7.6.10

Sicaresca televisiva


Por: Yamid Galindo Cardona.

Asistimos a un periodo lleno de sicaresca televisiva, los últimos años y los que vendrán con un nuevo canal televisivo, aplicarán la formula del rating retratando una realidad colombina que deja muchos extraditados al país del norte, muertos, y una economía paralela e ilegal por medio del narcotráfico. Los dos canales privados del país, a través de sus guionistas que adaptan libros popularmente aceptados, nos anuncian que el sicario y delincuente colombiano tiene un espacio, retratando la cotidianidad de algunas regiones con hechos reales y de ficción, dos factores que enganchan al televidente que seguro tiene, ha tenido o conoce a alguien que estuvo involucrado con el dinero fácil, la opulencia y por último la decadencia reflejada en una tumba en Colombia o una cárcel en Estados Unidos, ya que la máxima publicitaria de unos años atrás que decía “también caerán” se da tal cual con cada narcotraficante que salta a la palestra pública y es perseguido por el estado.

Sin Tetas no hay Paraíso, El Cartel de los Sapos, El Capo, Las Muñecas de la Mafia, Rosario Tijeras, entre otras, han ocupado la expectativa del ciudadano en horarios que llaman triple A, después de la andanada de noticias de las 7 pm., que por lo regular traen las mismas informaciones con personajes diferentes: el político de turno corrupto, el accidente vial, la violación de hoy, el extorsionista capturado, el falso positivo descubierto, el militar enjuiciado, los goles de futbol refritos, las modelos con la noticia de farándula etc. En medio de la “picaresca” que le imprimen nuestros actores a sus papeles representados, descubrimos el chiste rápido y cruel, y hasta gozamos con estos personajes, pareciese que la crueldad pasa a un segundo plano, y estos ciudadanos llamados traquetos, lava-perros, entre otros apelativos, son los nuevos héroes del siglo XXI que bajo la ilegalidad logran lo que desean e indirectamente mandan un mensaje para muchos jóvenes que incautos asumen que esa es una posibilidad atractiva, rápida y chévere para escalar socialmente, tener una gran casa, el último modelo de carro, y una “chimba de vieja”, a la cual seguro, le aplicaran los arreglos pertinentes por medio de la cirugía plástica en cara, tetas y culo; en resumen, una vida plástica, fácil y peligrosa en el intrincado circulo de la “cosa nostra” regional y local, la cual obviamente tiene otra escala desde las esferas gubernamentales, como por ejemplo un ministro de gobierno y justicia cualquiera, de un país cualquiera, que tiene un hermano delincuente que fue fiscal y esta siendo procesado por sus relaciones con ciertos delincuentes.

La sicaresca televisiva para algunos es una clara apología al delito, que no aporta al sentido educativo que la pantalla chica debe tener, que desinforma, y envía un ejemplo nefasto al televidente que asume –en algunos casos- como receptor la obra que le ofrecen, una posibilidad atractiva que algunos de sus conciudadanos han vivido: el delito y el asesinato como negocio, la ilegalidad como algo legal ante las faltas de oportunidades que este país ofrece, y que la sociedad soporta, acepta y convive, ya que hace parte de la cotidianidad de la esquina, el barrio y la ciudad en sus circuitos más específicos y obligatorios. Para otros, es necesario que nuestro conflicto en todas sus vertientes, tenga formas de representatividad para no olvidar y conservar en la memoria colectiva la historia del país, por eso el arte desde la plástica, el teatro, el cine, así como la literatura, las ciencias sociales, y los mismos medios de comunicación como la televisora, se convierten en espacios importantes y claves para que estas manifestaciones oprobiosas se muestren, y las generaciones actuales y por venir se den cuenta lo que ha sucedido, para que no se olvide y “tal vez” nunca copiemos ese pasado; sin embargo hay que anotar que la crítica fundamentada es importante para entender lo que nos presentan, siendo necesario que se obligue a los canales televisivos un horario extra donde se le indique al espectador la obra programada, con debate y participación ciudadana, algo muy difícil porque la reglamentación interna de estas empresas y su lucha por la pauta y el rating, no lo posibilita, siendo el único espacio eso que conocemos con el título de “defensor del televidente”, un programa que se ubica en la parrilla con horarios extremos para el gran porcentaje de observadores -después de media noche-, perdiendo su sentido, ya que allí los televidentes envían sus quejas sobre lo que les presentan, y el director, o sus productores entran a recusar las dudas y observaciones que les remiten.

El delito filmado ha sido una constante en la historia del cine y la televisión, es una formula exitosa por el gusto que desata en sus seguidores y lo que genera para sus productores en el ámbito de la producción, lo que resulta en dividendos económicos y de exportación, otro punto que sus detractores ponen sobre el debate por “la imagen negativa que se muestra del país”. Entramos entonces en un género televisivo y cinematográfico que no dejará de contar historias sobre sicarios, narcotraficantes y el conflicto armado, asumiendo que la gente le gusta verse reflejada en este país que basa parte de su economía en la coca hecha polvo. Estamos lejos de una solución a ese mal endémico de la producción, exportación, y consumo de este alucinógeno, es un hecho que el procedimiento del estado colombiano con la colaboración de los Estados Unidos y el llamado Plan Colombia ha sido un fracaso, se insiste con fumigaciones, controles aeroportuarios, marítimos, y persecuciones policivas, y la guerra contra las drogas sigue igual, con más narcos y consumidores, recordando que siempre que se captura un jefe de la mafia, este tiene su reemplazo en la estructura y así sucesivamente, algo muy particular que tiene inclusive su sección en el programa radial La Luciérnaga titulado “DEA Airlines, te lleva seguro, seguro te lleva”, cuando el estado envía al país del norte uno de los nacionales pedido en extradición.

Nos guste o no, la sicaresca televisiva hace parte de nuestra cultura, cada uno por el morbo que le produce, así no sea de su preferencia, se asoma para observar e identificar factores que se le hacen familiares, algunos se enganchan otros abandonan, pero en el diario vivir es posible escuchar a la gente del común comentar el último capitulo y tal vez reír o asentir alguna experiencia con respecto a esa realidad denominada narcotráfico.

PD: En Bogotá, en el Museo de la Policía Nacional –que es un hermoso edificio restaurado-, existe un salón dedicado a Pablo Escobar y los carteles de la droga, inclusive se puede observar un modelo a escala de este personaje con la ropa del día de su muerte, y su larga barba.

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