman, Psicosis de Alfred Hitchcock y Lilith de Robert Rossen. Así es. Ha podido ser mejor, pero que le vamos hacer (pg. 32-33).

Complementa este relato dos imágenes, la factura de admisión de A.C a la clínica; y una carta “suplicante” dirigida a sus papás con fecha 1 de julio 1976 escrita desde el sanatorio capitalino.

La segunda parte se titula Silvia, escrito por A.C a finales del año 1974. Esta población del Departamento del Cauca, llena de montañas y de indígenas Guambianos, era el sitio que la familia Caicedo Estela escogía para descansar en sus vacaciones de verano, igualmente significó el espacio donde A.C escribió su obra ¡Que Viva la Música! El relato que encontramos esta cargado de descripciones del sitio recorrido por este, en muchos casos bajo las torcis –palabra utilizada por A.C para referirse a los efectos de las drogas químicas o naturales- que pareciese crean cierta ansiedad moral que lo lleva y trae en su relato; igual que la primera parte, esta lleno de anecdotarios que involucran a otras personas, teniendo como particularidad narrativa una descripción detallada de lo que hace en el paisaje que visita y observa, más lo que le gusta:

…Lo que más me gusta, más que subir loma o saltar tapia, es leer en voz alta. Es una opresión blanca en el corazón. Un partirse en dos total: preocupación angustiosa por la opinión que se están haciendo los oyentes de aquel que al leer se está exponiendo. De allí, desconcentración paulatina de la lectura. Mi yo se esta quemando en aquellos que no veo, pues tengo los ojos fijos y abarcando sólo los caracteres impresos. Se me hace, entonces, que el que esta hablando es sólo un cascaron, una conciencia desconocida. Pero viene, repentino, el momento en que sabes complacidos a los escuchas con la intensa satisfacción nerviosa que me produce el tacto, y dura lo que una descripción corta: ante una porción de dialogo me pregunto si no habrá inconveniente en adaptar una voz de personaje para cada uno de los hablantes (pg. 44).

Las dos últimas páginas de este documento traen la indecisión de A.C sobre la posibilidad de unir todos su relatos en un solo libro, exceptuando El Tiempo de la Ciénaga; se trataba de su obras Angelita y Miguel Ángel, El Atravesado y ¡Que Viva la Música!, textos que obviamente pertenecen, si se leen con cuidado, a una misma unidad narrativa que involucra personajes y el espacio urbano de la ciudad de Cali. Las imágenes retratadas de esta sección son dos hojas de cuaderno -una línea corriente y otra cuadriculada- correspondiente a “pendientes” y apartes de su obra cumbre.

El año 1974 fue especial en la vida de A.C porque viaja los E.U en “busca de la fortuna” de lograr vender uno de sus guiones, siendo el periodo donde más observó cine, anotando sus comentarios y críticas en un cuaderno que se me antoja le servía de referencia para complementar sus escritos de crítico cinematográfico en los periódicos nacionales y su revista Ojo al Cine, algo así como el diario de un cinéfilo, complemento del listado de filmes vistos que ya llevaba registrados para su colección. Justamente, la tercera parte de este libro titulada De película por los Ángeles, corresponde a su estancia en el país del norte. Las memorias que aquí nos entrega A.C, en sus primeras páginas, explican lo que él ha sido bajo el afecto de su madre, y algunos asuntos suscitados con su padre a propósito de sus escritos, dejando notar cierto resentimiento que pasa a lo que piensa sobre su posición como empleado perteneciente a la clase media, que trabaja para ricos. También indica la indecisión para seguir adelante con el proyecto de vender sus guiones, su necesidad de regresar a Cali, y su decepción de no lograr su objetivo; enredando sus comentarios con apuntes musicales y algunas referencias cinematográficas:

…Llegaré sin nada de dinero, sin casa, a seguir viviendo con mis padres, que ya no me interesan en su comportamiento, y altercar con la gente de Ciudad Solar, a la que he sentido, en pensamientos horrorosos, como una presión contraria que no me deja escribir, cuando no puedo. Veré a Alfonso, eso sí. No le he escrito. Le habría escrito si hubiera tenido éxito. Que palabra tan mierda esta. No es eso lo que quiero decir. Tal vez aún tenga tiempo de escribirle. Tengo que escribirle a Luz Ángela también. ¿Qué hacer para comenzar algo nuevo, formar una sala propia, por ejemplo, si no tengo un centavo? ¿Entraría a la universidad, tal vez? No. Escribiría de tiempo completo. Terminaría una novela y la pondría concursar, con las señoras de Vivencias, tal vez, aunque no ganaría premio. Escribiría, sí, escribiría en mi cuarto, que no me deja ningún buen recuerdo… pero entonces ¿cómo he hecho para escribir todos estos años precisamente en ese cuarto, ese cuarto que no me gusta ahora, que me confunde y me da sueño? Haría el mismo esfuerzo y escribiría, interrumpido sólo por las horas de comida. Me llevaría bien con mis padres, hasta que al mes, a los dos meses, comiencen los primeros roces de diferencias. No lo sé. He puesto el radio y suena “Sympathy for the Devil”, una canción que me ayuda. Y ¿cómo pensar en sacar por ejemplo un apartamento, ahora que mis entradas en el cine club se han reducido del 70 al 25 por ciento? (pg. 60-61).

La cuarta parte titulada La Recta Final, es un documento escrito el día domingo bajo la sombra del Cali caluroso en el barrio San Antonio, en una casa arrendada y compartida donde A.C parecía encontrar cierta independencia para su trabajo en la agencia de publicidad, rumbas, amigos y torcis; es un “reguero de tinta” publicado bastante existencialista y triste que involucra la familia, amigos, la ciudad, y su decadencia como hombre que busca en el presente y futuro lo mejor para sobrevivir:

…¿Hacer un laboratorio de mi mismo? Esto era lo que pensaba una mañana, hace mucho tiempo, yendo a comprar papel, de mi casa al supermercado Roherma, en la Flora. Es decir, utilizar todo, las caídas y los éxitos, para iniciar una especie de estudio de la volubilidad humana. Pensé también: “Tenerme como exponente único. Las relaciones de mi ser con la naturaleza”. ¿Hice eso? Creo que me propuse como condición mínima guardar objetividad. Sí, guardar cordura y aislamiento para poder medir las curvas de mi gozo o de mi sufrimiento. Para poder llevar a cabo eso, ordenar y embellecer cada una de las observaciones sobre mi naturaleza, he debido guardar soledad completa, no aceptar invitaciones, rechazar visitas. Por eso no lo pude. Raro que hoy haya pensado en eso (pg. 88-89).

El Último Capítulo reproduce dos cartas escritas el 4 de marzo de 1977. La primera, dirigida al español Miguel Marías, colaborador de la revista Ojo al Cine, en respuesta a una que le había llegado el mismo día, una carta “urgente” con referencias literarias y cinematográficas, estas últimas con el concepto calificador numeral que le daba A.C de 1 a 5. La segunda, tiene como destinataria a su compañera Patricia Restrepo, llena de suplicas amorosas, arrepentimientos y posibilidades con referencias muy intimas que involucran nuevamente a sus amigos, su madre, y claro está, su Patricita. Igual que las anteriores partes, trae las imágenes impresas –minúsculamente- de las cartas originales.

Las páginas finales de El Cuento de mi Vida, expone las fotos familiares de su niñez junto a sus padres y hermanas en diversos momentos; una foto mientras escribía en la sede de Ciudad Solar, otra junto a Patricia Restrepo una semana antes de su muerte en Silvia; una serie de fotos de su malograda película Angelita y Migué Ángel, además de la clásica colección que Eduardo Carvajal dejará para la eterna juventud de este autor.

Cuadernos de Cine Colombiano
Andrés Caicedo, cartas de un cinéfilo
–dos volumencitos-
Secretaria de Cultura de Bogotá
Cinemateca Distrital
2007, 56 págs.

La selección, presentación y notas, estuvieron a cargo del cineasta caleño Luís Ospina. Pertenecen estos cuadernos al género epistolar, ya tratado en otros autores de importancia mundial que posibilita entrar en otros aspectos vivenciales; como dice su titulo, con referencias al cine escritas por un afectado de esa extraña enfermedad llamada cinesífilis. Divididos en dos tomos, uno data de 1971 -1973 y el otro 1974-1976. En su presentación, L.O afirma que en la recopilación de la obra de Andrés Caicedo, junto a Sandro Romero, encontraron un legajador con el título “DE MI AL CINE” que contenía en orden cronológico las copias al carbón de las cartas enviada a sus pares cinéfilos y amigos, lo que posibilitó una organización editada para los interesados en la vida de este caleño universal:

…Gracias a esa precaución anticipatoria de Andrés –siempre preocupado por el destino post-mortem de sus escritos-, es que podemos leerlas hoy. Las cartas, con su tono desgarrador y de atroz introspección, dan cuenta de su pasión por el cinematógrafo. Ahí están consignadas todas las facetas de su cinefilia: programador entusiasta de un cine club, gestor infatigable de una revista, desencantado crítico de cine para los diarios locales, director de cine angustiado, guionista frustrado y espectador aguzado. Paralelamente durante los años que comprende esta correspondencia (1971-1976) Andrés estaba trabajando en su novela ¡Qué Viva la Música!, cuyo primer ejemplar recibió el mismo día de su suicidio. Andrés era un gran escritor de cartas aún cuando no estaba lejos. No era raro que, estando uno en la misma ciudad, después de dar muchos rodeos, le dijera a uno con su tartamudez característico: “Sa-sa-bés qué viejo Luís: me-me mejor te escribo”. Y dicho y hecho, al día siguiente, por un medio o por otro, llegaba a manos de uno una larga carta mecanografiada diciendo todo lo que él no había podido decir en persona. Tal era su dificultad par comunicarse con los demás (Ospina, págs. 2-3).

Primer cuaderno: 1971-1973
La caratula, fiel a los Cuadernos de Cine Colombiano, esta a blanco y negro con una imagen medio borrosa de Andrés Caicedo sentado y escribiendo en uno de los cuartos de Ciudad Solar. Contiene 16 cartas dirigidas a Luís Ospina, Carlos Mayolo, Ramiro Arbeláez, Isaac león Frías, Miguel González, Juan M. Bullita y Ramón Font, escritas desde Cali, Houston y Los Ángeles. Estos documentos muestran la sapiencia cinematográfica y literaria de A.C, con glosas que apuntan temas diversos llenos de amistad, y reflexiones íntimas. También en la búsqueda de ubicar y vender sus guiones en el país del norte, sus críticas de cine a revistas y periódicos, referencias al Cine club de Cali y la revista peruana Hablemos de Cine; para los lectores presento a continuación un extracto de la carta dirigida a R.A desde Houston con fecha de junio 9 de 1973.

…Ahora que te empiezo a escribir esta carta vos debes estar ya en el san Fernando o esperando a que te entreguen el material. […] El Extranjero es la película de Visconti que menos me gusta, pero el ciclo de junio me parece buenísimo, vas a ver que tiene gran aceptación. Luís me envió los materiales con las críticas a La década prodigiosa y a Los amantes. Te felicito por tu labor, me gusto mucho la crítica a La década prodigiosa; la de Los amantes también, incluso me parece más clara que la de La década, pero es que no he visto la película. Yo coincido con la introducción al film que vos hacés, es decir, la narración se hace en base a una investigación por la verdad, precisándose de un personaje no necesariamente comprometido con los datos de la mentira (porque el film es una gran mentira divina), para que, más o menos alejado y sereno, indague y esclarezca. La otra conciencia pensante es el espectador; no tan hábil e inteligente como Paul Jansen, pero imprescindible par la misma construcción del film. En la última Hablemos de Cine (que parece que se demora) podas leer la crítica mía a La década. Ya verás que coincidimos en mucho. ¿La película gusto a la gente del Cine Club? ¿Y Rebelde sin causa? ¿Qué tal entrada tuvieron, teniendo en cuenta que era repetición? (pg. 28).

Segundo cuaderno: 1974-1976
La maquina Remington de A.C, testigo de las huellas de sus dedos, y de muchas de las cartas escritas, aparece en la portada de este segundo cuaderno. Nos entrega 29 cartas dirigidas a Miguel Marías, Hernando Salcedo Silva, Carlos Mayolo, Ramón Font, José María Arzuaga, Jorge Silva y Marta Rodríguez, Juan M. Bullita, Luís Ospina, Orlando Mora, Jaime Manrique Ardila e Isaac León Frías, escritas desde Cali y Bogotá. Como se puede observar, la planilla es amplia, y como receptores a personajes reconocidos de nuestra historia del cine, con innumerables referencias –nuevamente- al cine visto y no visto, apuntes importantes sobre la publicación que él dirigía llamada Ojo al Cine, con visos íntimos y existencialistas en algunos documentos. El ejemplo a presentar es una carta enviada a Miguel Marías:

Bogotá, octubre 5 o 6 o 7, 1975 no lo sé; y en maquina de escribir añeja, desconocida y prestada, te escribo:
…En general me resulta una lata la colaboración en diarios amarillos, cosa que vengo sufriendo desde hace muchos años: mutilación, inclusión en desorden, vetos, “correcciones en bien del lenguaje”, etc., lo que me decide a no colaborar más para ese tipo de publicaciones, lo que por otra parte me trae problemas, pues es hasta ahora la única forma de subsistir económicamente. Ya veremos cómo sale lo de El Padrino. De integrar un grupo NADA que se esta formando, los primeros que caerían serían los jefes de los “suplementos dominicales” (con ellos he sostenido siempre la misma pugna que sostuvo Poe), hoy caso todos alineados en las garras tenebrosas garras del PC, así que ni para que te los pinto: bigotico y peinado a lo Mandrake, intransigencia, actitud en contra de los jóvenes, reclamos de calidad” en la redacción, desconocimiento total de los camp, de lo cursi y de las series “B” (además de un desconocimiento del cine en general) y fijaciones puritana en cuanto a “la fuerza de trabajo”: 14 horas/diarias, aunque de eso no salga ni una sola línea buena. Únele a eso el mal genio (enfermedad que no he padecido nunca, ni eso ni el tabaco), atisbos de nuevo rico y de “inteligencia” estabilizad para que puedas tener un panorama de mis pugnas, desiguales en todo caso. Yo me cago en ellos y algún día llevarán del bulto […] (pg. 29).

Los dos “volumencitos” traen una excelente edición de los documentos, además de una completísima galería de imágenes correspondientes a las personas referenciadas en las cartas, algunas fotos de películas que se citan, aparte de la memoria del Cine club de Cali a través de muchos elementos que involucran su cotidianidad en el Teatro San Fernando.

Pareciera que el descanso eterno de A.C fuera interrumpido cada vez que sale a la luz pública novedades de su vida, para algunos es el aprovechamiento editorial y económico que vende, y del cual familiares y amigos se ven beneficiados para seguir exprimiendo sus escasos 25 años de producción intelectual; para otros, es la oportunidad de conocer más de su vida para cotejar con lo que se conoce desde la década de los setentas del Siglo XX, algo que aporta a ese “morbo” especial que los seres humanos tenemos por saber más y más de aquellos que aportaron a la cultura popular de un país, en este caso desde una ciudad que se atraviesa en muchos de sus escritos, y que podemos analizar bajo otros puntos de análisis.