18.10.10

El Enmaletado

El sábado 3 de noviembre de 1.973, la sociedad caleña se escandalizó ante la noticia periodística del “equipaje macabro”, el titular de prensa, con un color negro decía “la madre lo reconoció”, y a renglón seguido el periodista Armando Galvis narraba lo sucedido. El cadáver descuartizado había llegado a la ciudad de Cali el día 22 de octubre en dos maletas, y se presumía, correspondía al ciudadano Jaime Azcárate Collazos; la noticia venia de un periódico capitalino, por lo cual las autoridades buscaron a los familiares de Jaime para cerciorarse que el occiso fuera éste, la encargada de semejante situación fue la señora Alicia de Azcárate, quien observó las fotos del cadáver descuartizado y asumió que este era su hijo, quien para el momento de la situación en la que se veía involucrado tenía 29 años, y aparecía oficialmente como desaparecido. El texto del periodista se dividía en seis partes: 1-Búsqueda en Buga, 2-Es un hippie, 3-“Este es Jaime”, 4-Irreconocible, 5-Apartado de la Familia, y 6-Detenido en varias ocasiones; además de un apoyo fotográfico que involucraba a la señora Alicia, dos imágenes de Jaime: una con gafas oscuras y pelo corto de cinco años atrás, y una foto reciente con cabellera larga; finalmente otra foto que nuevamente centraba la figura de Alicia, pero esta vez en compañía de su esposo, además del que se supone es el periodista que da la espalda. El indicio ubicaba a la Ciudad Señora como sitio donde podrían encontrar datos del “hombre de la maleta”, así que se dirigieron a la cantina de José Azcárate –hermano del supuesto cadáver-, pero vaya sorpresa, según datos de éste, su hermano Jaime había muerto hacia 10 años en Buga. Luego, un joven peluquero le informó al acucioso cronista que Azcárate no era de Buga sino de Cali, con el siguiente dato “es un hippie, y a menudo se le encuentra por la avenida sexta de Cali, es muy conocido y al parecer es traficante de droga”; igualmente, algunos familiares –entre estos un primo- vieron las imágenes del muerto y asumieron que era Jaime, además de informar que hacía 20 días lo habían visto por última vez en Cali, además de entregar la dirección de la familia en la capital vallecaucana. Al llegar a la casa de la familia Azcárate Collazos, sin vacilaciones el grupo familiar confirmó que se trataba de su congénere, además de afirmar que hacia cuatro años no visitaba la familia. Irreconocible, fue la expresión de la madre y unos de sus hijos al observar la cabeza del que supuestamente era su hijo en el anfiteatro, quedando con la duda, y la esperanza de saber lo que verdaderamente había sucedido con su hijo. También nos indican el porque, supuestamente, Jaime se había alejado de la familia, entre otras según su padre –Nelson Azcárate-, porque no le gustaba vivir en el suroriente de Cali –barrio El Jardín-, alejándose de este sector, y aseverando que hacía más de ocho meses no veía a su hijo; Iván uno de sus hermanos, afirmó que la última vez que había visto a Jaime, había sido en un concierto de Rock realizado en Popayán; igualmente la policía en sus pesquisas tenia reseñado a Jaime Azcárate, ya que había sido retenido durante el concierto de Carlos Santana y luego dejado en libertad a las 12 horas. Finalmente, se asevera que el personaje en mención era traficante de drogas vinculado como intermediario en una banda de la ciudad, y que en sus encuentros con Iván, evitaba siempre la vinculación familiar para sortear inconvenientes e involucrar a su cirulo familiar.
El domingo 4 de noviembre, ¡oh sorpresa!, apareció Jaime Azcárate. El titular, que seguía “el caso del equipaje macabro”, anunciaba “descuartizado yo?”, y el complemento, su foto a medio cuerpo en expresión aclaratoria, vestido de camisa corta color rojo, pantalón de tono rojizo, cabello largo, boso tupido, su brazo y mano derecha levantados como si estuviera jurando, y sobre su hombro izquierdo una pequeña mochila; no había duda, quien se pensaba era el descuartizado, no lo era, la investigación daba un giro. Siendo el centro de la noticia, Azcárate contó que se había enterado a media noche del viernes por la radio, agregando que se encontraba asombrado por la noticia, y que “todo ese embrollo surgió en la capital del país, a raíz de una llamada telefónica que hizo una muchacha anónima a las autoridades, manifestando que el descuartizado se llamaba Jaime Azcárate y que residía en Buga”. Fuera de esa situación que narraba el implicado, hubo coincidencias al examinar las fotos del cuerpo hecho pedazos y las que había entregado la familia del confundido ciudadano, en resumen, pura ciencia policial caleña para resolver crímenes en la época. Sin tener claridad de la identidad de ese paquete humano repartido en dos valijas que llegó de Bogotá a la ciudad de Cali, las autoridades le dieron sepultura como N.N., en el cementerio del barrio Siloé; sin embargo, se pensó en su exhumación para revisar si tenia un clavo de platino en la rodilla izquierda -clara huella de Azcárate-, algo que no llegó a su fin. En rueda de prensa, ante los corresponsales del periódico local El País, el directo implicado comenzó a narrar la forma en que había descubierto la noticia de su muerte, además de otras informaciones que los acuciosos periodistas querían saber:

[…] Su madre no lo supo
La madre de Jaime, a quien no ha visto desde hace mucho tiempo, puesto que éste salió de su casa hace varios años, no se había enterado hasta las horas de la tarde, de que su hijo no estaba muerto.
Azcárate le mandó una razón con un tío. Personalmente no fue, ni quiere ir “No me gusta ir a ese barrio”, fue la única explicación que dio.
Manifestó que todo el tiempo ha permanecido en Cali. Estuve en Popayán hace algunas semanas, pero he fijado mi residencia en está ciudad, agregó.
La apariencia de Jaime es de un “hippie”. Sus vestimentas, su manera de pensar, el modo de ser, están de acuerdo con la filosofía de ese movimiento.
“Es traficante de drogas?
Las preguntas asedian a Jaime. Las respuestas son muy meditadas por parte del interrogado.
Es usted un traficante de drogas? Contesta: es tanta mentira como decir que estoy muerto.
Ha estado detenido?
-En varias ocasiones por el B2 y el F2, pero solo por algunas horas, ya que no he cometido ningún delito. Nunca me han encontrado droga ni siquiera una papeleta de marihuana.
De qué vive?
-Vivo de lo que trabajo, además con poco dinero me sostengo pues son –así aparece en la entrevista, se intuye que es “soy”- vegetariano.
Formo parte de la “barra del triangulo”?
-Todos sus integrantes eran mis amigos. A los que asesinaron en el “10-15” (dos homosexuales), los conocía.
Se presentará antelas autoridades?
-No me presentaré. No tengo porque hacerlo.
Si no se presenta, usted está oficialmente muerto, según las investigaciones, le aclara en tono burlesco uno de los que se hallan presentes.
-Si quieren saber de mí, que me busquen.
Cómo se encuentra ahora?
-Confundido. Imagínese, señalándome como el descuartizado, y yo estoy “vivito y coleando”. No puedo salir de la sorpresa… (El País, Nov.4., 1.973)
La investigación del “equipaje macabro” caía entonces en conjeturas que la misma prensa se encargaba de publicar y dar a la opinión pública, inicialmente dos pistas anuladas porque los dos involucrados estaban vivos, uno en Medellín y otro en Cali, los dos, por vía de llamadas telefónicas que parecían indicar una distracción para enredar a los investigadores, inclusive saltaba la hipótesis que podía tratarse un extranjero, y a pesar de publicarse las fotos de los retratos realizados por vía prensa escrita y televisiva, ningún familiar aparecía para reclamar las partes desmembradas de ese ser humano, aclarando que la investigación policial se llevaba a cabo en Bogotá por ser la ciudad donde posiblemente se realizo el crimen, y porque desde allí llegaron las maletas vía empresa Bolivariano a la sultana del valle. Pero ¿por qué Cali?, era la pregunta que diligentes agentes se hacían ante el misterio que representaba ese terrorífico crimen, afirmando que simplemente Cali fue un accidente, ya que la persona que llevó las maletas a la terminal de Bogotá escogió el primer bus que salía en el momento, la ruta de las 9:30 a la ciudad de Cali, un hecho rápido para desembarazarse del equipaje, y de un problema. Otra conjetura iba en dirección de que se trataba de un “mensaje” a los compañeros del asesinado, en vínculos con redes del narcotráfico y el delito criollo, que según el informe periodístico había desatado una guerra con muchos muertos a inicios del año (El País, Nov. 5, 1.973).
Luego, otra información nos anunciaba que ya tenían la pista en el caso del “equipaje macabro”, y apuntaba a un reconocido estafador extranjero que se movía como “pez en agua” por la capital colombiana, y que había desaparecido sin dejar huella alguna; el indicio se dirigía a este personaje por el parecido con el dibujo diseñado, sin embargo el nombre era una incógnita para los reporteros, ya que los oficiales no lo entregaron por lo que llaman “reserva del sumario”. El extranjero, al cual dirigían todas las sospechas, había realizado estafas a personas vinculadas con diversos negocios y por más de medio millón de dólares en la ciudad de Bogotá; pero Cali, no había sido uno de sus destinos de estafa, presumiendo que este sitio significó una mera casualidad como espacio donde llegó bajo el hálito de la muerte (El País, Nov. 17, 1.973).

Los reporteros Eduardo Figueroa Jr., y Armando Galvis, siguieron aportando al caso, ya que ante la falta de un doliente que reclamará este cuerpo desmembrado, las autoridades caleñas optaron por realizar un entierro en el cementerio de Siloé, bajo las siglas de “N.N. noviembre 3/1.973”, con la particularidad que desde su entierro aparecieron diariamente flores, precisamente, fue la razón por la cual los periodistas se acercaron a indagar el por qué de esas flores, suponiendo que podría tratarse de una persona humilde que por piedad o tributo a los muertos se las llevaba o tal vez por parte de un amigo o familiar que se mantenía en anonimato para preservar igualmente la del muerto, recordándole al lector como ocurrieron las cosas:

[…] Lo cierto es que, semana tras semana, y de eso ya ha pasado más de treinta días, un ramillete de flores aparece en la tumba del “descuartizado”. Del cadáver queda únicamente una masa putrefacta y algunos huesos.
El Fatídico 22 de octubre
El asesinato macabro, cuyos autores permanecen libres, se cometió a finales de octubre del presente año. Quien no recuerda la fecha?. Fue en la tarde del 22 de octubre. Una llamada de la agencia de “Expreso Bolivariano” de Cali. “Aquí hay dos maletas cuyo olor nauseabundo no nos permite trabajar”. Llegaron policías, agentes del F2, detectives del Das, periodistas y curiosos. Abrieron las valijas. El espectáculo era aterrador. El cuerpo descuartizado de un hombre robusto, apareció envuelto en bolsas plásticas. La noticia se expandió. Las autoridades de todo el país se pusieron alertas, no era un crimen de común ocurrencia. Hacia más veinte años no ocurría algo similar (El País, Dic. 13, 1.973).

Los informadores prosiguen su crónica presentado los acontecimientos que se siguieron al día que encontraron al “ enmaletado”, algunas versiones enfundadas, y los posibles móviles: las llamadas informando de la identidad del muerto; los sospechosos y el enredo que suscito con sus familiares y la opinión pública; familias que aprovecharon la situación y entregaron fotos de familiares perdidos, y buscar un posible reencuentro; las solicitudes de otros países –Venezuela, Ecuador y Estados Unidos-, por las posibilidades que involucraban alguno de sus ciudadanos; los vínculos de otros espacios geográficos del país; la versión que podría tratarse de Héctor de Jesús Villegas Ramírez un colombiano quien había viajado a Europa y no se sabía de su paradero, hasta el punto que su padre viajó a Cali para exhumar los restos de ese cadáver junto a una juez de instrucción criminal, versión desmentida por el padre del señalado, ya que éste se había reportado el 2 de noviembre por medio de una carta; que se trataba de una vendetta de traficantes de drogas, jaladores de carros, homosexuales, advertencias de grupos criminales a otros etc. Para finalizar el escrito, los periodistas hacen mención a la última morada del misterioso muerto:
[…]El “hombre enmaletado”, fue sepultado en una burda caja de madera. El día del sepelio asistieron investigadores, periodistas y curiosos. El entierro duró algunos minutos. Cuando ya todos se marchaban, llegaron dos lujosos carros al lugar. Uno era rojo y otro azul. Sus ocupantes vestían elegantemente. Uno de ellos se bajo. Se acercó hasta la fosa del “descuartizado”. Miró la tierra removida, y siguiendo la tradición muy colombianista, tomó un puñado de tierra y lo lanzó sobre la tumba. Luego se alejó. Iba callado. Los carros emprendieron la marcha. Se ignoran quienes sean.
Las flores lo único cierto
Dijimos en un principio, que semana tras semana, alguien lleva flores a al tumba del “enmaletado”. Son flores azules y blancas. Se dice que es una joven mujer, vestida de luto que se arrodilla al pie de la cruz. Nadie lo puede aseverar. Lo cierto es que las flores no faltan.
Del descuartizado quedan: una masa putrefacta y algunos huesos. La cabeza y huesos de las extremidades fueron llevados a Bogotá para examinarlos. Las esperanzas continúan (El País, Dic. 13, 1.973).
A principios del año 1.974, la noticia del “enmaletado” volvía a tener importancia, está vez por la información de un delincuente desde la cárcel de Ibagué, se trataba de Napoleón Lozano Pulecio, alias “La Llorona”, aseverando que uno de los asesinos del N.N., era un “practicante de cirugía médica” quien además le hizo cortes en el rostro para que no fuera identificado. Además que el muerto era un traficante de drogas venezolano, asesinado por una banda a la cual éste le había dado “garrote”, y por venganza había sufrido tremenda muerte, cerca a la ciudad de Cali, y en una localidad donde acostumbraba a dar suntuosas fiestas amenizadas por conocidos grupos musicales del país; y que su deceso había sido luego de una de estas farras. Estimado inicialmente como loco, Lozano fue tomado en serio y vinculado a la investigación, sin embargo ya había sido liberado, y según las investigaciones policiales se había dirigido a la ciudad de Cali a pasar la Feria de la Caña de Azúcar, hasta su captura en un establecimiento público de donde fue trasladado nuevamente a la ciudad de Ibagué para las indagaciones (El País, Enero 4, 1.974). En septiembre del año 1.975, el enmaletado” volvía a las noticias regionales, está vez como una de las causas por las cuales habían ocurrido vendettas entre bandas criminales de narcotraficantes, algo que según el diario había causado un sinnúmero de muertes, y la captura de “peces gordos” de la “cosa nostra” local (El País, Sept. 27, 1.975). Por lo anterior, y siguiendo las noticias de esos años donde la reseña al “enmaletado” aparece, no encontramos una información que desenrede el nudo, así que la incógnita del ciudadano desmembrado, y guardado en dos maletas enviadas a las instalaciones de una empresa de servicio público intermunicipal, a la ciudad de Cali, queda como muchos de los crímenes en este país: sin resolver.

Seguro con el tiempo en la ciudad de Cali esta historia del “enmaletado” se convirtió en lo que llamamos “mito urbano”, y seguro muchos han hablado del tema, pero pocos lo conocen a fondo, pasando de las esferas de la realidad a las esferas de la ficción por medio de la tradición oral en una ciudad muy particular que se mueve en diversos conciliábulos, tal vez en uno de esto últimos, se conjuró la acción que llevó macabramente a la muerte del desconocido “hombre de la maleta”. Igualmente, este tipo de noticias judiciales deben de tener un análisis más profundo con respecto a la violencia urbana y las relaciones delictivas que implican, relacionadas directamente por la información revisada, al alba del narcotráfico con sus primeros capos, además de sus diversas redes. Inclusive una reflexión sobre los medios de comunicación, y las formas de entregar la noticia a la opinión pública, algo que raya en lo que se denomina crónica roja, desde la prensa escrita, radial y televisiva, expresadas en la escritura, las noticias leídas y sonoras, y las imágenes entregadas por medio fotográfico y audiovisual.

Un día cualquiera, mientras departía con Adolfo García y Hernando Guerrero en el café Gardel -ubicado sobre la avenida sexta cerca al antiguo Teatro Bolívar, la cafetería “la Sevillana” y el afamado edificio Corkidi-, fui advertido sobre la presencia de un caballero que llegaba a nuestra presencia: muy tranquilo, formal, de cabellera larga, bigote espeso y muy dispuesto a conversar, pero que se espanto apenas Guerrero pretendió explicarme de quien se trataba, ¿Vos conoces al “enmaletado”?, me preguntó, a lo que yo respondí con un no rotundo, ¡pues es este man! agregó Guerrero, y en ese momento en otra mesa, Jaime Azcárate Collazos ya se ubicaba con otros personajes para entrarle en la conversación, vivito y completo, con la seguridad de poder narrar lo que le aconteció en la década de los setentas del siglo pasado, y lo que pudo ser la tragicomedia de un hombre que estaba vivo.

Fuentes
Periódico El País, Cali.
-El caso del “equipaje macabro”. La madre lo reconoció. Sábado 3 de nov. 1.973
-El caso del “equipaje macabro”. “Descuartizado yo?”. Domingo 4 de nov. 1.973
-El caso del “equipaje macabro”. Quieren desviar investigación. Lunes 5 de nov. 1.973
-El caso del “equipaje macabro”. Ya tienen la pista. Sábado 17 de nov. 1.973
-El “enmaletado”: el desconocido más conocido. Jueves 13 de dic. 1.973
-El caso del “enmaletado”. El descuartizador sería de Cali. Viernes 4 de enero 1.974
-Guerra a los traficantes. La mafia busca al delator. El crimen del “enmaletado” desató la vendetta. Sábado 27 de febrero 1.975.
*Los subtítulos en negrilla de las citas intertextuales hacen parte del documento original.