25.6.09

Falso Positivo = Secuestro y Asesinato


Por: Yamid Galindo Cardona


En las fuerzas militares de Colombia y en las de cada país del orbe, tener un buen desempeño de la labor castrense en las disposiciones que se les encomiende, trae consigo ciertos beneficios representados en ascensos, condecoraciones, dinero, traslados y permisos. Pero cuando la acción está ausente, y no se pueden mostrar resultados, la ansiedad hace mella en el grupo de escuadra que vigila o combate un sector del país, y se opta por involucrar a personas ajenas del conflicto en asuntos bastante oscuros y macabros que terminan en lo que conocemos como secuestro y asesinato, y que eufemísticamente se le llama “falso positivo”. El “positivo” es un logro militar que se ampara legalmente bajo los parámetros institucionales, por ser la fuerza del estado que protege y vigila nuestra seguridad en las zonas rurales y urbanas. Un falso positivo se desarrolla bajo el engaño, y en una primera instancia bajo la aceptación del estado que lo ampara como una acción de combate donde se ha “dado de baja” –concepto utilizado en el gobierno- a los bandoleros o narcoterroristas de cualquier organización que actúa por fuera de la ley.

Descubrimos con repugnancia el relato y queja de la desaparición de algunos ciudadanos de bajos recursos, denuncia efectuada ante un funcionario público de un pueblo colombiano; luego, aparece en otro pueblo colombiano una acción militar donde en enfrentamientos con nuestro “glorioso ejercito”, caen en combate guerrilleros de un frente que operaba en el área, y resulta que esos ciudadanos son los desaparecidos denunciados. Aparecen muertos con uniformes recién estrenados, botas poco desgastadas, armas ubicadas en las manos contrarias de uso, es decir, el que es derecho apretando el gatillo en su brazo izquierdo; demasiada munición usada claramente comprobable por los impactos en los cuerpos, y lo que a cada lector se le pueda ocurrir como acción que ha violentado los derechos fundamentales.

Inmediatamente vienen las investigaciones, se separan de los cargos a los involucrados y se entra en la discusión si los comprometidos en estos oprobios deben ser juzgados bajo la justicia penal militar o la ordinaria. Después, cuando esa “papa caliente” es soltada por las fuerzas militares para que entre a cogerla el sistema judicial colombiano, entramos al show mediático con las victimas y los victimarios, y asombrados asistimos a la oscura situación de esos familiares que se ven amenazados por una mano escondida que quiere procurar que esos militares salgan libres, y beneficiados con una sentencia a su favor. Para completar, los pocos “hechos positivos” que parecen vislumbrarse bajo una ley de reparación a las victimas del estado, se apagan bajo su hundimiento por los que se hacen llamar “padres de la patria” de un congreso bastante pútrido por sus acciones y relaciones con el para-estado que quiso refundar la nación.

Los militares colombianos que se ufanan de realizar operaciones cinematográficas y bastante sospechosas, se ubicaron en el mismo nivel de sus “enemigos” más acérrimos representados en los paramilitares y la actual guerrilla; críticos del secuestro, se han convertido en secuestradores, críticos del asesinato en cautiverio, se han convertido en asesinos de jóvenes en cautiverio. Mientras tanto seguimos el camino del embrujo, aquel en el que muchos ciudadanos se encuentran y parecen no despertar, en un país donde el desempleo aumenta, los bancos ganan y ganan, y su gobernante sigue con la idea de seguir en-violentando el territorio con su política de seguridad democrática que debería dar su giro a lo social…, pero no se le puede pedir peras al olmo.

-Foto registrada por el autor el 6 de marzo de 2008 durante la marcha por los crímenes de estado, “ESMAD de espaldas al capitolio”.

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