30.8.17

Cinemateca La Tertulia: “El río sigue buscando su cauce, y el cine ahí”

La Cinemateca La Tertulia es una hermosa sala de cine enclavada en lo que era parte del río Cali en el denominado “charco del burro”.

Desde el año 1956 empezaron las actividades enfocadas en el cinecublismo con una reunión de socios que quiso agregar a sus actividades culturales la exhibición fílmica, lo hicieron con la cinta “La heredera” -1949- de William Wyler, en 16 mm., y en las instalaciones de la vieja casa del barrio San Antonio donde nació este museo. La programación de este Cine club pasó a diferentes teatros de la ciudad: Isaac, Aristi, San Fernando, Cid, Alameda y Calima, donde se presentó el último ciclo antes de pasar a la sala auditorio en septiembre de 1973.

La idea de crear una Cinemateca se gestó desde el mismo momento en que se creó el Museo la Tertulia, el impulsor fue Ginno Faccio (Q.D.E.P), quien, con su experticia como ingeniero civil, hizo los cálculos de construcción en los terrenos, ayudando a levantar los primeros edificios, y adecuando una cabina especial para proyectar cine en la sala auditorio. Con un auxilio de medio millón de pesos, otorgado por el Instituto Colombiano de Cultura, se inició a mediados de 1970 la construcción del segundo bloque; el 23 de julio de 1971 se inauguró la primera etapa, una Sala Subterránea para la exhibición de grandes exposiciones. La segunda parte de este nuevo bloque fue la Sala Auditorio, cuyo costo total ascendió a tres millones de pesos y fue financiado por el Banco de la República y la empresa privada de Cali; estrenándose el 22 de febrero de 1974 con el concierto del Conjunto Hausmusik de Bogotá. Después de la inauguración se organizó una Junta Coordinadora de Eventos, nombrando para música a Pilar Lago; Cine a Ginno Faccio; letras a Gustavo Álvarez Gardeazábal. 

El 6 de mayo de 1975, es inaugurada la Cinemateca la Tertulia, con la presentación de la película “Ludwing, El Rey Loco De Baviera” -1972- de Luchino Visconti. Se programaron funciones de jueves a domingo a las 7:00 p.m. con un costo de $10.oo, “Ludwig...”, estaba prevista para cuatro días, sin embargo, su éxito con lleno total de la sala durante estos días aumentó la exhibición por ocho días más. Luego, a escasos veinte días de inaugurada la Cinemateca, la directiva del Museo se vio obligada a cerrar sus puertas en forma indefinida, mientras se gestionaba la compra de un nuevo proyector. El motivo de la cancelación de la programación se debió exclusivamente a la pésima calidad del equipo de proyección, que por un costo de $100.000, había adquirido la Alcaldía de Cali a la empresa Cine Colombia, los cuales, al ser acondicionados al espacio, tuvieron algunas fallas, valorando otra opción, la compra de unos equipos japoneses, los cuales hasta hace pocos años fueron fiel testigos de mucho rollo recorrido ante el cambio de los 24 fotogramas por segundo que Erwin Palomino propinaba al “golpe” silencioso de las señales en la parte superior derecha de la pantalla. 
 

Después de este percance, se reiniciaron labores nuevamente el 15 de Julio de 1975, con la película “Play It As It Lays” de  Frank Perry, prosiguiendo con “Furia” de Fritz Lang ; “En Nombre Del Pueblo Italiano” de Dino Risi; “El  Jugador” de Alexei Batalov; “Edipo Rey” de Pier Paolo Passolini; “Otra Vez Salto Sobre Los Charcos” de Karel Kachyna; “Los Delincuentes” de Robert Altman; y “El Eclipse” de Michelangelo Antonioni, censurada por más de diez años en Colombia y estrenada con lleno a reventar en la Cinemateca, según el crítico Andrés Caicedo, quien en 1973 le había escrito a la directora del Museo para ofrecer sus servicios en la elaboración de los programas, y ante todo, ser partícipe de ese anhelo de no perder esas copias existentes en Colombia que las distribuidoras incineraban por vencimiento de derechos:

[…] En este mes de marzo efectuaremos un segundo ciclo de Joseph Losey: Tiempo sin Piedad (1957), El ángel de la muerte (1968) y Eva (1962). Y dos films de Orson Welles (los únicos que se consiguen en Colombia): Otelo (1955) y el proceso (1963).
Se de la idea que se tiene de formar una cinemateca en el museo La Tertulia.  Le ruego me informe de cuál será su funcionamiento.  ¿Ya se ha pensado en algunos films? Las casas distribuidoras queman las copias existentes en Colombia una vez que se vence el derecho de explotación, no importa que estén en perfecto estado.
Entre las últimas quemas se encontraban: El Sirviente (Losey), Sonrisas de una noche de verano y el silencio (Bergman), La gran ilusión (Renoir), Los mequetrefes (Chabrol) y The manchurian candidate (único film interesante de John Frankenheimer).  Por medio de una institución influyente como La Tertulia se podrían recuperar films claves destinados a la quema; por ejemplo, Eva, cuyo plazo se vence dentro de poco.
El cine Club ofrece, pues, toda su colaboración, nosotros sabemos exactamente cuáles son las películas que existen en toda Colombia.

De los jóvenes cineclubistas que acompañaban a Caicedo en las sesiones sabatinas del Teatro San Fernando, sería Ramiro Arbeláez quien tomaría la dirección de la Cinemateca La Tertulia,  desde el 1 de marzo de 1977, hasta  el 28 de febrero de 1986, actividad vinculante a las actividades que ya había desarrollado en el Cine club de Cali, con una programación que semana tras semana se diferenciaba de las salas comerciales de la capital vallecaucana, llevando parte del entorno cineclubista como eran los folletos, plegables, y tal vez la relevancia académica del cine de autor, insumos que fueron posicionando este espacio cultural.

En los ochentas Luis Ospina tuvo su “cuarto de hora”, y prosiguió la senda de su antecesor, dándole pasó a Julián Tenorio, y este finalmente a Eugenio Jaramillo, quien vivió el auge, y declive de la sala cuando la movida de los noventa cerró los teatros de barrio, la distribución y exhibición tuvo cambios trascendentales en las formas como el público se acercó al cine, y se tuvo que soportar largos estrenos en detrimento de una programación efectiva y vinculante con otros ciclos programados en instituciones regionales. Sumándole la aparición de otros formatos en la era digital, el cambio de dirección en el museo, y el abandono sistemático de la Cinemateca, desde su estructura física, hasta su estructura cinéfila, esta última retomada con otros criterios y acciones -a favor- desde el año 2014, hasta el alcance que hoy día vemos con los cambios que se vislumbran.     

En el presente nos invitan a participar esta semana de un evento denominado “Adiós vieja Cinemateca”, momento para sentir el espacio, su oscuridad, y la pantalla iluminada ante la magia del cine. Se hace para honrarla, despedirla, y proyectarla en el futuro, allí nos informarán el plan estratégico, y ante todo nos dirán que la pulen para ponerla al nivel que se merece ante los requerimientos de una proyección adecuada. Parte de esta historia con más de treinta años, tiene como protagonista a Arbeláez, quien ambienta la jornada con una anécdota que involucra al cine latinoamericano, una “desnuda sala” a medio hacer, y lo que esto significó para su impulso en los años que le siguieron en la década de los setentas:   

[…] Cuando nos dimos cuenta que en el Museo La Tertulia estaban a punto de inaugurar una sala de cine y conformar una cinemateca, volvimos a buscar a Maritza Uribe, la presidenta del Museo, pues ya Andrés le había enviado una solicitud en 1973, proponiéndole trabajar juntos, sin ningún resultado. En esta ocasión conseguimos que nos prestaran la nueva sala para probar si funcionaba. Había sido construida bajo el lecho del antiguo “Charco del Burro” del Río Cali, ahora desviado, pero nos la prestaron desnuda, sin asientos, sin alfombra, sin proyectores y sin pantalla. Ubicamos dos proyectores de 16 mm en la cabina, unimos y templamos varias sábanas blancas y presentamos durante un fin de semana la película boliviana Sangre de Cóndor, con la gente sentada en las gradas, pero con tanto éxito que fue la prueba reina de que una sala de cine arte en Cali era más que necesaria (Ramiro Arbeláez, mayo13 de 2015).

En medio de tanto recuerdo atravesado, supe algún día que las mejores sillas para ver cine en nuestra Cinemateca La Tertulia, eran las dos primeras filas frente a la pantalla, esa que parece se lo va tragar a uno con tanto actor en acción, y tramas adaptadas. Sillas que parecían con dueño nobiliario, a donde llegaba con la paciencia de los años don Gino media hora antes de la función de siete, y ser el primer crítico a la salida para decirme los errores de la proyección, o la narración de la cinta escogida. Donde Miguel González, Oscar Campo, y el combo de artistas plásticos con Fernell Franco (Q.D.E.P), Oscar Muñoz y Ever Astudillo (Q.D.E.P), a la cabeza, se ubicaban para estar cómodos, allá donde en algún momento los años no dejaron volver a la señora Maritza Uribe (Q.D.E.P), y opto por las primeras sillas. Lo entendí muchos años después cuando despedimos -tal vez fue la última vez que se usaron- los proyectores de 16 mm., con un ciclo de Herzog, estar ahí era distinto, acostumbrado a verme las películas parado o sentado en los primeros escalones de acceso, allá era otro privilegio.   

Parte de mi vida con la Cinemateca y esos diez años que viví allí, traen en la máquina de los recuerdos  los ciclos internacionales, los estrenos, los programas itinerantes, el cine colombiano, los encuentros con algunos directores, la experiencia adquirida de conocer una fuente inagotable como es el cine desde su fallido centro de documentación, el oficio de manipular los “aparatos” cinematográficos, vivir la transición de lo análogo a lo digital, conocer mucha gente, conversar con extraños, discutir con extraños, ingresar amigos, ingresar los amigos de los amigos, violar reglas de seguridad con público sentado en las gradas, sentir la insoportable soledad de la sala con un espectador, escuchar reír a la gente, verla llorar, mover y tocar esas cortinas rojas que le hacían juego al tapete donde enclavada la registradora -estilo bus urbano- veía correr con sus números infinitos seres humanos ansiosos de cine; ahí con un largo etcétera, hice escuela con mi gusto por el cine y su historia, aquella que posibilita este texto.     
            
Por último, para recordar esta “querida vieja”, un acucioso espectador que le gustaba entrar de primero a las funciones me dijo alguna vez que, si nos concentrábamos en los sonidos de ese espacio y en la primera fila frente a la pantalla, podíamos escuchar agua correr, la que se filtraba de tanta tierra acumulada frente a la circunvalar: maravilla de la naturaleza, el río sigue buscando su cauce, y el cine ahí.   

Notas
-El evento se realizará el jueves 1 de septiembre de 2017, de 18:00 a 22:00 pm., en las instalaciones de la Cinemateca La Tertulia.
-La carta de Andrés Caicedo hace parte de una de las fuentes de investigación usadas para el texto Cine club de Cali 1971-1979, de mi autoría.
-Parte de este texto lo publiqué en Anacrónica: http://anacronica.univalle.edu.co/
 -En el 2014 por medio de este blog, ya me había referido al tema de restaurar nuestra sala: 

 Imagen
-Cinemateca La Tertulia, tomada por Fernell Franco;  boletas del cine club La Tertulia, colección del autor.  


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