Reseña:
Una pandilla salvaje, Erik Zúñiga,
Planeta lector, Editorial Planeta, Bogotá, 2018.
A inicios de
año el escritor Erik Zúñiga nos acompañó en una de las sesiones de nuestro Seminario Historia, Géneros y Tendencias del
Audiovisual impartido por el programa de Cine y Televisión de la
Uniagustiniana. En esa ocasión lo invitamos para conversar y ver su obra Frankenstein no asusta en Colombia -2012-, lo que significó acercarnos a su mundo
creativo expuesto en el documental, a su pasión cinéfila por cierto tipo de
cine vinculante al horror, a distopías, y a un repaso por ciertos filmes
des-conocidos incluyendo las denominadas “categoría B”, faltó tiempo para esa
disertación.
En mayo de 2018
había reseñado su libro de cuentos Los
monstruos no van a cine -http://yamidencine-y-filo.blogspot.com/2018/05/cuentos-cinefilos-los-monstruos-no-van.html-, antesala
importante de su especial forma de narrarnos parte de su cotidianidad mezclando
realidad y ficción. Ahora tenemos su primera novela con el sello “Planeta Juvenil”
titulada Una pandilla salvaje, guiño
directo en su título al cineasta Sam Peckinpah con su western de finales de los
sesentas que mezcla la lucha revolucionaria mexicana con la vida de bandidos fronterizos.
Pero esta
pandilla no es de adultos, es de jovencitos arrancados de las fauces
familiares, entregados al infortunio, y a un sinnúmero de acontecimientos
especiales que involucran parte del territorio colombiano. Dividido en varios
capítulos, esta suerte de diario empieza con la fatídica fecha del viernes 13
titulada “Cerebros destruidos”, y termina -no sé si feliz, o tristemente-, con
un “destino final” el jueves 6 de noviembre. Travesía que arranca en Cali, y
termina en un sitio indefinido, acción que se desarrolla en Bogotá, y nos ubica
en sus inmediaciones con una historia que refleja el sosegado gusto de su autor
por los desposeídos, virus, zombis, y el posible fin del mundo; mezcla de
adrenalina que intensamente se recrea con personajes que en medio de la amistad
discuten su identidad, sus valores, y responsabilidades ante el infortunio.
Los niños,
jóvenes, y adultos, que retrata Zúñiga, tienen un sinnúmero de características
que seguramente identificamos en nuestro pasado, en lo que observamos
actualmente en ellos, y en los rasgos comunes de la vida cotidiana: espacios
urbanos, forma de hablar, y gustos actuales que se convierten en un punto
significativo para los lectores de hoy, siendo familiares y haciendo conexiones
que sin lugar a dudas posibilitan un encuentro con la narración, los protagonistas,
y los destinos que vamos imaginando en el desarrollo de esta aventura.
Integra este
libro una serie de imágenes de autoría de Juan Diego Mejía, dibujadas en un
papel con cuadriculas que dan fe de una parte importante de cada capítulo y su
personaje central, un ensimismado joven de lentes oscuros que está aprendiendo
del mundo a través de las “caídas” y el infortunio de vivir en pleno
apocalipsis.
En conclusión, tenemos
un mundo aterrador con jovencitos en la
sabana y el trópico que se abren camino en el mundo, heroínas y héroes que paso a
paso se redescubren en medio de una Colombia inimaginable y tal vez tan real
como los “zombis” que atraviesan la Plaza de Bolívar y la séptima un fin de
semana.