20.6.14

Nota: 60 años viendo TV en Colombia

La caja mágica televisiva cumple 60 años en nuestro país. La oficina de información y propaganda de la Presidencia de la República, al mando del general Gustavo Rojas Pinilla, la puso a disposición inaugurándola un 13 de junio de 1954 con equipos de transmisión alemanes, y cámaras traídas de Estados Unidos, justo en el primer aniversario del Golpe de Estado, y con la consabida alocución presidencial. El dato hace parte de la historia, mera anécdota que seguro se encuentra en muchos textos que sobre la televisión colombiana se han realizado desde el ámbito académico o simplemente desde las columnas de opinión periodística; lo relevante es su impacto sociológico en la historia de las mentalidades, y su acción en las actividades colectivas e individuales en los entornos privados y hasta públicos de su difusión.

Cada individuo, y su familia, tendrán una experiencia con la forma de llegar a los programas de esos primeros momentos de transmisión en su ciudad, en algunos casos pagando centavos para hacerse acreedor de un espacio en la sala familiar y así ver la afamada puesta en escena de “la llegada del hombre a la luna” en 1969, o la novela de moda que inspiraba “mucho más que amor y lágrimas” como el título de la investigación de Clemencia Rodríguez y María Patricia Téllez sobre La Telenovela en Colombia. También en la retina las conglomeraciones de gentes que en la cotidianidad de una calle se instalan para ver imágenes de un evento -como observamos en el documental Oiga Vea, 1971- tras la vitrina de un almacén, efecto de actualidad constante cuando los logros deportivos se suman a la transmisión en directo.


El impacto del primer televisor en la casa debió significar la entrada a un nuevo escenario, el de la tecnología, y la presentación del “mundo al instante” con el ingreso de un nuevo artefacto que se posiciona en el espacio social de la sala, adorno casi decorativo de status al cual podían acceder pocos a su disfrute con el blanco y negro clásico, y el color especial que le dio más vida. Su tamaño, diseño, y marca, significó calidad garantizada que con el tiempo fue invadiendo otros sitios de la casa, los cuartos y hasta la cocina, mezcla exacta de lagrimeo telenovelero, y picadillo gastronómico con Brasil, Venezuela y México como exponentes mayores de sus culebrones.

Telediarios, comedias, teatro televisivo, series gringas, clásicos infantiles, superhéroes animados, musicales, noticieros, concursos, variedades, programas deportivos, eventos vía satélite, etc.; suman a la gran parrilla que durante mucho tiempo hemos soportado en uno, dos, tres, y hasta más de cincuenta canales en sesenta años. El ejercicio, al igual que en el cine, es revisar en los recuerdos nuestro encuentro con la TV, viaje con el tiempo y espacio que nos mostrará sensaciones especiales de programas televisivos, aquellos que los colombianos podemos ir identificando con la serie de artículos que la prensa nacional ha ido sacando en los últimos días, e inclusive con la serie del canal institucional del Estado.

*Sobre la imagen  

La imagen que acompaña el texto hace parte de la publicidad de la empresa de productos electrónicos japonesa Sharp filial Colombia en los años setentas. El  registro muestra la sesgada idea de la empleada de servicio negra a la orden de una familia en plena reunión para ver el programa favorito del momento. Posibilita entonces usarse como ejemplo de las concepciones sociales que fueron arraigándose en la sociedad colombiana y caleña, sobre el servicio doméstico, y cierto sector de nuestra sociedad vinculada con la raza. Recordar la polémica que suscito en el año 2011 cuando la revista Hola publicó la foto de las damas de la familia Zarzur en Cali con el fondo de dos empleadas negras posando con la porcelana de plata, y un gran título que informa: “Las mujeres más poderosas del Valle del Cauca (Colombia) en la formidable mansión hollywoodiense de Sonia Zarzur, en el Beverly Hills de Cali”.        

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