6.3.15

Tiempo de Cine: Tiempos del Olympia

“El Salón Olympia estaba situado entre las carreras séptima y trece, costado sur de la calle 25. El recinto media por lo menos setenta metros en el sentido este oeste y unos treinta metros de ancho. La cabina de proyección, al fondo, quedaba al oriente, junto a los palcos principales un tanto elevados sobre la platea, para el público que pagaba más y veía de frente la pantalla instalada en medio del salón. A ambos lados de platea, los palcos laterales para familias abonadas. La galería para el púbico de menos ingresos, que veía la proyección la revés, se desarrollaba hacia occidente, donde estaba el escenario, con telón pintado por Coriolano Leudo, tramoya, socavones y camerinos” (Tiempos del Olympia, p.54)

En 1992 la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano –FPFC- publicó un libro de lujo en su diagramación y contenido, Tiempos del Olympia, investigación histórica que describe y analiza un período trascendental en la exhibición cinematográfica colombiana y sus relaciones alternas con la producción y el posicionamiento comercial y fílmico de los denominados pioneros del cine colombiano en cabeza y juicio de los hermanos Di Domenico. Investigación a cargo de dos apasionados cinéfilos vinculados a la gestión y preservación de nuestro patrimonio audiovisual: Jorge Nieto –Q.E.P.D.- y Diego Rojas, historiadores del cine colombiano vinculados al proceso de fortalecimiento de nuestras imágenes en movimiento como afición, entrega, y oficio en dirección de una divulgación eficaz.    

El primer proyecto editorial de la FPFC celebra los 80 años de la inauguración del Salón Olympia de Bogotá el 12 de diciembre de 1912. En sus agradecimientos los autores ponen de manifiesto la labor encomiable de Leila El´Gazi quien “recogió, descifró y ordenó la voluminosa y dispersa información textual y gráfica”, reflejo directo que notamos en cada una de las 132 páginas en la citación entrelazada con el bosquejo analítico, y descriptivo que se cruza con diversas imágenes de complemento asemejándose a un viejo álbum familiar de cartas, postales, recortes de prensa, y  fotografías.

Al abrir el libro, encontramos los lazos familiares que serán nombrados en el desarrollo de vínculos empresariales, árbol genealógico interesante que deja entrever las relaciones sociales y matrimoniales, complemento ajustado a los registros fotográficos de “los protagonistas”: Francesco Di Domenico Cozzarelli, Vincenzo Di Domenico Cozzarelli, Giuseppe Di Ruggiero, Erminio Di Ruggiero, Giovanni Di Domenico Mazzoli, Donato Di Domenico Mazzoli.    

La organización de esta función escrita se presenta a usanza de los programas cinematográficos o eventos artísticos programados por nuestros salones de espectáculos, con seis actos iniciales, un intermedio visualmente bello,  y cinco actos finales que se presentan tal cual maravillosa forma quijotesca; terminado con un índice de películas, y el listado de fuentes usadas.  


El efecto mediático de un salón lujoso para la capital colombiana, desplegó una serie de comentarios de prensa que vislumbraban un cambio para la ciudad en sus formas de acercarse al cine, con regularidad se enfatizaba en comparaciones con otros teatros europeos, reseñas de películas, y su orden moral dentro del contexto de las buenas costumbres adoptadas por el Estado en su constitución política de 1886:

…“Próximamente se estrenará un magnifico aparato cinematográfico de los señores Di Doménico Hermanos, último modelo, en un magnifico edifico estilo europeo, que con tal objeto se edificara en san Diego”, se informó desde febrero de 1912. La noticia daba detalles sobre la instalación eléctrica (“será propia”) y sobre la capacidad de los patios y salones (“para 5,000 personas”).
“Por fin tendremos en Bogotá un teatro al estilo de El Olympia de París o de la Alhambra de Londres”, se afirmó con entusiasmo en junio a propósito del “gran salón para toda clase de diversiones”, dotado con “todas las condiciones de elegancia y confort […] parece que el edificio será destinado específicamente para exhibiciones cinematográficas”. En octubre se anuncia el 2próximo traslado” del aparato de los Di Doménico “del pabellón de Mecánica del Bosque al nuevo y elegante Teatro Olympia”, y se avisa de la “enorme y variada remesa de películas” traídas de Europa, “entre las cuales hay muchísimas de interés directo para Bogotá”, con la advertencia  e que “ninguna de las nuevas películas adolece de inmoralidad”, pues “`para la escogencia de ellas se tuvieron ante todo en cuenta el gusto bogotano y la tendencia ilustrativa que a esta clase de espectáculos ha querido darse en los pueblos civilizados del globo. Que así sea” (p.57).     

Los innumerables momentos de encuentro que tuvo la sociedad bogotana en el “gigante” de San Diego, estuvieron marcados por las imágenes en movimiento, piezas musicales, conferencias académicas y políticas, actos de beneficencia, reinados de belleza, encuentros causales y amorosos, discusiones acaloradas, bullicio de niños, el rumor dirigido a los recién llegados, y así significativamente toda una serie de formas de pensar y sentir del acontecer de un momento importante alrededor de un espacio público central dispuesto para el goce que podía pasar a las “noches de angustia” ante el inconformismo de los asistentes ante alguna obra que se salía de sus formas de ver y pensar el mensaje fílmico. 

Revisando el listado de cintas que se reseñan en la obra, Nieto y Rojas destacan las nacionales, en su orden alfabético: Aura o las Violetas; Bajo el Cielo Antioqueño; El Charquito; Carnaval de Barranquilla en 1914; Como los Muertos; Conquistadores de Almas; De Barranquilla a Girardot; Dos Nobles Corazones; El Amor, el Deber, y el Crimen; El Cronófono subiendo por los Andes; El Drama del 15 de Octubre; Inauguración del Monumento a Ricaurte; La Fiesta del Corpus y de San Antonio; La Fiesta de las Flores; La Fiesta del Domingo 14 en la Escuela Militar; La Hija del Tequendama; La Procesión Cívica del 18 de Julio; Las Fiestas del centenario de Cundinamarca; Maniobras del Ejercito en el Puente del Común; María; Primer Congreso Mariano Nacional (y de Homenaje a la Virgen de Chiquinquirá); Ricaurte en San Mateo; SICLA Journal; “Última Fiesta de Noviembre”; Una Notabilidad Rural.

Inferimos que muchas de los filmes presentados hacen parte de un primitivo principio cinematográfico de registrar el acontecer diario en fiestas, paradas castrenses, encuentros religiosos, celebraciones patrióticas, y noticieros de variedades; igualmente algunos largometrajes nacionales representativos del periodo silente sobrevivientes del desastre del vinagre por el acetato de celulosa fílmico, otros simplemente esfumados del proyector de los tiempos, reconstruidos por medio del dato de la crónica, el periodismo, y la historia del cine colombiano.

El Teatro de Cine, como objeto estudio en Colombia, ha tenido pocas investigaciones, y tal vez solo una que se centre en las diversas aristas de las posibilidades que el cine ofrece en aspectos como la exhibición, la producción, la crítica, el público, la tecnología, la economía, etc. Precisamente Tiempos Olympia nos ofrece esa posibilidad historiográfica de acercarnos a diversos temas en el marco de un eje central de recepción social a través del cinematógrafo. Momento histórico de Bogotá que podemos analizar desde diversos puntos de la historia cultural.

En su último aliento, el libro nos pone ante la caída literal de los muros del Salón Olympia, reflejo directo de décadas pasadas ante los cambios suscitados en el paso del teatro de barrio al cineplex; ya en ese momento, cambiaba la ciudad, se ampliaba, desplazaba, y reconstruía, y en eso no era ajeno la grandeza arquitectónica que adornaba la esquina de la calle 25:

…Un sábado de mayo de 1945 la prensa publicó: “El Olympia sintetiza toda una época de gratas y hermosas añoranzas, casi medio siglo de encantadores recuerdos para varias generaciones de pura estirpe santafereña que por primera vez contemplaron las grandes hazañas de héroes ya desaparecidos, que vieron admirados el embrujo de aquel endiablado apartito por cuyos haces de luz brotaban imágenes, ruidos y sonidos milagrosos”. El domingo se exhibieron  “en matinal, a 0.15, Chan en Río y ¡Qué par de reclutas!, en matiné doble a 0.30 Blanca Paloma y el corto de Manolete, y en vespertina y noche, a 0.20, El Capitán Blood para todos”.
El siguiente lunes terminaron los días del Olympia, cuando una piqueta municipal, “la piqueta del progreso”, comenzó a demoler sus muros y estructuras para dar paso a la continuación de una calle, la actual carrera novena, que trazaba un nuevo destino al terreno. Después quedaron solamente estos recuerdos del más importante salón de cine en los que fueron los tiempos del Olympia” (p. 130).    

Así, cada ciudad tiene en su memoria colectiva -cada vez menos narrada-, las influencias y gustos por el arte mágico del entretenimiento donde el cine cabe con todos sus significados. En la búsqueda, en el encuentro, y en la compilación documental, podríamos descubrir muchos salones o teatros que marcaron una época, un territorio, y funcionaron como cohesionadores de sentimientos aunados al vaivén de la agitada vida urbana, o al sosiego insoportable de una población bucólica.        

Finalmente, podríamos ubicar este libro como un clásico de la literatura que sobre el cine nacional, y uno de sus teatros más representativos, se ha escrito en el país; conexión del archivo fílmico que demuestra la experticia, el gusto desmesurado por el cine, y la “amabilidad” de los investigadores en entregarnos un documento para el deleite de la lectura, y la observación gráfica.


Ahí queda el ejemplo, una forma entre muchas de hacer historia del cine.      

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