26.9.10

Trofeo de guerra


El trofeo de guerra fotografiado más famoso –y hermoso para algunos- es el cuerpo del Che Guevara luego de ser fusilado el 9 de octubre de 1967 en la Higuera Bolivia, allí junto a su cuerpo ya imperturbable, posan los oficiales de alto mando señalándolo, tocándolo, y otros de menos rango, sorprendidos y temerosos mientras el Che, como si estuviera vivo con sus ojos profundos, y semblante despectivo, soporta los agravios en posición de descanso. Pongo el ejemplo para señalar que en cualquier parte del mundo fotografiar al adversario caído, se convierte en una oportunidad única para demostrar poder, infligir miedo al enemigo, y ante todo, con la alta capacidad mediática actual, crear la idea de que la guerra se esta ganando, y que por medio de las armas es que se llegará a la Paz anhelada, vaya paradoja.

En Colombia nos acostumbraron al trofeo de guerra mediático, no vale censura al mediodía, ni en horario familiar –en la televisión-, ni en prensa escrita con ciertas imágenes. Pero la cuestión es que en nuestro conflicto interno de más de cincuenta años, entre el Estado y los grupos que vieron en las armas y la clandestinidad su forma de llegar al poder, los trofeos de guerra son exhibidos con orgullo; encontramos que un grupo guerrillero como las FARC llegó al descaro de filmar sus incursiones a ciertos espacios del país, y a través del video mostrar como sus tácticas habían tenido éxito, el más reconocido de todos fue el secuestro masivo de los diputados del departamento del Valle del Cauca, que luego unos años después murieron –menos uno-, en extrañas circunstancias que al día de hoy todavía desconocemos. Igualmente, las llamadas pruebas de supervivencia de los secuestrados, y los encierros lapidarios en medio de la selva de muchos nacionales tras alambres de púas -dignas “cárceles del pueblo”-, se convirtieron en trofeos de guerra.

En el lado constitucional ejercido por las Fuerzas Militares de Colombia, también el trofeo de guerra se ha exhibido con orgullo, así éticamente estas acciones sean censurables, aclarando que están regidas bajo el mandato de un civil, que a propósito en los últimos ocho años, hemos confundido bastante con uno de ellos. Asistimos entonces, al igual que su “enemigo más íntimo”, al show del estado, y así como su adversario se filmó realizando una acción de secuestro con criterios cinematográficos, los militares lo hicieron para rescatar a un grupo de secuestrados, sin importar el uso inadecuado de un símbolo –Cruz Roja- perteneciente a una institución que vela por la Paz y los derechos humanos, y al igual que su adversario mostrar mediáticamente su trofeo de guerra, lo que valió libro, documentales, entrevistas, una fracasada serie televisiva, entre otras manifestaciones, “ya que fue una operación perfecta”. Pero también la necrofilia fotográfica entró en los anales de nuestro país, claro está, como trofeo de guerra, inicialmente con Raúl Reyes, caído bajo un ataque aéreo y terrestre en la frontera con Ecuador –o en su territorio-, el primero de marzo de 2008, algo que ya sabemos desembocó en una crisis fronteriza que al día de hoy apenas se soluciona, y recuerdo con bastante crudeza, que ese sábado en la Plaza de Bolívar, unos ciudadanos con arengas y vivas, armaron un paredón al lado de la estatua del libertador, y colgaron de allí –ahorcados- a tres muñecos estilo año-viejo que caracterizaban a Piedad Córdoba, Hugo Chávez y el recién abatido –concepto cuando se trata de los golpes militares del ejercito- jefe guerrillero, lo que mostraba claramente la polarización del país.

Y en la actualidad volvemos con otro trofeo de guerra, está vez un adversario más fuerte que el anterior, y más simbólico por su jerarquía en el grupo guerrillero citado en líneas anteriores, y otra vez los medios juegan un papel crucial que el estado aprovecha a la perfección, y en el cual saben jugar muy bien para su rating; no vale libro de ex secuestrada avarienta, partido de futbol en directo o trasnochado, violencia en las comunas de Medellín, elección de fiscal, cartel de los sapos, sin tetas no hay paraíso, el problema de los desplazados o estreno de nueva película colombiana –La Sociedad del Semáforo-. Muerte de guerrillero…, mata tinto, pasando de la seriedad de la noticia, a las puerilidades más absurdas: que tenia un reloj rolex, que bailaba merengue en la selva, que se estaba quedando calvo, ah, una visita al pueblo donde nació, entrevista con sus familiares –igualito sucede cuando nuestros deportistas obtienen un triunfo-, entre otras particularidades, que seguro cada uno desde sus análisis descubrirá.

Para concluir este cuento colombiano del trofeo de guerra, recuerdo dos acciones presentadas en la Universidad del Valle en ese campo de batalla de la entrada vehicular y peatonal de la sede de Meléndez sobre la avenida Paso Ancho en la ciudad de Cali, dos trofeos de guerra divididos que ofendieron a cada uno de los contrincantes: el primero, el día en que desgraciadamente un policía del ESMAD resbalo en su huida, y el hervidero estudiantil lo alcanzó con consecuencias que pudieron haber sido más graves si algunos “hombres de negro” no acuden a su ayuda, el resultado, además de los moretones, fue que un estudiante arrebató el casco de este agente, y fue sostenido como la “copa mundial”, lo que trajo aplausos, y claro está, un gran trofeo de guerra; el segundo, muy simbólico, ocurrió otro día –seguro un jueves después de medio día- está vez el ESMAD atravesó “la delgada línea roja” –como el día que mataron a Johnny Silva-, e hizo correr a los estudiantes, y luego, muy atrevidamente, uno de estos ejemplares hizo el acto sublime de arriar la bandera de la universidad, y solemnemente limpiarse el culo con está, lo que se convirtió para este grupo policial en un trofeo de guerra.

Finalmente, esperemos que lleguen los trofeos de la paz, pero con bienestar para los que verdaderamente han sufrido en el conflicto interno, aquellos desplazados ubicados en los diversos puntos del país. Que los políticos nos apliquen políticas en pro de sacar del atolladero este país bajo la equidad social, dos palabras muy bonitas, poco usadas en la práctica, y muy lastimadas en su entorno más profundo representado en el ciudadano común y corriente que vive en nuestras zonas rurales y urbanas…, esperemos las nuevas noticias.