24.1.24

Eugenio en la memoria

Un año sin Eugenio Jaramillo, director y programador de la Cinemateca La Tertulia durante muchos años. Tuvimos encuentros al vaivén de los programas semanales, los cambios en la distribución cinematográfica, y por supuesto los formatos. En el inicio de un Cine club, aprovechando el boom del DVD y los coleccionistas caleños de la época. En la mañana, en la tarde o la noche, en calles aledañas al barrio El Peñón, y San Antonio; en fiestas ocasionales y anuales en la plazoleta del Museo la Tertulia, casi siempre un lunes; o en casas convertidas en jolgorios de amistad.    

Asomado a la entrada de la Cinemateca, y saltando el torniquete con la prisa de escapar hacía la cabina de proyección, o sentado de pierna cruzada mientras leía algún documento en su oficina con la mirada atenta de cuerpo completo de Marilyn Monroe en pleno cartel. De los distantes saludos al inicio de nuestra relación laboral, a los efusivos abrazos de los últimos tiempos con el camino marcado de nuestros destinos. Lo vi rozagante y risueño, pero también aquejado y con mirada triste.   

Lo recuerdo muy comprometido con el cine, pero también muy despreocupado con su trabajo, una crisis general que se movía en “aguas turbulentas” y decadentes que logró a medias resarcir en cambios trascendentales para la sala, junto a otras gestiones administrativas importantes. Lo recuerdo organizado en comunidad con la fallida Red Caimán de salas alternas, la que organizó otro conocido ido, Jorge Mario Duran. Lo recuerdo gratamente a imagen mental viva, sentado en una silla mientras leía los subtítulos en español de algunas películas de Buster Keaton en un ciclo exhibido en el año 1997, a oscuras y con una pequeña lámpara dando los acentos acertados ante los disparates escénicos complementados con los intertítulos silentes, y en su cabeza un pequeño sombrero como el actor norteamericano acostumbraba a presentarse. 


Lo leí en un libro del Museo La Tertulia, analizando la función de la Cinemateca en el contexto de su función como exhibidora y preservadora de la cinematografía mundial. En tarjetas de fichas bibliográficas cuando quiso emprender esa ardua tarea de archivar y clasificar los afiches, libros y revistas del centro de documentación, con su letra cálida, en cursiva y a lápiz, a veces con su firma; dicen que esta tarea la hacía desde los ochentas, como “ratón de biblioteca”, internado sin mediar palabra y llevado de la mano por Julián Tenorio, otro que ya no está con nosotros, y que preguntaba con risa extendida por “el cura”. Lo leí en “papelitos” pegados en la cartelera-corcho al lado de postales y fotos, y en un libro de poesía titulado Cuando esta noche termine, en el catálogo de la editorial de la Universidad del Valle del año 2006, reeditado nuevamente con otros textos póstumos.

Cuando se lo propuso fue crítico de cine, en programas de mano de la Cinemateca, o en el canal regional Telepacífico presentando la película de la parrilla de los sábados. Fue autor de un ensayo titulado Caliwood, publicado para el VII Festival de Cine de Bogotá en el año 1990, con fotos de Eduardo Carvajal, carátula de Ever Astudillo y una “Fe de ratas” de Sandro Romero Rey. Allí, Jaramillo nos lleva por un recorrido en la máquina del tiempo del cine caleño y vallecaucano, desde su sugestivo “abre en negro” con las cintas silentes, hasta un “fundido a verde” a partir de 1986, concluyendo:

[…] Cuando se habla de Caliwood, o cuando se invoca al “grupo de Cali”, debe pensarse no en un movimiento estético con un manifiesto determinado, sino más bien, en un grupo. Son sólo un grupo con una acusada explotación de símbolos caleños y argumentos caicedianos en los que coincide; un grupo que se distingue por su desbordada pasión por la capital y por el paisaje del Valle; además de su tendencia a los temas marginales (locos, ancianos, atarvanes, paidofílicos…) y su gusto draculiano por la sangre. En síntesis, un grupo que ofrece visualmente más un estilo que una estética. Y aquí están esta noche para que los confronten” (pág. 15).   

Y la historia sigue, pasará del papel a la pared en una casona de la calle primera con carrera 10 del barrio San Antonio, donde uno de los “garbimba club”, Andrés Velásquez, intervino para fusionar su rostro con el rollo fílmico de su exposición caliwoodense, exposición que le hace homenaje al lado de la actriz Stella López Pomareda, figura de la película María -1922-.    

Finalmente recordé una de mis visitas a la Cinemateca en el año 2014, descubriendo en el salón de trabajo de Eugenio un dibujo a lápiz sobre la pared desquebrajada que se unía con el planchón o techo grisáceo casi tragado por la humedad, alguien lo dibujó y escribió: “a mi director Eugenio, con el afecto, 2013”. Esa imagen, ya perdida y borrada por los arreglos al edificio, sirve metafóricamente para conectar esas sombras y refugios en los que los encuentros, las voces y distancias de nuestros sentidos, pudieron ser parte de los gustos y disgustos por algo que nos unía de martes a domingo en la Tertulia, un viejo amor a la vida trasformado por el cine, y su voz y letra con la frase: ¡Que la sigas pasando de película, y un abrazo cinematográfico!