Al abrir un libro nos encontramos de entrada con dos
sellos en tinta que nos dicen Librería Atenas, además de un valor numérico escrito
a mano y lápiz al lado superior derecho que indica el gasto. Activar la memoria
nos lleva a lo importante que fue este espacio para algunos de los que
estudiábamos en ese momento en la universidad, un acceso a ciertos autores
clásicos de nuestra área académica que veíamos con los ojos incrédulos del
conocimiento tenuemente aprendido que debía agilizarse en el tiempo libre por
fuera de las aulas, y en lecturas independientes con breves conversaciones al
agite del clima y la disposición de los horarios.
La voz con su rumor era una forma práctica de llegar a
Librería Atenas para ir directamente al estante temático y ubicar ese libro que
seguramente hacia parte de alguna familia que había decidido vender la
biblioteca heredada, o por el contrario a un saldo de alguna editorial que
renegociaba las ediciones. Así conseguimos, por citar algunos, la trilogía de
Eric Hobsbawm –La Era de la revolución, La Era del Capital, la Era del
Imperio-; Historia de la teoría Política de George H. Sabine; Las Maravillas de
Colombia de editorial Forja; los dos tomos de La Violencia en Colombia de Germán
Guzmán, Orlando Fals Borda y Eduardo Umaña; o algunos comics de Astérix el Galo,
Mafalda, o Tintín. Recuerdo siempre estar a la caza de la Historia del Cine
Colombiano de Hernando Martínez Pardo, y Crónicas del Cine Colombiano
(1897-1950) de Hernando Salcedo Silva, logros inconclusos porque nunca conseguí
la primera obra.
Un caso especial significaba la bodega, a la cual
ingresábamos por un costado bajando una gran plataforma de concreto, encontrando
en sus costados pilas de libros, siempre con la posibilidad de descubrir
“joyas” que esperaban por su compra, en particular no olvidamos los once tomos
de la Nueva Historia de Colombia del año 1989, una especie de sagrados textos
compilatorios que asumían desde otras metodologías, fuentes y teorías, la
historia del país, leyendo de primeras el breve repaso de Luis Alberto Álvarez
sobre el cine colombiano en el volumen 6 dedicado a la “Literatura y
pensamiento, artes, recreación”.
Las marcas son la huella del tiempo de los libros
usados, sobre todo las que vienen de un particular: su año de edición, la firma
de sus dueños, las dedicatorias, fecha de compra, manchas, olores, notas al
costado, rayones, hojas sueltas, entre otros; pueden definir un momento en la
historia de los usos de ese texto, un valor agregado que se asemeja al de un
investigador privado que escudriña las razones del pasado que tuvo ese
ejemplar.
También descubrimos el auge, esplendor y la caída de
nuestra propia “Atenas”; se expandió como un imperio, inicialmente en sus
decididas ferias en plazas y parques de algunas ciudades de la región y por
fuera de esta, una extensión de conquista para los lectores que funcionaba de
forma efectiva; fundando una sucursal cercana a su sede principal de la calle
novena, lujosa en sus instalaciones, amplia en sus espacios, con escaleras
eléctricas, cafetería, y programación cultural que incluía un cineclub; sumando
otra en la Av. Sexta, cerca al Teatro Calima.
Podíamos pasarnos horas observando la paleta de
colores de los lomos de los libros que brillaban en su uso como decorado de una
posibilidad lectora, simple recuerdo de la inmadurez lectora de ser compradores
-a veces compulsivos- de obras que quizás al día de hoy, no hemos leído en su
totalidad.
*Anexo de una reseña publicada en el libro Somos Patrimonio 4 del Convenio Andrés
Bello, 391 experiencias de apropiación social del patrimonio cultural y natural (Otras experiencias Concursantes, pág. 150.151) año
2004.
Feria del Libro
Orlando Vásquez Gallo, Librería Atenas, Cali Colombia.
El gitano de las palabras
Desde hace más de 35 años Orlando Vásquez Gallo parece
un personaje en busca de autor. O quizás un gitano de palabras que anda con su
estantería de libros por las montañas de Colombia, en trance de ofrecer los
sueños escritos por otros. Autodidacta por convicción, decidió en efecto
graduarse como librero de oficio en las populares calles de Cali, su ciudad
natal. Rebelde y visionario, quiso así realizar su temprano sueño de compartir
e inyectar a otros su amor por el libro en todas sus dimensiones: desde el
nuevo y oloroso a papel recién impreso, hasta aquel usado y repasado muchas
veces por algún ratón de biblioteca, olvidado a veces en algún anaquel. Por
eso, luego haber recorrido y vivido en Medellín, Manizales, y Santa Rosa de
Cabal, en el occidente de Colombia, regreso a su tierra para iniciar su propia
librería ene l único sitio que podía utilizar ene se momento: el andén.
Justo allí, a la vera de las calles o a la orilla de
los parques, donde la gente los podía ver, tocar, sentir y empezara disfrutar
montó su feria de libros. Mantiene el deseo de que las personas puedan tenerlos
muy cerca, sin importar su condición, a los precios más accesibles, como
recordaba haberlos conocido en su casa paterna cuando le permitieron curiosear
el mundo del conocimiento y la cultura.
Prácticamente así nació la librería Atenas, como parte
del rebusque y la informalidad de aquel entonces, y desde ese mismo comienzo la
gran preocupación de su fundador ha sido la de facilitarle el encuentro con el
libro a la mayor cantidad de personas. Por eso cuando tuvo su primer puesto de
2 metros de alto por 1 de ancho y 50 centímetros de fondo, en el parque de
Santa Rosa, empezó su aporte al desarrollo de la cultura del libro en el Valle
y el Viejo Caldas. Así Orlando Vásquez y la incipiente librería Atenas –nacida
el 23 de abril de 1974- mediante su tenaz y persistente labor pionera como
organizador de las ferias del libro al aire libre, en parques y plazas, pudo
permitirle a los transeúntes la oportunidad de tropezarse con los libros viejos
y usados, aquellos que pasan de mano en mano y siguen emocionando a los
lectores anónimos, para curiosearlos, desearlos y llevárselos a casa gracias a
sus precios verdaderamente irrisorios.
Al institucionalizar las ferias de libro itinerantes pudo
llegar a poblaciones, grandes, medianas y pequeñas del Valle de Cauca y el eje
cafetero, esa es la razón por la Orlando Vásquez y su librería, presentan su
experiencia: porque genero un espacio para la gente y hoy tiene un sótano con
montones de libros de todas las clases y a unos precios increíbles, a donde
acuden estudiantes, profesores, profesionales, amas de casa y toda persona
interesa en la lectura y las curiosidades literarias. Igualmente ofrece el
servicio gratuito de biblioteca y consulta en sus instalaciones, para la
elaboración de tareas escolares.
Su trabajo en el andén ya es conocido en la región:
después de obtener los permisos respectivos en cada localidad, traslada una
insólita infraestructura desmontable de mesas, carpas, exhibidores y libros
junto con el equipo humano que, a lo largo de los días establecidos, motivan e
informan verbalmente, o con volantes, sobre los beneficios de los libros, sus
precios irrisorios y las innumerables promociones que se proponen para
favorecer el permanente encuentro con el libro.
Entonces monta y desmonta su tienda y se va para otro
pueblo con las palabras impresas que le sobraron y las nuevas y viejas que
encontró en algún desván. Como un gitano.
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