12.10.08

Variaciones en torno a los medios, dos marchas y su polarización

Por: Yamid Galindo cardona

Colombia es un país que posee un conflicto interno de larga duración. Necesario para nutrir las noticias de nuestros canales públicos, privados y regionales, los cuales invierten en una franja de su parrilla, un tiempo considerable con el fin en mostrarnos cual fue el último político vinculado con la para-política; el último ataque guerrillero o por el contrario el último guerrillero “dado de baja”; el último secuestrado liberado; los últimos soldados “asesinados” por los narcoterroristas; inclusive tienen un espacio para hablar de la política desde un punto farandulero, -la cosa política en “RCN” y el código “Caracol”, como por ejemplo, que le dijo el presidente a sus ministros en la Casa de Nariño y a puerta cerrada –es decir en secreto- sobre la situación con Ecuador y Venezuela; o que el reloj rolex encontrado a cierto personaje, en su estado de muerte, era pirata y había sido comprado en España. Para cambiar inmediatamente a una noticia insólita: un gallo de pelea en la costa atlántica “macondiana”, ha decidido calentar los huevos de una de sus gallinas, por lo cual su tesón y bravura en la gallera, ha sido puesta en duda. Luego los deportes y la escala de goles trasnochados de nuestro torneo profesional de fútbol; siguiendo la sección médica que en muchos de los casos corresponde a los intereses de un producto o diagnóstico que necesita ser publicitado; y finalmente la tan esperada presentación de las modelos que con sus vestidos cortos, mostraran el último chisme de la farándula criolla, y promocionaran el nuevo producto novelesco de las noches familiares, algo que solo sucede en las noticias colombianas de nuestra televisión, y que quisiéramos cambiara en su factura, es decir, cada cosa con su programa: lo cultural, la farándula, la salud etc., en una franja diaria que involucre la tarde y la noche, sacando del aire los refritos colombianos realizados por mexicanos o viceversa; en resumen, hacer de la televisión un espacio agradable y lleno de interés con temáticas diversas –que cada uno escoja-, pero eso es algo utópico, ya que las pautas comerciales sostienen el negocio, y ante eso, nos toca seguir mamándonos los 15 minutos de pauta, con canales arrastrados al gobierno de turno, otros que se mueven en el equilibrio de la marea, y finalmente aquel que hace oposición y se trasmite solo el fin de semana y poco es visto.

Ante esa situación expresada en el anterior párrafo, en cuanto los medios, es necesario entrar en otro tema que me convoca; en lo corrido del año, nuestro país ha sido testigo de un sinnúmero de hechos noticiosos que nos mantienen en vilo y cierta medida divididos. Cierta polarización que puede ejemplificarse en las dos marchas realizadas entre los meses de febrero y marzo, y que tuvieron como destino la plaza de Bolívar, la misma que ha servido para inaugurar eventos artísticos como el festival iberoamericano de teatro; el duelo nacional por la muerte de un humorista político; la agitación por un 1º de mayo; la llegada de un caminante y su debate público con el show del primer mandatario; el recuerdo del magnicidio de un partido político; y finalmente entre muchos usos que se le ha dado, el de una mujer valiente que grita y grita como cabeza visible de un movimiento que lucha por el intercambio humanitario, en donde cabría su hijo, un servidor del estado vinculado a las fuerza militares.

Para la marcha del 4 de febrero se utilizó una red electrónica llamada Facebook, lo cual incentivó a un porcentaje alto de la población a salir vestida de blanco contra un actor natural de nuestra agitada historia política y social llamada FARC, y que precisamente en la actual administración, se ha convertido en el enemigo a vencer desde su ministerio de santificada defensa. Esa marcha tuvo un patrocinador único y efectivo, el gobierno nacional, lo cual posibilitó un mejor engranaje organizativo y mediático para su éxito. Lo anterior facilitó que los noticieros de radio y televisión de las dos empresas más reconocidas, estuvieran en directo comentando detalle a detalle como transcurría ese día particular. Era notable observar como los centros de estética no dieron abasto para algunas damas que querían lucir bellas ante la ocasión; como algunos actores de nuestra farándula se agrupaban para gritar consignas; y finalmente, como al medio día, Bogotá se convirtió en una mancha humana de color blanco sobre las principales calles de la ciudad y su mayor concentración en la plaza de Bolívar, todo con un objetivo: repudiar las acciones de un grupo guerrillero de trayectoria bélica, que cambió su génesis de lucha por otros medios censurables.

Una organización no gubernamental –Movimiento Nacional de Crímenes del Estado-, que vela por los intereses de las victimas del conflicto por parte de las fuerzas de derecha llamadas paramilitares -y del mismo gobierno- programó y citó para el 6 de marzo su marcha. Contraria a la anterior jornada, el gobierno ofició como critico, ya que uno de sus asesores asumió la responsabilidad gubernamental de anunciar a fuerte voz –dando como resultado luego de esa jornada, amenazas de muerte contra muchos de sus organizadores- que esa marcha era patrocinada por las FARC en retaliación a la del 4 de febrero donde el país se expresó por las acciones beligerantes y extremistas. Sin embargo, todo ese ambiente gravado no hizo mella en sus organizadores, y por el contrario se sumaron muchas organizaciones de derechos humanos, universidades, sindicales obreras, algunos partidos políticos y grupos independientes representados en la población afrocolombiana e indígena. Las consignas cambiaron, esta vez el responsable era el gobierno y sus políticas expresadas en la “seguridad democrática”, las medidas económicas y su cercanía siamés con los Estados Unidos, donde uno es más dependiente del otro.

Las dos marchas fueron exitosas, en la del 4 de febrero los carteles abundaban en contra de una sola organización, que trajo como resultado una recolecta de firmas para un tercer mandato presidencial que al día de hoy se incrementa en plena séptima bogotana. En la del 6 de marzo el efecto social era más palpable, así como se criticaban las acciones oscuras que han atentado contra muchos colombianos, se pedía una mejor estructura social representada en la economía y la educación, es decir, más atención al cultivo educativo para salir de la “hecatombe”, y menos inversión a la guerra que no vislumbra resultados que beneficien al gran conglomerado de la población. Si el país se vistió de blanco en un hecho representativo y simbólico de la paz, el 4 de febrero; los colores abundaron el 6 de marzo, digna expresión de alegría y duelo para que en este país acaben las injusticias de toda índole. Para el 4 de febrero las fuerzas especiales de la policía –con sus vestimentas negras de terror- no estuvieron vigilantes de los posibles desordenes que una marcha podría suscitar; para el 6 de marzo sí, en plena entrada del capitolio nacional con la mirada cómplice de la estatua de Tomás Cipriano de Mosquera, tomaron la decisión de culminar la manifestación, apunta de corretear a una tribu urbana que se dice anarquista al lanzamiento de gases lacrimógenos. Si el tricolor nacional fue uno de los símbolos más importantes del 4 de febrero, lo cual despertó indudablemente un nacionalismo extremo con mano directa al corazón; el 6 de marzo un grupo de universitarios trasladaron sobre la carrera séptima en vía a la plaza de Bolívar una gran bandera, expresando una nueva visión de lo que debe ser la bandera nacional, cambiando el color rojo por el verde, exorcizando esa sangre que derramaron nuestros héroes patrios, por la esperanza de un país que desea menos guerra.

Finalmente en el país esta sucediendo algo, la indeferencia ha cambiado por la presencia. El dolor humano esta expresado en diversas manifestaciones: novelas, obras de arte, películas, marchas etc., la inmovilidad ante el desastre humano ajeno, ha terminado un poco, siendo difícil e imposible sentirlo si no se ha vivido. Pero, como se percibe, no podemos ser ajenos ante eso que observamos en la prensa, la televisión, el vecino o el amigo. Cada vez son más las voces que claman por un mejor bienestar humanitario, político, económico y social; así nuestras tendencias sean diferentes, obviamente que los intereses ajenos y locales tienden siempre a beneficiar unos pocos, aquellos que bajo las prebendas post-electorales vienen a reclamar lo suyo, como botín de guerra en plena paz.
-Escrito en mayo de 2008-

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