23.8.19

Un mundo apocalíptico con jovencitos en la sabana y el trópico


Reseña: Una pandilla salvaje, Erik Zúñiga, Planeta lector, Editorial Planeta, Bogotá, 2018. 

A inicios de año el escritor Erik Zúñiga nos acompañó en una de las sesiones de nuestro Seminario Historia, Géneros y Tendencias del Audiovisual impartido por el programa de Cine y Televisión de la Uniagustiniana. En esa ocasión lo invitamos para conversar y ver su obra Frankenstein no asusta en Colombia -2012-, lo que significó acercarnos a su mundo creativo expuesto en el documental, a su pasión cinéfila por cierto tipo de cine vinculante al horror, a distopías, y a un repaso por ciertos filmes des-conocidos incluyendo las denominadas “categoría B”, faltó tiempo para esa disertación.

En mayo de 2018 había reseñado su libro de cuentos Los monstruos no van a cine -http://yamidencine-y-filo.blogspot.com/2018/05/cuentos-cinefilos-los-monstruos-no-van.html-, antesala importante de su especial forma de narrarnos parte de su cotidianidad mezclando realidad y ficción. Ahora tenemos su primera novela con el sello “Planeta Juvenil” titulada Una pandilla salvaje, guiño directo en su título al cineasta Sam Peckinpah con su western de finales de los sesentas que mezcla la lucha revolucionaria mexicana con la vida de bandidos fronterizos.  

 

Pero esta pandilla no es de adultos, es de jovencitos arrancados de las fauces familiares, entregados al infortunio, y a un sinnúmero de acontecimientos especiales que involucran parte del territorio colombiano. Dividido en varios capítulos, esta suerte de diario empieza con la fatídica fecha del viernes 13 titulada “Cerebros destruidos”, y termina -no sé si feliz, o tristemente-, con un “destino final” el jueves 6 de noviembre. Travesía que arranca en Cali, y termina en un sitio indefinido, acción que se desarrolla en Bogotá, y nos ubica en sus inmediaciones con una historia que refleja el sosegado gusto de su autor por los desposeídos, virus, zombis, y el posible fin del mundo; mezcla de adrenalina que intensamente se recrea con personajes que en medio de la amistad discuten su identidad, sus valores, y responsabilidades ante el infortunio. 
  
Los niños, jóvenes, y adultos, que retrata Zúñiga, tienen un sinnúmero de características que seguramente identificamos en nuestro pasado, en lo que observamos actualmente en ellos, y en los rasgos comunes de la vida cotidiana: espacios urbanos, forma de hablar, y gustos actuales que se convierten en un punto significativo para los lectores de hoy, siendo familiares y haciendo conexiones que sin lugar a dudas posibilitan un encuentro con la narración, los protagonistas, y los destinos que vamos imaginando en el desarrollo de esta aventura.
          
       
Integra este libro una serie de imágenes de autoría de Juan Diego Mejía, dibujadas en un papel con cuadriculas que dan fe de una parte importante de cada capítulo y su personaje central, un ensimismado joven de lentes oscuros que está aprendiendo del mundo a través de las “caídas” y el infortunio de vivir en pleno apocalipsis. 
  
En conclusión, tenemos un mundo aterrador con jovencitos en la sabana y el trópico que se abren camino en el mundo, heroínas y héroes que paso a paso se redescubren en medio de una Colombia inimaginable y tal vez tan real como los “zombis” que atraviesan la Plaza de Bolívar y la séptima un fin de semana.   


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