28.11.08

Un poco de inspiración…, no arrebatada


Por: Yamid Galindo Cardona

Hace unos años atrás decidí que la mejor forma de desahogarme ante ciertas situaciones de mi vida cotidiana era escribiendo poemitas, costumbre que se quedó, y que hago para distraerme, en algunos días fluye la creatividad, en otros la hoja en blanco se queda en blanco. Inclusive una vez el médico de cabecera, que es bien familiar, insistió sobre la necesidad de que yo escribiera lo que sucedía con mis dedos y esa dolorosa forma de somatizar, ya que unas bombitas de agua salían, estallaban, picaban, y se laceraban, hasta el punto de mi invalidez para poder utilizar mis manos. La última vez traumática sucedió en el año 2006, ante la mala idea de la directora del Museo la Tertulia de dejarnos sin “prima salarial”, el no pago de la seguridad social, y mi dura pelea con ella a través de mis cartas sinceras, además del proceso de entrega de mi tesis con los tira y aflojes que eso conllevaba, tuve una crisis que se fue directo a mis manos, soportando un mes de tremendos dolores que pude aliviar con medicamentos homeopáticos que como siempre, agravan la situación para luego mejorarla. Brevemente, después de mi recuperación, fui al papel y saque esta pequeña inspiración…., no arrebatada:

Dedos lacerados

¡Ahí están!
Soportando el dolor.
Cada uno representa desde el corazón,
en vía al pulgar,
un hecho particular,
llevado al stress.

Los días pasan,
evolucionan como volcán.
La homeopatía abre piel, brota vino,
cierra y recupera.

Los observo,
me tranquilizo.
Soy el mejor diagnostico.
Causa y solución del hecho.

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Ante el cambio suscitado en la forma de observar a los pacientes por parte de mi hermano médico, decidí otorgarle unas líneas a su valiosa ayuda que directamente ha ido a otros seres humanos muy especiales en mi vida, su cambio, nos sirvió para entender la forma de llevar la enfermedad y asumirla de otra forma, algo que beneficiosamente hemos comprobado; presento el decimo poema de algo que se denomina Líneas de lo Complejo:

X
-a Bernardo, médico y homeopata familiar-

Cambiando la alopatía,
por la homeopatía, sucedió algo.

El conocimiento se transformó,
los diagnósticos se ampliaron,
las consultas se alargaron,
muchos sanados.

La vida tomo otro rumbo,
la práctica fortaleció el espíritu,
introdujo nuevos factores,
atrajo nuevos actores.

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Otro momento va directamente relacionado con una canción infantil, recuerdan esa que dice que al viejo hospital de los muñecos llegó el pobre pinocho malherido, por causa de un cruel espantapájaros bandido que lo atacó, y que llegó con su nariz hecha pedazos etc., y al final le hacen una operación de corazón y le colocan uno de fantasía; pues yo me imagine la historia un poco al revés, hasta el punto que podría considerarlo para mayores de 10 años, eso que dicen para no matar la inocencia infantil, digno de ser llevado al cortometraje por una mente torcida como la de Tim Burton con sus ejemplos de Vincent, Frankenweenie o La Melancólica Muerte de chico Ostra:

Pinocho muerto

Pinocho no llego vivo
al viejo hospital de los muñecos.

Lo están velando,
sobresale en él una sabana blanca,
y estirada al aire.

Es su nariz…,
quedó intacta.

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Asumiendo antes de tiempo la vejes, me puse en posición de muchas personas cuando llegan a los ochenta años, realizando una retrospectiva de esa vida, lo que resulto fueron pequeños escenarios cotidianos que de seguro, a más de uno, nos tocará vivir. Respetando de antemano esa tercera edad que en nuestros países latinoamericanos es dejada a un lado y poco interés se le da, distinto a los países orientales:

Hombre al final de su vida

El hombre dijo a los 81 años:
¡existo, más soy mortal!
Comenzó en forma retrospectiva,
a examinar sus últimos veinte años:

Consiguió un amigo inseparable, el médico.
Decidió ser atleta, sin éxito.
Quedo un espacio deshabitado en su cama.
Le llegaron nietos.
Se enamoro tres veces, de tres desconocidas.
Asistió al entierro de cinco amigos.
Leyó veinte cuatro libros.
Vio repetir al mismo presidente tres periodos.
Sintió la economía crecer y el sueldo decrecer.
Su equipo de fútbol fue campeón en la A, y luego bajo a la B.
Viajo al mar dos veces.
Vio la nieve una vez.
Comió dulces a escondidas, perdió la cuenta.
Hizo colas deprimidas, de pensión asumida.

El hombre dijo a los 82 años antes de morir:
¡existo, más soy mortal!
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En una casa del barrio San Antonio de Cali ubicada en vía a la calle 10, entrada a la colina donde otrora se reunía un grupo que se llamaba el Corrillo del Gato Negro; soporté una pequeña experiencia que uno nunca espera a las siete de la mañana tener, un gato cae del cielo a la ventana del cuarto con su connotados ruidos de desespero y angustia ante el golpe llevado y la posibilidad de seguir cayendo, en mi susto opte por salir a buscar ayuda al cuarto del frente para socorrer al pequeño felino, que para rematar era negro, y así acabar mi levantada que se anticipo unas horas:

Gato caído en la ventana
-a Juancho-

Sucedió en la mañana,
el ruido espanto el sueño,
y el maullar trajo el encuentro.

Cinco metros lo separaban del suelo,
asustado no encontraba salida,
pero buscaba su huida.

Los pelos de sus bigotes,
salieron de su linealidad,
cambiaron su imagen,
y lo pusieron en fealdad.

No hubo salida ante el impacto,
perplejo quedó el hombre,
y el miedo angustió su mañana.

La salida se torno discreta,
tocó la puerta a buscar respuesta,
el auxilió llegó pronto,
atrapándolo del lomo.

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Siempre he creído que los zoológicos, de lógicos, no tienen nada. Aunque es una forma de preservar algunos animales que están en vía de extinción; cumpliendo su función –no todos- de preservar estas especies por medio de su reproducción en cautiverio para poder luego reintegrarlos a sus habitas naturales; pero hay otros que se dedican solamente a su explotación por medio de su exhibición como cualquier pieza de museo. Sin más preámbulos, va la última presentación, ya que bastante he dado ante esta loca idea de mostrarles parte de algo escondido, un abrazo a tod@s:

Zoo-ilógico

Detrás de cada barrote, los animales abrazan su tristeza.
En el trasegar de sus días, incrementan su pesadez
bajo el espacio cerrado de sus movimientos vigilados.

Tras el espectáculo diario entregado en su jaula,
los visitantes con niños, jóvenes y adultos,
observan la distante tragedia que cada animal
trasmite con su ida y venida.
¡Un circo legal con visos de humanidad!

Cada animal llegó por un hecho diferente:
víctima de un domador, confiscado en una predio de recreo,
intercambiado con otro zoo-ilógico, o el más natural de todos,
nacido en cautiverio.

Zoo-ilógicamente está reunido
león y cebra, hiena y gacela,
tigre y canguro, águila y guacamaya,
cocodrilo y lechuza, oso y salmón,
tiburón y ratón, serpiente y piraña.

Triste casa hábitat que cambio
la libertad de campo y mar abierto,
por cemento y alimento puesto.
Pero siga, “véalos en su estado natural”,
naturalmente aburridos.

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